No tengo un pasado tortuoso y mi presente es conflictivo hasta un punto tolerante, al menos bajo mi punto de vista. Muchos chicos y muchas chicas de mi edad han sufrido de acoso escolar en mayor o menor medida y han salido victoriosos. Mi caso no resultaba terrible, sobre todo teniendo unos padres como los míos.
Quizá he sido un poco descortés al no tratar mucho con ellos. Constantemente siento que puedo resultar una molestia, así que los evito. Sé que ellos tienen sus problemas y su vida aparte de mí, además, disfruto estar sola. No requiero de demasiada atención, aunque ellos suelen esforzarse mucho por tenerme presente más de lo debido.
Mi madre es una mujer muy hermosa y tiene una cabeza y unas ideas ¡que alucinan! Es rapidísima para todo, si algo no lo comprende, en cosa de segundos lo aprende y lo domina. Suele pasar el tiempo en su trabajo y cuando está en casa, ella y papá duermen mucho o salen a comer. Me gusta ver que se amen, al menos aparentan ser muy felices.
Papá es muy preocupado por mis notas, desde pequeña me ha ayudado a estudiar y a rendir lo suficiente como para obtener calificaciones brillantes. Para él la educación es la clave del éxito, y de hecho, continúa estudiando.
La razón por la cual a él le preocupan tanto mis estudios (creo yo) radica en que jamás tuvo ese apoyo o una motivación propia para hacerlo de pequeño. Su familia tenía dinero y permitía a sus hijos e hijas malgastarlo. No habían reglas. Cuando conoció a mi madre su perspectiva de mundo comenzó a cambiar. Me gusta su historia. La del niño pesado y desordenado de la clase y la niña sobresaliente de carácter fuerte. Eran muy pequeños y al principio se detestaban, pero el tiempo y los hechos los llevaron a terminar juntos.
Algún día tendré mi propia historia de amor, como la de mamá y papá.
Ahora bien, mis padres me ofrecían terminar mis estudios de manera independiente a la escuela, dando exámenes libres. Iba a darles mi respuesta de forma oficial.
—¿Aún puedo continuar?—los rostros de ellos se mostraron sorprendidos de sobremanera ante mi pregunta—, no quiero dejar la escuela.
—Bueno, has faltado mucho, pero hemos estado en contacto con la directora y… creo que aún es posible hacer algo—opinó mi madre—¿Estás completamente segura, cariño?
—Lo estoy.
—¿Quieres volver mañana mismo?—habló esta vez mi padre.
—Sí.
Ellos volvieron a mirarse con asombro, parecía que les costaba trabajo disimularlo o quizá ni se esforzaban. Entendía eso, era una reacción totalmente inesperada de mi parte.
—Hice un nuevo amigo y él entrará a mi escuela—comenté—creo que ya no estaré sola.
—¿De verdad? ¿Por qué no lo invitas a casa?—sugirió papá. Parecía que de pronto una chispa de felicidad había nacido en él. Claro, a él más que a nadie le alegraba la noticia de saber que volvería a los estudios.
—Le diré que venga mañana.
Era parte de mi plan y no sólo consideraba el hecho de que Ángel comenzara a asistir a mi escuela. Además, tenía en mente hacer que pudiera vivir con calma en casa sin tener la necesidad de esconderse. Tomaría tiempo, una excelente excusa y niveles impresionantes de actuación, pero lo lograría de algún modo.
—Ya te he dicho esto, pero… es normal que a tu edad los chicos sean crueles—comenzó a hablar mamá—, bueno, puede pasar a cualquier edad en realidad. Lo importante es que no permitas que eso te destruya. Eres brillante, Sofía, tu papá y yo te amamos por sobretodo… nunca vas a estar sola. Cuenta con nosotros siempre.
—Porque somos unos padres terribles, y vamos a estar ahí, incluso aunque no quieras—continuó papá. Lo decía con un tono serio, no estaba segura de cómo tomármelo—Te amamos, pequeña.
No frecuentaba expresarme demasiado cuando estaba con ellos. Cuando me sentía mal lo reprimía hasta estar a solas en mi cuarto y me hacían sentir incomoda las veces en que se ponían a hablar cursilerías, sentía que no iban conmigo, sin embargo esta vez la situación me resultó cómoda y la aprecie mucho. Había caído en cuenta de que tenía a unos padres maravillosos y que no los estaba valorando ni un poquito de lo que merecían.
Ángel debía de estar aguardando en algún lugar de la casa hasta que volviera. Quizá Dúpin estuviera durmiendo a su lado y conteniéndose para no lanzarse a matarlo. Eran mis nuevos amigos y mis protegidos. Me preguntaba qué tanta historia había en sus vidas hasta ahora. He escuchado decir a la gente que la gente joven se queja sin razones, porque no ha vivido lo suficiente. Que los problemas de nosotros no son nada comparados a los que se vendrán con la edad. Yo me pregunto, ¿cómo es eso? Entonces ¿El sufrimiento tiene límites en el tiempo?
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Editado: 28.10.2018