Todo comenzó y terminó en el lago...

Capítulo 4

Matteo...

—¿No sabes nada de ella? —le pregunto al moreno.

Hace días que Lucía no viene al colegio, no contesta mis mensajes ni mis llamadas. Ya no sé qué hacer.

Lo único que puedo hacer es preguntarle a su mejor amigo, algo debe de saber.

—No —niega —Pero creo que deberías llamar al hospital luego de clases...

En ese instante, sentí una sensación de miedo recorrer todo mi cuerpo.

—¿Que? ¿Por qué?

—Solo hazlo —me dió un pequeño papel, lo miré y estaba escrito el nombre del hospital y el número del mismo.

Él se aleja, dejándome solo en medio del patio. Sigo observando la nota, sin esperar unos segundos más, sacó mi celular del bolsillo delantero y marco al número correspondiente.

—¿Con quién le comunico? —pregunta una voz femenina del otro lado de la línea telefónica.

—Estoy tratando de encontrar a una amiga... —eso último lo digo en voz baja, no me gustaba decir eso, porque para mí no era una amiga, era con la chica que quería pasar el resto de mi vida.

—Bueno, dígame su nombre...

Me quedo en silencio unos segundos y me arrepiento de haber llamado.

—No, olvídelo, debe ser un error...

Antes de colgar, la mujer vuelve a hablar.

—Solo dígame su nombre.

—Se llama Lucía García de la Paz.

—Bueno, deme un segundo.

—Ok...

Unos segundos después, vuelve a la línea y contesta;

—No hay ningún error, ella es una paciente de aquí.

—¿En serio? ¿Cómo está ella? ¿Que le ocurre?

La preocupación se apodera de todo mi cuerpo.

—Su habitación es 345.

—¿Que ocurre? —musito, sintiendo el aire faltar a mis pulmones.

—Por favor joven, venga y podrá verla...

La llamada se cae, miro la pantalla por varios segundos. Sin pensarlo dos veces guardo el celular, voy a mi casillero, guardo todo dentro de la mochila y salgo con cuidado sin que nadie me vea.

Cuando me encuentro en medio de la calle, detengo un taxi, le entrego la dirección y me lleva hasta allí.

Me bajo del taxi, pago la cantidad que me pide y me detengo frente al gran hospital, respiró hondo y con pasos seguros entro al hospital.

—Hola —detengo a un chico que vestía de enfermero —Me podría decir dónde está la habitación 345.

—Claro —me sonríe —Tercer piso, a la derecha.

—Muchas gracias.

—De nada...

Es lo último que escucho, ya que voy corriendo al ascensor, espero unos segundos que parecen eternos, dejo el lugar y corro a las escaleras, subo cada escalón con mucha prisa, al llegar doblo a la derecha y me detengo frente a la puerta con el número 345.

Con las manos temblorosas, agarro la manilleta, la bajo y empujo con cuidado la puerta hacia adentro. Doy un paso hacia alante y veo a la chica sobre la camilla recostada. Sus ojos se encuentran cerrados, sus mejillas pálidas, y sus labios de un color rosa demasiado claro, todo lo contrario a cuando la conocí.

Me acerco en silencio y me siento en la silla que se encuentra al lado de la camilla, agarro su mano dejándola entre las mías, se encuentran frías.

—Dios mío —murmuro sin poder creerlo.

Dejo un beso sobre su mano y la miro, sus ojos se comienzan a abrir lentamente y al mírame veo como sus ojos brillan.

—¿Estás bien? —no, claro que no lo está, solo mírala.

Ella se queda en silencio y me siento un estúpido al hacerle esa pregunta.

—Por favor hablame... —pido con dolor —Dime algo.

—Yo... —sus palabras salen roncas, con debilidad.

—¿Tu que?

—Yo... Tengo cáncer... Estoy en un soporte de vida, me van a transplantar mañana mismo...

—¿Por qué... por qué no me lo dijiste?

—Quise decírtelo... —una lágrima cae por su mejilla, al instante la elimino de su rostro con mi pulgar —Pero no pude.

—¿Por qué no me lo dijiste? —vuelvo a preguntar, pero esta vez en un murmuro y con lágrimas recorriendo mis mejillas.

—Quise hacerlo pero... No quería lastimarte.

Baja su mirada y cierro los ojos con fuerza dejando escapar un sollozo.

—Nunca me lastimarias con ello... Al contrario, hubiera estado a tu lado en cada momento malo que has pasado.

—También quise ver si me querías tanto como yo a ti... —un sollozo salió de su garganta y se escuchó en toda la habitación —Quiero que me prometas algo.

—¿Que?

—Que pase lo que pase, nunca te rendirás, puedes salir adelante día a día. ¿Me lo prometes?

—Te lo prometo, mi amor.

Pongo mi cara sobre mis manos y las de ellas, llorando, desahogandome, sintiendo como mi mundo se va desmoronando poco a poco.

—No estés triste —sus dedos se enredan en mi cabello y comienza a acariciarlo con ternura —Te amo y siempre estaré contigo.

—¿Entonces por qué terminaste conmigo? —pregunté en un hilo de voz.

—Muchachos, las horas de visitas terminaron...

Él salió de la habitación, y nunca supo que ella había querido oírle decir unas últimas dulces palabras hacia ella...
 


 



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En el texto hay: #amor #drama #dolor

Editado: 29.03.2022

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