Todas mis razones para luchar por ti

Capítulo 15

Son

Mi abuela no ha dejado de darme comida desde que he llegado. Creo que quiere que salga rodando como una rosquilla.

—¿Estás listo para irnos? —pregunta mi abuelo mientras termina de colocarse la camisa que acaba de coger del armario.

Seguro que mi abuela las tiene perfectamente colocadas y sin ninguna arruga. Todo está bien colocado hasta que llega mi abuelo y decide descolocarlo.

—Creo que la abuela me tiene que sacar dos buffet más pero después de eso sí que lo estaré.

—Que exagerado que eres —dice mi abuela que entra con una bandeja llena de galletas de chocolate caseras—. Tan solo le he dado unas cuantas galletas de estas, tres creeps, dos donuts y una tostada de mantequilla. Es que estoy creciendo.

—Eso sí pero a los lados como siga así no a lo alto. Tengo que mantener mi línea —digo bromeando y buscando mi abrigo para ir con mi abuelo a ver el baloncesto. Hace unos meses que se lo prometi y hoy vamos a ir a un bar deportivo. Espero que no haya mucha gente.

El trayecto hasta el lugar se me ha hecho más largo de lo que recordaba. Mi abuelo se ha ido quejando hasta de las líneas de la carretera. Yo tan solo he ido dándole la razón en cada una de sus protestas.

Entramos al bar y está hasta arriba de gente del pueblo.

¿Es que no hay otro maldito lugar para ir a ver el baloncesto?

Decido pensar que no y acto seguido voy en busca de una mesa medio decente.

Pero la más limpia que encontramos está lleno de restos de cerveza. Eso en el restaurante que yo trabajo no pasa. De repente me da el bajón pensar que en cuatro días tengo que regresar a Phoenix para volver al trabajo.

Joder que rapido se estan pasando los dias.

—¿Que van a tomar? —la voz de la camarera me saca de mis pensamientos.

—A mi ponme una cerveza bien fría —declara a los cuatro vientos mi abuelo para mimetizarse con el ambiente.

Yo odio profundamente el olor a cerveza y la cerveza en sí misma.

—¿Y a ti que te pongo?

“De los nervios señora”

—A mi ponme un refresco, el que más rabia te de.

Asiente y se marcha de nuestra posición.

—A ver si ganamos hoy —anuncia mientras se pone a observar la televisión y ver el calentamiento.

Por un lado tengo ganas de ver el partido y despejarme de todo y por otro lado echo bastante de menos a Amber.

Ahora en un rato la llamaré. También tengo que aprovechar para ir allanando el terreno y hablaré un poco de mi madre para ver lo que piensa. Todo puede ser una bomba de relojería. Y no quiero encenderla en este momento.

La camarera nos sirve las bebidas y mi abuelo comienza a beber la mitad de la cerveza en un sorbo. Es lo que viene siendo habitual en los últimos partidos que hemos ido a ver.

—Lleva cuidado recuerda como te pusistes el ultimo dia —digo recordando que la última vez que vinimos tuve que sacarle casi a rastras del lugar.

Había bebido tanto que no podia mantenerse de pie. Creo que esa es una de las razones por las que odio tanto la cerveza.

—No te preocupes… que yo controlo —trata de tranquilizarme pero no lo consigue cuando vuelven a beber otro gran sorbo casi provocando que se terminase la cerveza.

—Vamos a ver el partido y ahora pedimos otra.

Le ruego carismaticamente pero no lo consigo cuando le observe levantar el brazo y hace señas que le ponga otra. La camarera no tarda en hacerlo y yo la miro perdonando su vida.

Ella hace lo mismo y pone gestos de que es su trabajo. Decido evadirme del tema y mirar el partido que ya ha empezado. Una jauría de gritos descontrolados me saca del partido. Viene de fuera y cada vez es más fuerte.

Se abre la puerta y hay una docena de personas que vienen con camisetas del equipo contrario.

—Joder esto se esta poniendo interesante.

Se me escapa pero enseguida me doy cuenta que no me ha escuchado nadie. Ni siquiera mi abuelo que parece ajeno a todo lo que está pasando.

—Vamos tienes que machacar esa si los otros son malísimos —declara mi abuelo a los cuatro vientos y llevandose la atención esta vez sí de todo el establecimiento.

Le pegó un codazo para que se de cuenta de lo que está ocurriendo. Todos han pasado por completo del comentario y siguen viendo el partido. Después de dos minutos de tensión puedo volver a respirar con tranquilidad.

Por un instante se me había olvidado hacerlo. Le pegó un sorbo al refresco para recuperar el aliento.

—Eso es falta, que malo que es el árbitro —lanza una acusación cuando claramente lo golpea pero nadie en el bar parece pensar igual.

—Eh o se calla o lo vamos a tener que callar nosotros —un armario empotrado de dos por dos que casi no cabe por la puerta nos desafía interponiéndose entre la mesa y la pantalla.

Me pongo de pie y trato de devolverle el desafío. No sé lo que estoy haciendo pero casi tiro la mesa.

—Eh vamos a tener la fiesta en paz —un hombre calvo, con patillas y de mediana edad sale de detrás de la barra. Por su forma de vestir tiene toda la pinta de que es el dueño del antro que se está empezando a convertir esto.

Estoy a un paso de coger a mi abuelo e irnos de aquí. Pero eso es lo que quieran. Es lo que buscan y no voy a darle ese placer. Eso lo he aprendido de Amber.

Como muchas otras cosas. Me acuerdo de ella y de que al final no la he llamado. El olor de cerveza agria que proviene del aliento del sujeto de delante que hace que salga de mis pensamientos.

—Nada, no pasa nada —mi abuelo contesta por los dos y yo me paso la mano por el pelo para peinarme.

Hace mucho calor en este antro.

¿No encienden aquí el aire acondicionado?

Estoy apunto de estampar el armario empotrado en el cristal de la entrada a ver si con suerte entra algo de aire.

Ni se inmuta, sigue de pie plantado supongo que esperando a que le diga algo pero va a ser que no. Me levanto de nuevo y me marcho al baño. Necesito echarme algo de agua por encima.

Las cuatro paredes del baño son mucho más pequeñas de lo que mi respiración ahora necesita.



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En el texto hay: pareja, adolescente, amor

Editado: 27.08.2025

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