¿Qué sentido tenía una venganza en realidad? Los demás no lo entenderían. A nadie le importaría y mi situación seguiría siendo la misma de siempre.
Yo seguiría siendo una Sofía tonta, impopular. Una Sofía fantasma. Lo mejor sería mudarme, cambiarme de colegio o incluso tomar clases particulares. Mis padres eran buenísimos, ¡pero no entendían eso!
Casi siempre he vivido con la sensación de que me falta algo, y hasta ahora no tengo idea de qué puede ser, y me torturo en pensamientos por sentirme así, porque no debería, porque tal parce que lo tengo todo. ¿De verdad suelo ser tan mal agradecida? ¿Qué está mal conmigo?
Ángel me sugería una venganza. Él podía ayudarme a hacer algo de lo que yo, por mí misma, no era capaz. Sentía incertidumbre, estaba llena de dudas. Quería, pero a la vez no. No estaba segura de nada.
Y ahora él estaba enojado. O bueno, quizá no enojado, pero sí muy serio. Le había dicho que la idea de venganza era estúpida y que no necesitaba su ayuda. Quizá también me había puesto en una actitud inmadura, porque sólo le dije eso y le puse mala cara, sin escuchar sus réplicas. ¡Era una pelea tontísima!
Quizá también se debiera a que me sentía avergonzada después de contarle todo el rollo que había tenido en el colegio, y de paso, también terminé contándole lo de Gabriel. Me había quedado sin amigos y eso me hacía sentir muy miserable.
—¿Por qué estás tan callada?—Estábamos en mi habitación, sentados en el suelo con el cuarto a oscuras. Sólo llegaba un poco la luz desde la ventana, gracias a la gran y brillante luna de esa noche, y algunos focos luminosos de la calle.
—Yo me preguntaba lo mismo al respecto de ti.
—¡Oh! Yo no sé, de pronto dejaste de hablar y yo comencé a sentirme muy incómodo con la mirada del gato estúpido sobre mí. ¿Te has dado cuenta? ¡Me observa con ganas como de matarme! ¿Cómo puede ser posible?
—¿Y no estás enojado?
—¿Enojado?—Ángel me observó con extrañeza—¿Por qué lo estaría?
—Es que no decías nada, estabas serio…
Ángel se encogió de hombros—¿Y eso qué?
—Nada…
A ratos sentía que Ángel y yo no nos entendíamos. Su personalidad era compleja, a veces creía que podía confiar en él, pero otras me resultaba distante, peculiar y peligroso. De todos modos, apenas lo estaba conociendo.
—Repíteme por qué no quieres vengarte—exigió Ángel.
Puse los ojos en blanco—¿Qué haría? La mayor parte de los que conozco tienen una mala imagen de mí, haciéndole algún daño a ella, quedaré peor y, además, todos están de su lado. Nadie me escucharía.
—Yo te escucho.
—Gracias, pero…
—¿Cuál es su postre favorito?
—¿Qué?
—Si no te van a escuchar a ti, que la escuchen a ella. Creo que puedo preparar un hechizo para la verdad. La encararás en público y ella no podá negarse a soltarlo todo.
—¡Oh! ¿De verdad puedes hacer eso?
—Claro. Hechizar a humanos es fácil, a Magos y a Brujas no. Quizá fue por eso que mi hechizo de sueños impactó en ti y no en Anastasia. Tú y Dúpin estaban en mi cabeza todo el tiempo.
—Pensé que nos detestabas—solté, más bromeando que hablando en serio.
—Sí, yo también, pero creo que al final no.
—¡Oh, no puedo creer que eso que dices sea en serio!—dije, fingiendo indignación.
—¿Acaso me vas a decir que yo te caía de lo mejor? Dije que iba a matarte, estarías loca de querer tenerme cerca. Y oye, una cosa, tus problemas son increíblemente simples. Al contarlo lo haces ver como si fuera más fácil cambiar tu vida por completo o morir y… No es así en lo absoluto. Yo puedo ayudarte con esto y no te pido algo a cambio, o si quieres puedes tomarlo como trueque por dejar quedarme en tu azotea.
Sus palabras me enojaban, pero en el fondo sabía que él estaba en lo correcto, incluso ya me había repetido algo similar a mí misma antes. No tenía la peor vida de todas, sólo estaba en el medio de un cúmulo de malos momentos que pasarían y de pronto despertaría, habría pasado el tiempo, miraría al pasado y mi gran problema de hoy se habría convertido en una minúscula mancha borrosa.
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Editado: 28.10.2018