Son
El cielo está completamente cerrado, no pasa ningún rayo de sol y están empezando a caer las primeras gotas.
Debe de ser porque las navidades están a la vuelta de la esquina y a la madre naturaleza no le gusta que corten árboles vivos para ponerlos de adorno y llevarnos hasta arriba de cosas.
Pese al ímpetu de Amber de llevarme hoy al centro comercial para comprar cosas no va a conseguir que me guste más o que lo odie menos. Aún me cuesta andar pero el doctor me ha dicho que tengo que empezar a andar con normalidad. Al menos en el trabajo me han dado unas cuantas semanas para que me pueda recuperar con normalidad.
Además de todo lo que hemos pasado, venimos de semanas muy convulsas y muy ajetreadas donde hemos estado muy separados. Pero al menos todo esto ha provocado que estemos más juntos todavía.
Recorremos tienda a tienda sin dejar ninguna por pasar. Amber quiere probarse todas las cosas que le vuelven loca. Tampoco se detiene en su afán de comprar adornos navideños. Creo que en casa ya no cabe ninguno más o al final vamos a tener que irnos a la calle.
El que necesita salir a la calle ahora mismo soy yo. Necesito fumar un poco aunque el doctor me ha recomendado que no lo haga, no le voy hacer caso a todo lo que me diga.
Pero en el fondo en cuanto la observo toda mi idea se desvanece y cambio de opinión. Quiero disfrutar de estar a su lado y de este momento. Me puedo dar con un canto en los dientes de que al final no ha sido nada todo lo que ha pasado y decidió volver y perdonarme. En el fondo se que me ama porque sino una persona no aguanta mis idas y venidas y mucho menos hace lo que ha hecho Amber por mi.
—¿Te gusta como me queda este vestido? —pregunta Amber saliendo del probador y sacándome de mis pensamientos.
El vestido es azul cuelo y tiene una forma que le realiza la cintura.
El vestido le queda como anillo al dedo. Es imposible que le quede mejor y provoca que se me caiga la baba.
—No hay persona en el mundo que le pudiese quedar mejor ese vestido.
—Gracias —responde poniendo una sonrisa en su rostro—. Creo que me lo voy a llevar.
Después de estar mirando unas cuantas cosas Amber consigue que me compre un pijama de navidad a juego con uno que se ha comprado al principio.
Creo que venía con la idea en la cabeza y yo no voy a ser quien para quitarle la ilusión estas últimas semanas y sobre todo con estos últimos días que hemos vivido. Se merece esto y más.
Salgo del centro comercial con tres bolsas llenas y ella pegándose a los escaparates de las tiendas como si fuese una estrella de mar.
—¿A dónde vamos? —pregunto mirando la hora y comprobando que aún es temprano. La observo unos instantes y veo que tiene el rostro cansado. No he querido preguntar pero seguro que todos estos días apenas he dormido.
—He visto que hay una feria aquí al lado.
Si no la conociera pensaría que es una auténtica cabezona por no descansar.
—¿No prefieres ir a casa a descansar?
—¿Bromeas? Prefiero mil veces esto. Da igual que esté un poco cansada.
La acaban de poner y como la dejemos para otro día no va a ver forma de ir porque se va a llenar de gente.
—¿A quién quiero engañar?
Es Amber Taylor, la cabezonería en persona.
Me coge de la mano y sin dejarme contestar me arrastra por las calles. Llegamos y no cabe ni un alfiler.
Valla, todo el mundo ha debido pensar lo mismo.
—Me da igual, vamos —me sigue arrastrando.
Veras, yo de aquí salgo chocando con diez personas mínimo. Amber comienza a mirar puestos y atracciones.
—Mira… —dice señalando un puesto que pone “la bruja que predice el futuro”
“¿Quién diantres hace el casting de los puestos?
—¿Vamos a ver que nos dicen?
Anda la otra. No quiero sonar rancio pero no quiero decirle que vale. Tan solo me limito a estar en silencio lo que ella lo interpreta como un si. Está claro que entiende lo que quiere.
Llegamos hasta el puesto y por supuesto está vacío. Al menos no vamos a tener que hacer colas. Algo bueno tenía que tener.
Una mujer con la piel morena, pelo negro como mi futuro y una berruga como una canica en la cama le coge la mano a Amber.
—¿Quieres que te lea el futuro?
“Madre mia”
Pienso para mis adentros.
—Si, por favor.
—Veo un futuro feliz, pero lejos de estas tierras.
Evito no partirme de risa pero mis muecas de la cara no dicen lo mismo y muestran una risa silenciosa que trato de ocultar con la mano.
—¿Algo más?
—Eres la dueña de tu destino. Todo lo que ocurra a partir de ahora depende única y exclusivamente de ti.
—Está bien —se queda pensativa y la mujer con ropa estrambótica me mira fijamente.
—Te toca a ti.
“No es necesario que lo hagas”.
Me repito a mi mismo una y otra vez.
Pero me giro y me encuentro con el rostro al que no puedo decir que no. Ni siquiera a esto.
Me doy la vuelta y resoplo arrepintiéndome de la decisión que estoy tomando ahora mismo. Finalmente accedo y le doy la mano.
—Eres un chico con mucha suerte —se atreve a decirme en toda mi cara y después del mesecito que llevo.
—Señora la bebida le ha sentado mal eh —decido no hacerla caso y ella a mi tampoco mientras Amber me da un codazo para que deje de ser tan impertinente.
—Pero tambien veo un cambio muy brusco en tu vida, veo un futuro muy negro.
No si ya lo decía yo antes. No puedo evitar echarme a reír completamente.
—¿Que me va a pasar?
—Eso no lo sé, pero un mal presagio noto.
—Está bien. Escuche dime cuánto le debo que nos tenemos que marchar —paso completamente de ella.
—No me tienes que pagar nada. Nos veremos Son Best.
Me quedo pálido al escuchar mi nombre completo. Tal vez había escuchado mi nombre cuando llegamos pero nunca he dicho el apellido.
—Hasta luego —digo despidiéndome más blanco que un pan de molde crudo y huyendo de allí.