El amanecer.
Allí es donde comienza todo pero para mi no había terminado absolutamente nada. Hacía minutos que le había comentado al abuelo que me quedaría junto a Max, había decidido omitir lo de ver una típica película abrazados como idiotas.
Porque no era eso lo que yo quería, ¿era tan necesario vivir eso? díganme, todo el mundo quiere pasar por situaciones románticas pero, cuando llega el momento ¿es realmente esencial?
¿Vale la pena recordar aquello completamente destruida más tarde?
No, para mi no era esencial, pensaba vivir y si aquello debía acabar, que acabara. No estaba dispuesta a dejarme querer como lo había hecho Alex; no quería un amor precario.
—¿Estás segura de que quieres quedarte con él? —preguntó la señora desde el otro lado de la línea.
—Dorothea. Solo te estoy pidiendo que le avises al abuelo.
—Bien, vino un chico y preguntó por ti. Luke, Louis, Luther algo así —dijo.
—Lo llamaré en un rato.
—Adiós.
—Buenas noches.
Esperé unos segundos por una respuesta inexistente que jamás llego y corté la comunicación entre la señora y yo.
—¿Todo bien? —preguntó Max a mis espaldas. Asentí —. ¿Con quién hablabas? —preguntó.
—Con mi abuelo —respondí.
—Dijiste Dorothea —dijo separándose de mí.
—Es... La amiga o quizá la novia de mi abuelo, no lo sé.
—Oh... Está bien.
Durante unos minutos después lo noté distante, como si pensara en algo, más de lo que debía.
Me senté junto a él en la cama y allí nos mantuvimos por al menos unos diez minutos, me era sorpréndete, ya no existía el momento incomodo, no existía aquel momento que vivimos en el hotel, ese del almuerzo. Y se sentía maravillosamente bien.
—¿Crees que mañana no llegues tarde al hotel? —preguntó.
—Son las una de la mañana Maxim, 99% de posibilidades 1% de fe.
—Es cierto, ¿quieres dormir por un tiempo? —me arrastró junto a él hacía atrás.
—Es una buena idea, pero, esto era algo como una cita. ¿Dormiremos en nuestra primera cita? —cuestioné.
—No suena como una mala idea.
Reímos durante un rato de frases estúpidas, luego nos encontrábamos mirando el techo blanco de la habitación.
Tomar nota: Jamás cocinar en conjunto.
—Esto sabe horrible —dije riendo y con la boca ardiendo. El trozo de masa estaba hirviendo.
—¿Tan malo? —rio.
—Creo que mi lengua ya no puede seguir en esto —hablé después de tomar agua.
—Mierda... —murmuró haciendo una mueca de asco —, esto es asqueroso.
—Definitivamente lo tuyo no es la cocina —me burlé.
—No soy quién toma clases —respondió y me detuve de inmediato.
—¿Tú como sabes? —inquirí.
—Luther.
—Oh.
—No soy un sicópata o algo parecido Bella —aclaró y me limité a encogerme de hombros, sonrió.
Caminamos hasta el sofá y reí internamente cuando vi el programa de palabras. Compartimos un tiempo viendo una película animada que había encontrado el chico que estaba a mi lado de forma aleatoria. No duró demasiado el relajo porque solo habían pasado minutos cuando había recibido el llamado de..., Piera.
—Estaré allí en media hora, no la pierdas de vista por favor —pedí finalizando la llamada.
Odiaba sentir que tramaba algo más. ¿Dónde estaba Brandon?
Estaba extrañada y parecía ser que el contexto en aquella situación no existía, solo que Sarah estaba en la casa de un chico, borracha.
—¿Quieres que te lleve? —preguntó Max siquiera antes de que pudiera comentarle algo.
—Lo siento mucho Max. No puedo dejarla sola —me disculpé bajo su mirada comprensiva.
—Está bien Bella, te llevaré.
Me regaló un último abrazo antes de levantarme dejándome saber que estaba bien, de todas formas no debía sentirme mal. Sarah jamás me dejaría sola en una situación como aquella.
Subimos al carro y comenzamos un camino; al menos de una hora.
Había calculado todo mal, llegué más tarde de lo que le había prometido a Piera pero cuando Maxim aparcó a un lado de la acera y preguntó si esperaba por mi me sentí relajada, aunque negué. Podía volver más tarde junto a Brandon.
—Ve por ella —alentó.
Antes de que bajara del carro, siquiera antes de abrir la puerta me jaló del brazo y en una milésima de segundo después tenía sus labios sobre los míos, o los míos sobre los suyos.
—Nunca te vayas sin despedirte —murmuró con una sonrisa, imité su gesto.
—Lo tendré presente.
Bajé del auto y caminé sujetando firmemente el mango de mi bolsa; nunca sabía cuando un ladrón estaba cerca mío. Cuando llegué a la casa de dos pisos repleta de gente miré hasta atrás, donde Maxim me seguía con la mirada. Lo último que noté fue un guiño de su parte para luego verlo perderse por la calle.
Entré y mis ojos hicieron todo aquello que pudieron; abrirse, brillar, cerrarse, entrecerrarse. Y cuando noté a Piera me acerqué hasta su lado, también estaba borracha.
—¡Hey! ¿Qué ha ocurrido? —grité por sobre la música.
—Sarah estaba...., Owen y Brandon —dijo tropezando con sus propias palabras —, y luego subió junto a Bran y después bajó borrachisima —rio.
—¿Dónde está ahora? —pregunté y se encogió de hombros.
Dejé la bolsa en el perchero que se encontraba a un lado de la puerta, parecía seguro. Al menos la mitad de las personas que pasaban por el lado dejaban sus cosas allí.
—Estoy taaaaaan borracha....
—Espérame aquí, nos iremos pronto —dije.
Me pregunté el porqué de hablar con Piera, PIERA.
Subí las escaleras después de recorrer visualmente el primer piso y escuché a Piera gritar algo, me mostró algo que tenía en sus manos pero una luz me cegó y no alcancé a ver nada, le mostré mi pulgar arriba y seguí buscando.
Llegué hasta el segundo piso y salí hasta la terraza, miré hasta arriba y encontré a Owen apoyado en la baranda hablando con un hombre, algo así como en un techo que no era un techo.