Todo comenzó y terminó en el lago...

Capítulo 2

Lucía...

—¡Hola! —me envuelve en sus brazos y en ese momento siento paz, siento que nada malo está pasando —Te extrañé en la escuela, ¿Por que no estabas?

—Tuve que ir al médico... —le respondí, sin separarme de su abrazo.

—¿En serio? ¿Por qué? —pregunta con preocupación.

Me alejo unos centímetros de él, para poder mirarlo a los ojos.

—Nada, nada —le sonrió, para tratar de tranquilizarlo —Solo unas revisiones anuales.

—Ah, entiendo...

Agarra mi mano, deja un pequeño beso sobre ella, y le doy leves caricias en su mejilla con mi pulgar.

—Tengo que hacerte una pregunta...

—Dime amor.

—¿Cuánto me amas? —pregunto y bajo la mirada con miedo de su respuesta.

Con su mano en mi mentón, me sube la mirada, conectando nuestros ojos y veo ese brillo especial que tiene desde que lo ví por primera vez.

—Sabes que te amo más que a nada en este mundo.

—Si —sonrio y me pongo en puntilla para poder besar su mejilla.

—¿Por qué preguntas? —dice con curiosidad y me quedo en silencio sin saber que decirle —¿Algo anda mal? —pregunta, al ver que bajé mi mirada hasta nuestros pies.

—No, nada, ¿Cuánto te importo?

—Si pudiera... te daría el mundo en un latido del corazón.

—¿Lo harías? —pregunto, apretando nuestras manos unidas.

—Si, lo haría, ¿Ocurre algo malo?

—No —vuelvo a negar —Esta todo bien...

—¿Segura? —vuelve a preguntar y yo asiento.

—Si, segura.

—Bueno, eso espero —él asiente poco convencido.

—¿Morirías por mi?

—Recibiría una bala por ti amor.

—¿En serio?

—Siempre que fuese necesario... ¿Ocurre algo malo?

—No, está todo bien, estás bien, y todos estamos bien...

—Bueno... Ok —me mira extrañado.

Seguimos caminando, hasta que llegamos a nuestro lugar favorito, el lago. Suspiré hondo sintiendo todo el aire fresco entrar a mis pulmones, sonreí cuando sentí sus brazos alrededor de mi cintura, abrazándome con fuerza.

Dejé caer mi cabeza en su hombro, sintiendo el agradable calor que me proporcionaba su cuerpo.

Segundos después, me levanta, y me da vueltas en el aire, riendo a carcajadas, después de haber recibido esa mala noticia, después de sentir como mi mundo cayó en ese instante que escuché esas palabras;

Tienes cáncer y está muy avanzado...

Me aferro a su cuerpo cuando vuelvo a tocar el suelo con la planta de mis zapatos, lo miro directamente a los ojos y sin esperar un segundo más, juntamos nuestros labios en un dulce beso.

Así pasamos el resto de la tarde, tomamos helados mientras conversábamos de cualquier cosa que saliera a flote.

Fue perfecto, todo era lindo, risas, amor, felicidad.

Pero todo tiene un final.

En ese momento mi celular sonó, miré la pantalla y vi que era mi madre.

—Hola, mamá.

—Hola, hija, ¿Dónde estás?

—En el parque con Matteo.

—¿Ya le dijiste? —preguntó con curiosidad.

—No.

Fue lo único que respondí.

—Hablamos sobre eso cuando llegues, no vengas tarde.

—Esta bien, mamá.

—Te amo, mi niña.

—Yo también te amo mamita.

Corté la llamada y volví a guardar el celular, él me miró a los ojos y me regaló una sonrisa, yo se la devolví haciendo todo lo posible de no derramar ni una sola lágrima.

—Me tengo que ir, ya es tarde —fue lo único que dije después de un rato en silencio.

—Yo te acompaño —dice levantándose y extendiéndome la mano.

—No, no te preocupes, yo voy sola, quiero ir sola —tomo su mano, aceptando su ayuda para ponerme de pie.

—Esta bien, ten cuidado por ahí por favor, me llamas cuando llegues.

—Si, te amo.

—Yo te amo más —me da un fuerte abrazo.

Después del abrazo, junta nuestros labios, en un beso de despedida, cuando nos separamos me doy la vuelta y camino en dirección a mi casa.

Al llegar, subí a mi habitación, dónde mi madre me esperaba.

—Ven, sientate —palmea el lado derecho de la cama.

Yo asiento y me siento dónde me dijo, nos quedamos en silencio por unos segundos, hasta que se decide a hablar.

—Tienes que decírselo, Luci.

—No puedo —niego, bajando la mirada.

—Sé que es difícil, pero él tiene derecho a saber.

—Solo lo voy a lastimar si le digo.

—Él te ama mi amor, no dejes que el miedo te gane, si le dices, él estará a tu lado, dándote su apoyo.

—Y eso es lo que no quiero...

—¿Cómo? ¿No quieres que esté a tu lado?

—No, no quiero que sufra por mi culpa, no quiero que caiga a este vacío en el que estoy cayendo, no quiero que deje su vida tranquila por mi, para cuidarme, ¿Que hará cuando yo no esté? Después de eso, su vida va a depender de mi, y yo ya no voy a estar para sacarlo de ese hueco.

Comencé a llorar, soltando todo lo que llevaba por dentro. Ella decidió no decir nada más, solo abrazarme, dándome esa seguridad que solo una madre te puede dar con un simple abrazo.

Al paso de los minutos, mis sollozos dejaron de escucharse y mis ojos se fueron cerrando poco a poco...

Observo el lugar, es un cuarto demasiado solitario, solo hay una camilla con un cuerpo sobre este, las paredes blancas, una lámpara que alumbra la pequeña habitación y una ventana que deja ver el atardecer caer.

Entonces, la puerta se abre, veo una silueta de un hombre, pero no logro visualizar quien es. 

Él chico se acerca con cautela a la camilla, y es cuando lo puedo ver, es Matteo, el toma la mano de la chica, me acerco a la camilla y entonces observo mi pálido rostro.

—Me prometiste que no me dejarías —es lo primero que dice, con la voz quebrada.

Yo solo observo la escena, me acerco a él, trato de tocarlo pero no puedo, algo, una fuerza mayor me lo impide.

—¡Lucía! —grita mi nombre y su rostro se enrojece por la fuerza —¡Me prometiste que estarías toda la vida conmigo! ¡Que nos casaríamos, tendríamos hijos y formaríamos una hermosa familia!



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En el texto hay: #amor #drama #dolor

Editado: 29.03.2022

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