Todas las estrellas

Capítulo trece

—Solo eso, al pie de la letra señor...

—Klein.

—Señor Klein, por favor, su estado es realmente complicado.

—¿Podría no despertar?

—Eso no, ella lo hará, pero sus golpes la mantendrán muy débil. Desde ya tiene que saber que no se irá de aquí hasta que pueda ver una reducción en sus hematomas.

—¿Tiene algún problema en declarar su estado a la policía?

—No, podemos conversar sobre ello en mi oficina.

(...)

—Me quedaré aquí —escuché a lo lejos.

Era como vivir en un sueño, estaba allí y sentía mis ojos abiertos pero lo cierto de la situación es que estaba visualmente para los demás, dormida.

Y aunque mis intentos por abrir mis ojos eran demasiados, mi cerebro parecía no enviar la señal y cumplir mi deseo. No oía por mucho tiempo, solo despertaba y luego volvía a dormirme.

—¿Crees que haya sido intencional?

—Creo que no podemos saber eso. ¿Qué hora es?

—Las seis.

—Llamaré a Kathye. No iré hoy.

—Deberías llamar a su familia.

—Yo qué sé de su familia.

—A la chica de la fiesta.

—¿A la culpable de que esto le haya ocurrido? Piensas como un estúpido.

—Lo siento señor perfecto. Buscaré los números de sus padres.

—No. No es necesario, yo iré a su casa.

—¿Porqué harías eso?

—Es lo que corresponde.

—Entonces me quedaré aquí.

—Sí, no te separes de...

Entonces perdí cualquier "contacto" o lo que fuera que tenía con aquellas personas que susurraban cerca de mí, solo podía mover un dedo y solo con ello me dolía el brazo completo. A pesar de que estaba dormida no me sentía relajada, era como casi una parálisis de sueño.

Estaba atrapada.

***

—¿Crees que siga igual? Ya han pasado tres horas.

—No lo sé..., creo que deberíamos alarmarnos.

—¿Qué han dicho ellos?

—Están en la sala de espera. Él se niega a verla de esta forma, le trae malos recuerdos.

—¿Te ha comentado algo?

—Vivieron algo parecido hace algunos meses atrás.

—Oh. Llamaré a una enfermera, necesito respuestas.

(...)

—Señor le he dicho que ella está descansando, no podemos despertarla de la nada.

—¡Lleva siete horas!

—Y pasarán hasta quince, su cuerpo está agotado y adolorido. Necesita esto.

—Relájate hombre. Despertará por su cuenta.

—Deben irse... se ha acabado el horario de visitas.

—Estoy pagando, ¡y me quedaré todo el maldito tiempo que quiera!

—Hey, ya basta. Ni siquiera estás pagando una mierda.

—Es mejor que te vayas...

—¿Qué me vaya? Por tu culpa todo esto está sucediendo, si tan solo no hubieras sido una inconsciente anoche tu mejor amiga no estaría postrada en una cama con el cuerpo hecho añicos.

—Sarah no tiene la culpa de nada. Deberías culparte por ser un hijo de perra y dejarla irse sola.

—Muchachos, deben calmarse. A Bella nada de esto le gustaría y a mi tampoco. Si no es así les pediré a todos que se vayan de aquí.

***

Miré al vacío negro que estaba justo arriba de mí y deseé de inmediato pellizcar mi piel para comprobar que había despertado.

Mire hacía los lados y la luz se asomaba por debajo de las puertas, por la persiana entraban unos rayos de luz; aún así seguía todo oscuro.

Miré hacía el lado y dí con el cabello negro de una persona que tomaba mi mano. Camisa blanca y algunos tatuajes medio visibles en la espalda. Al menos lo que creía ver por lo poco y nada de luz que había.

Cuando moví mi mano levantó su cabeza de inmediato. Me miró durante unos segundos y una punzada de desilusión me recorrió el cuerpo cuando noté que no era Max, solo segundos después una ola de calor la reemplazó; Owen.

Se levantó y encendió las luces iluminando la habitación, dejando a la vista todos los hematomas morados, negros y quizás verdes que se notaban en mis brazos, la venda en mi mano y las agujas que parecían accesorios en mis brazos.

—Estás... bueno, avisaré a la enfermera —dijo, creí titubeante.

Asentí.

—Owen —lo llamé —. ¿Mi abuelo, está aquí? —pregunté.

—No, es de madrugada así que Luther lo llevó a tu casa, a descansar hace unas horas, creo...

—¿Quién más está aquí? —susurré. Tenía la garganta seca, mi cuerpo ardía y sentía que todo me crujía cuando hablaba.

—Sarah, su novio y otro hombre.

¿Era Maxim?

—¿Puedes... —comencé a hablar, pero era un esfuerzo muy grande. Me era realmente complicado —, traerme agua?

Su boca se curvó una sonrisa, la cual reemplazó rápidamente cuando dijo un seco "si".

Era a él a quién podía escuchar, pero tenía una extraña sensación de saber qué era lo que hablaban, y a la vez no recordar absolutamente nada.

Me habían dado la paliza de mi vida, y no había sido una chica como había advertido muchas veces Sarah, con eso de que podía robarle el novio a cualquier chica.

—Señorita Schwarz, soy el doctor Lynn. ¿Cómo se siente? —preguntó.

—Un poco desorientada y siento que mi cabeza hace fuerza para recordar —dije de inmediato.

Tomó la típica linterna con forma de lápiz y abrió mi ojo para luego cegarme con la luz. Asintió de pronto. 

—Efectivamente. Debes descansar un poco más y no te apresures por recordar, en un tiempo ya estarás completamente bien. 

—¿Qué pasa con mi dolor corporal? 

—Oh, te daré unos medicamentos y una enfermera vendrá a administrarte más suero en unas horas. Te encontraron en estado de hipotermia y has dormido un día completo, me alegro de que al menos hayas despertado —dijo finalmente, guiñó un ojo y seguido abandonó la habitación. 




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