Cómo todos los domingos, entro a la oficina de mi psicóloga con una pequeña taza de café entre las manos. Café que suelo comprar todos los domingos en la recepción del edificio. No recuerdo cuando fue la primera vez que visité a mi psicóloga, pero recuerdo que fue un día bastante atormentando Porque había tenido que aceptar que mis problemas emocionales estaban convirtiendo en unos demonios que estaban comiéndome poco a poco. Había aceptado que ocupaba ayuda psicológica cuando me había dado cuenta de que no podía dejar de entrar en relaciones tóxicas, una y otra vez como si mi vida necesitara de ese ciclo tóxico para poder salir adelante. Llevaba más de cinco relaciones tóxicas en menos de tres meses, cosa que estaba por volverme loca. Nunca había querido aceptar mis problemas emocionales porque había pensado que simplemente escogía más los hombres que tuvieran una relación conmigo, pero al final me había dado cuenta de que, si yo no estaba bien, siempre iba a terminar en la misma relación tóxica. En ese bucle tóxico en el cual estaba muriéndome por salir.
Cómo siempre le regalo una pequeña sonrisa a mi psicóloga, que en cuanto me mira y me la regresa sin reflexionarlo ni un poco. Podría decir que mi psicóloga se ha convertido en una de las personas más importantes de mi vida, ya que me ha ayudado a superar todos los problemas que me causó Alex. Camino hacia el gran sofá Rosa que tiene en su oficina y simplemente la miro al mismo tiempo que ella se levanta de su asiento. Totalmente pensativa.
La psicóloga se pasea de un lado a otro con una gran sonrisa de oreja a oreja. La observo fijamente mientras me cruzo de brazos frente a ella. No sé qué es lo que espera hacer esta sesión, pero por la manera en la que se encuentra sonriendo, me preocupa un poco. Bueno, en realidad me preocupa bastante porque de cierta manera he aprendido a conocerla bastante y sé perfectamente que cuando hace esa sonrisa y camina de esa manera por el lugar, deja bastante en claro que tiene una travesura en mente. La última vez me terminó obligando a hacer algo completamente loco.
Había sido un domingo como cualquier otro, había llegado con un peinado realmente desarreglado, un pantalón deportivo de color gris y unas botas desgastadas que me hacían ver mucho más loca de lo que posiblemente estoy.
No había pensado en absoluto en qué manera podría estarme viendo al estar vestida de esa forma, no hasta que llegó mi querida psicóloga con una gran sonrisa en el rostro y un atuendo totalmente llamativo para terminar informándome que ese domingo era un día especial y que por ello terminaríamos yendo a una clase de evento en el cual se llevaban a cabo citas a ciegas cada cinco minutos.
Según ella, lo había hecho para que pudiera comenzar a darme cuenta de que clase de hombres valían la pena. Ese día había sido horrible, lo había tomado como una clase de prueba para ver si mi cabeza había comenzado a rechazar las relaciones terriblemente tóxicas.
—¿Qué haré ahora? —le pregunto con un poco de timidez en la voz—. ¿Volverás a hacerme hacer una locura como la de la otra vez?
—No fue una locura, fue una manera de ayudarte con tu procedimiento, con tu mejora. Puede que para ti haya sido una completa locura, pero, te ayudó… ¿Cierto? — pregunta antes de mirarme fijamente. Me llevo mi taza de café hacia los labios y suspiro con fuerza al recordar aquel extraño acontecimiento en mi vida.
—Si tú lo dices— le susurro antes de reír—. Entonces, ¿Qué es lo que vamos a hacer hoy?
—Sé que lo que sucedió la semana pasada fue una completa locura, pero realmente me ha servido para darme cuenta de que estás realmente lista… por eso es por lo que necesito decirte que hoy es nuestra última cita y que lo único que haremos hoy es una carta — suelta sin borrar esa gran sonrisa de emoción. La observo fijamente con sorpresa y me asiente repetitivamente como si estuviera esperando una clase de respuesta de mi parte.
—¿Hoy es nuestra última cita? —pregunto antes de mordisquearme el labio. No estoy totalmente segura si lo mejor que puedo hacer en estos momentos es detener mis terapias, pero si ella me ha dicho que definitivamente ya me encuentro mucho mejor, pues entonces le creeré. Pienso que ella conoce mejor mi cabeza que yo misma, ella sabe lo que es mejor para mí, así que debo de creerle. Si ella me ha dicho que es el momento para terminar con este capítulo que me ha dejado totalmente destrozada por un largo periodo de tiempo. Entonces le creeré.
He dejado mi vida en sus manos por un largo tiempo y vaya que me ha ayudado. Incluso si era difícil continuar con el camino, ella me guio hasta este momento.
—He estado observándote durante las últimas sesiones que hemos estado teniendo y simplemente puedo acertar que has llegado al mejor momento de tu vida. Eres buena en tu trabajo, eres segura de lo que haces, te has recuperado de la mejor manera. No creo que sigas necesitando terapia, finalmente puedo darte de alta…
—Darme de alta—susurro antes de simplemente soltar una gran sonrisa que salió sin ningún prejuicio de mi rostro. Ella me mira con sus ojos llenos de felicidad—. Finalmente, podré ser dada de alta…
—Aunque eso no quiere decir que no puedas venir a visitarme de vez en cuando. Sabes que siempre estaré aquí para cuando lo necesites… siempre estaré aquí para ti, Ana— suelta antes que pueda percatarme de que su voz comienza a volverse ligeramente sentimental.
—Gracias— le respondo.
Ella me mira por un segundo, regresando hacia su escritorio para poder tomar unas cuantas hojas de color blanco. Inmediatamente, sé que esas hojas de color blanco son para que pueda escribir la carta que me ha dicho que tendré que escribir al llegar.
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Editado: 01.04.2023