Su respiración era pesada, gotas gruesas de sudor corrían por su rostro y sus piernas temblaban como gelatina. Sunghoon estaba agotado.
—¡Puedes hacerlo mejor, Hoon! ¡De nuevo! –su entrenador notaba el cansancio en el muchacho, pero no estaba conforme con el desempeño de su alumno.
Sunghoon tragó lastimando su garganta reseca y procedió a ejecutar la coreografía desde el inicio.
Las nacionales estaban a la vuelta de la esquina, y este año Sunghoon debía obtener el primer lugar por cuarto año consecutivo.
Había hecho todo lo posible para permanecer en el primer puesto luego de la renuncia de su mayor competencia, ganando el oro tres años seguidos. Pero, al pasar los años, este hecho despertó ciertos sentimientos incómodos en Sunghoon.
Estaba feliz por conseguir el oro como siempre quiso, más no se sentía satisfecho con su talento. Él ganó el oro solo porque le dejaron vía libre, no porque había desplazado a la competencia.
Se dió cuenta de que seguía siendo el segundo.
—¿Estás bien, hijo? –cuestionó el entrenador al ver la dolorosa caído en aquella pirueta.
Sunghoon asintió poniéndose de pie para ir a las bancas en busca de agua.
—¿Qué te parece si cambiamos ese salto?
—Ni hablar –contestó él disgustado–. Ese salto es de nivel profesional, nadie en la categoría Senior hará ese salto.
—Y tú aún no lo dominas.
—Puedo hacerlo. Aún me queda dos meses. Me saldrá. –aseguró con determinación.
—Lo necesito impecable para final del mes. Si para esa fecha no está pulido temo que debe cambiarse.
—Le prometo que saldrá, entrenador. Deme tiempo.
—No se diga más. Nos vemos el viernes.
El muchacho asintió a modo de despedida, informando que se quedaría unos minutos más repasando, y el entrenador se retiró pidiéndole que no se acostara tarde.
Este año la presión era más fuerte. Sunghoon alcanzaría a Kim Hye In y seria el segundo patinador en conseguir el oro por cuatro años consecutivos.
Y estando en sus posibilidad el año siguiente rompería el récord, quitándole el puesto a Hye In del patinador con más medallas de oro en las nacionales.
El cielo es el límite, pero estaba seguro que podía llegar más allá de las estrellas.
***
—¿Listo para enfrentar la escuela? –Hoon miró los ojos de su amigo Jaeyoon por el retrovisor e hizo una mueca.
—Para nada.
—Tranquilo. Nadie te tomará fotografías ni te pedirán autógrafos. Está prohibido.–dijo su otro amigo Riki como consuelo.
—Pero sí habrán muchas chicas cuchicheando a tus espaldas queriendo acercase a tí –bromeó Jaeyoon–. Gran ventaja, ¿no?
—Una entre tantas desventajas –bufó molesto el chico–. Tareas, profesores, uniforme, más tareas... y lo peor de todo, menos tiempo para entrenar.
—Vámos, no es tan malo. Verás que te adaptarás fácilmente.
—Sí, ahora salgamos antes de que lleguemos tarde a la primera hora. –en mutuo acuerdo los tres jóvenes salieron del auto, siendo recibidos por muchas miradas femeninas.
Debido al tiempo que le dedicaba Sunghoon a su entrenamiento no había espacio para ir a la escuela, por lo que estudiaba en casa. No obstante siendo este su último año le fue exigido asistir al plantel.
Los tres chicos entraron siendo el centro de atención, no solo por su atractivo, también por ser Park Sunghoon una celebridad. Todos conocían al príncipe de hielo.
—Miren, allí va mi chica –señaló Riki a una chica de aspecto tierno y semblante serio que cerraba su casillero–. ¡Eunseok! Nos vemos, chicos.
—Ve tranquilo, tigre –se despidió Jaeyoon viéndolo correr hacia su novia–. No supero que el mal nacido de Nishimura nos haya abandonado por una chica.
—No seas tonto. Gracias a Eunseok ese niño ha madurado. –bromeó Sunghoon haciendo reír a su mejor amigo.
Ambos entraron a su primera clase, la cual compartían. Se sentaron en los primeros pupitres charlando de temas randoms a la espera del profesor.
Dejaron de hablar a causa de una escandalosa risa que se iba acercando poco a poco. Un chico sonriente de cabello castaño se detuvo delante de la puerta cargando de caballito a una chica de pelo naranja. Muy naranja.
—Espérame aquí para el almuerzo –le dijo el muchacho dejando en el suelo a la chica y ella asintió–. Adiós, Noona.
—Nos vemos, Sunoo –entró al salón con una enorme sonrisa y se detuvo en medio de este–. ¡Buenos días!
Los presentes correspondieron su saludo con la misma energía contagiosa de la chica, a excepción de Park.
—¿Y esa quien es? –cuestionó sintiendo familiar de algún lado el rostro de la muchacha.
—Ah, ella. ¿Te gustó? –codeó a Hoon, quién perseguía a la chica con su mirada hasta el último asiento.
—Para nada –rodó los ojos por el comentario de su amigo–. Solo que siento que la he visto antes.
—¿En serio? Qué extraño, no vive muy cerca que digamos. Se llama Kim Hye In.
¿¡Kim Hye In!?
La mejor patinadora de su categoría, la campeona invicta por cuatro años consecutivos, la reina del hielo, la chica que abandonó todos sus títulos y desapareció estudiaba en la misma escuela que él.
Estaba en completo shock. Se sentía extraño, después de muchos años sin saber de aquella chica por fin encontraba respuesta a una de las incógnitas que tanto se hacía.
¿Qué estará haciendo justo ahora?
Pues asistiendo a la escuela como cualquier chica promedio, como si nunca hubiera sido una estrella del patinaje artístico, como si nunca hubiera abandonado un trono.
***
En el almuerzo Sunghoon no dejaba de ver la mesa en la que se encontraban Hye In, el chico que fue a buscarla al salón y otra chica más. Los tres bromeaban de algo que desconocía y ella se veía muy feliz.
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Editado: 30.01.2024