Caminé al lado de Julliet durante el tiempo que podíamos descansar. Había comenzado con mi mañana activa, Brandon me había acercado a la escuela en lo que él y Sarah se iban al trabajo después de su falsa enfermedad del día anterior.
—¿Entonces si saldrás conmigo? —preguntó por tercera vez en diez minutos.
—No puedo, tengo un turno nocturno hoy.
—Es lunes Belladonna.
—Y, yo trabajo todos los días Julliet.
—Eres mala persona, solo será por una hora Bella...
—Quizás si insistes otro día mi respuesta cambie J.
—Ya llevo una semana —respondió y era cierto, había ignorado sus mensajes de hacía bastante tiempo.
No es como si la ignorara durante mucho tiempo, no había pasado tanto tiempo desde que habíamos tenido la conversación, desde que yo había tomado la decisión y había descubierto que era lo que realmente me interesaba. Aún no llevaba mis respuestas y teorías claras pero si sabía una de las cosas que definían a mi persona.
Julliet me arrastraba junto a ella durante todo el tiempo, la había conocido hacía casi un año luego de empezar con las clases, agradecía que solo me quedaran algunos meses para terminar, y aunque siempre rechazaba sus invitaciones esperaba que no pensara que no quería estar a su lado, no quería ningún compromiso, no quería perder mi foco y lamentaba mi pensamiento pero..., Julliet demandaba mucho tiempo, el cual no tenía.
—Intentaré en tres días más, activaré mi alarma —dijo la rubia haciéndole una seña a un taxi —sube, te llevaré hasta tu casa.
—En realidad, debo ir al hotel —rasqué mi cabeza.
—Sube Bella —alentó.
Indicó a la señora del taxi hasta donde llegar, ella seguiría su camino al menos hasta su casa o algo así le había escuchado decir. Cuando llegué después de un recorrido en silencio le agradecí.
Me encontré con Sarah y Brandon, a Piera por el pasillo y a Valerie cuando fui a la oficina de Luther. Estaba agradecida, su actitud había cambiado pero aún así seguía siendo la misma chica desagradable del primer día.
—¿Venías corriendo o algo así? —preguntó ella.
—Algo parecido —tomé asiento a su lado y suspiré. Vestirme había sido un gran desafío.
Entre libros que tuve que guardar, la mochila y el bolso que traía desde la escuela de cocina no tenía más manos para poder acomodar las cosas. Estaba pasando por una etapa de estrés muy grande en ese instante, mi cabeza parecía querer explotar.
—Solo debemos esperar unos minutos —anunció Luther entrando a la oficina, la intriga estaba enlazando una cuerda al rededor de mi cuello y amenazaba con tirarla y matarme en cualquier momento.
¿Sabía la chica que estaba a mi lado que su novio me tuvo en sus piernas al menos por casi toda una noche?
Lo dudaba bastante, la conocía un poco, quizás lo suficiente para saber que se volvería loca.
O quizás no la conocía, pero aún así seguía pensando en la primera opción.
—Ya estoy aquí —volteé y me encontré con el chico del día anterior. Con ese al que no le había quitado el ojo en toda la tarde. Me sentí nerviosa y avergonzada, como una adolescente. Reí internamente.
—Que bien, es algo muy corto —comenzó a hablar el jefe —, tengo una propuesta. Se acerca una fecha importante como sabrán y el hotel se hace cargo de ello y ustedes dos —me señaló y al chico de mi derecha —son lo que tengo como un recurso, y bueno como siempre la feria se acerca y el hotel recibe a las personas. Es una oportunidad y un agradecimiento por el favor —me miró a mi mientras decía su ultima frase.
Estaba saltando en un pie.
—¿Qué habría que hacer? —preguntó el hombre a mi lado.
—Serán los encargados de preparar las degustaciones y hacer que el hotel quede entre los tres mejores hoteles con el mejor servicio en cocina del país.
Un país muy grande...
Minutos después de silencio agregó —: Será muy fácil, harán dos tipos de toda la comida que se pida, cada uno tendrá su equipo y prepararán lo mismo con sus propias recetas, la persona que alcance a entregar la mayoría de sus platos se queda con el puesto de jefe de cocina.
¿No había otra forma?
—En teoría estaríamos compitiendo —concluí.
—Siempre tan inteligente —sonrió—. Ustedes dirán, lo toman o lo dejan.
—Lo tomo —dije sin darle vueltas, mi vida parecía un maldito juego.
—Bien, acepto —se encogió de hombros y se levantó de su asiento.
—Owen, necesito hablar contigo. Belladonna contigo mañana —me corrió.
Bufé y salí de la oficina con un simple adiós. Sarah saltaría en un pie.
Cuando bajé nuevamente, no la encontré. En cambio una chica que parecía feliz y un hombre que la acompañaba a su lado sin dejarla un segundo sola se acercaron al mesón.
—Bienvenidos.
—Hola, creo que necesitamos un cuarto...—dijo pero se vio interrumpida por el hombre de cabello claro y traje.
—Una suite, de preferencia en el último piso —corrigió.
—No, solo un cuarto —contradijo la chica.
—¿Belladonna es tu nombre verdad? —cuestionó el hombre mirando el pin que señalaba mi nombre. Asentí. —Nos acabamos de casar, y queremos la suite.
—Solo necesito su identificación, debo hacer un pequeño papeleo cuando se trata de suites —comenté y se limitó a asentir.
—Necesito sus datos básicos, teléfono, nombre completo y..., solo eso —sonreí.
—Me llamo Roslyn Andersen, tengo 26 años y mi teléfono es... —interrumpió la chica obligándome a teclear y rellenar la información de la ficha —solo un cuarto, el más simple. —finalizó.
Vi al hombre tomar su brazo arrastrarla hasta él, quedaron de frente y de pronto me sentí incomoda en esa situación, tan... intima.
—No puedes dormir sola, ¿qué pensarían? —murmuró el hombre a ella y decidí concentrarme en otra cosa para no escuchar todo lo que decían.
—Bueno, a ti te gusta armar espectáculos. Te lo he dicho cuando llegamos.