El bar se encuentra totalmente lleno cuando llego, le he estado marcando unas cuantas veces a Ana pero no me ha contestado. Supongo que esta vez, en realidad lo nuestro ya se ha acabado. Realmente me duele saber que posiblemente o mejor dicho yo fui el culpable de todo esto. Implemente no puedo creer que en realidad todo lo nuestro se haya acabado. Sabía que nuestra relación no era totalmente estable pero siempre quise creer que realmente lo era, simple hecho de saber que yo era su esposo me hacía sentir que teníamos una relación estable pero los problemas que solíamos tener, una y otra vez era lo que terminaba por hacerme sentir totalmente vulnerable. Era lo que me hacía sentir que nuestra relación era vulnerable. Hace unos años, exactamente dos años, sentí que debíamos de ir a terapia de pareja pero nunca lo había mencionado y en estos momentos me doy cuenta que debí de haberlo hecho. Posiblemente, si nosotros hubiéramos ido a esa clase de terapia de pareja, probablemente hubiéramos arreglado todos los problemas que hubiéramos tenido, problemas que tenemos en estos momentos. Me siento totalmente triste, desesperado, vacío porque lo menos que quiero es perderla y el problema es que ya lo hice. Ella ya me ha pedido el divorcio, ella me ha dicho que no puedo estar a su lado y lo peor es que no puedo vivir sin ella. Durante muchos años la estuve buscando. La busqué por cielo mar y tierra porque la amaba, se había convertido en el amor de mi vida y estoy totalmente seguro que ella es el amor de mi vida. Realmente quiero emborracharme, quiero volverme loco, tomar hasta que la conciencia explote. Tenía más de tres meses que no visitaba el bar, por ello estoy decidido a tomar lo que no había tomado en esos tres meses. Esta noche estoy totalmente decidido a borrar a Ana de mi cabeza. Camino hacia la barra del bar, me siento en uno de los taburete altos y entonces señaló una de las botellas más grandes que puedo ver. —Deme una de esas—suelto. Sacando la tarjeta del bolsillo de mi pantalón. El hombre del bar me mira por un momento y entonces asiente. —¿Viene solo?—me pregunta. —Si—respondo. Contestar que si, realmente lo detesto. Me pone de malas. Hace que la sangre me hierva. Porque me duele. —Entonces si viene usted solo, le aconsejaría que no se compró una botella tan grande porque si usted está decidido tomar toda esta botella, le puedo dar un paro por tanto alcohol. —¿A yo que te importa lo que yo vaya a tomar?—suelto mientras me recargo en la barra— solo dame la maldita botella. El trabajador del bar me mira por un momento, pareciera que está titubeando el entregarme la botella así que lo observo durante unos cuantos segundos coloco mis manos sobre la barra. Impulsándome para poder dar un pequeño brinco. Un brinco que me hace cruzar la barra. El empleo me mira por un segundo, sorprendido ante lo que acabo de hacer. Lo observo y entonces tomó dos botellas. —Cóbralas de la tarjeta—le digo. —Señor… —Cierra la boca—le digo antes de volver a cruzarme la barra. Decidido a vivir la peor noche de mi vida, envuelto en el alcohol.
Al abrir la primera botella, recuerdo que he tomado la botella o mejor dicho de la bebida favorita de Ana y es que en estos momentos lo único lo que puedo pensar es en ella. La pienso una y otra vez.
Quiero emborracharme, quiero olvidar la mayoría de los problemas que tenido hoy y todo lo quiero olvidar con el alcohol. Realmente no me interesa si tengo qué caer totalmente borracho para olvidarme de los problemas que he tenido ahora.
—Señor—insiste el señor de bar. Lo ignoro por completo entonces me llevo la boquilla de la botella hacia los labios, comenzando a ingerir el contenido de la botella. El sabor de la bebida es totalmente familiar, un dulce sabor a cereza me embriaga el paladar. Hay algunos toques ácidos en la bebida y eso realmente me encanta. Con sólo probar la bebida, me doy cuenta del por qué a Ana le encanta este licor.
Comienzo a percatarme que las trabajadoras, las prostitutas que se encuentran en el bar comienzan a planear acercarse. Estoy seguro que piensan acercarse a mí una vez qué termine emborrachándome.
Después de unas cuantas bebidas o mejor dicho después de empinarme la botella unas cuantas veces, comienzo a sentir el cuerpo totalmente caluroso, ligeramente entumido y comienza percatarme que todo a mi alrededor parece comenzar a moverse ligeramente más lento. Sé que me estoy emborrachando, posiblemente ya lo estoy pero no me interesa porque planeo seguir bebiendo un poco más o mejor dicho mucho más.
—Señor—me llama el hombre que trabaja en la barra. Molestándome una vez más.
—¡Ya déjame en paz!—le grito. Llevándome la botella hacia los labios una vez más— ¡Carajo!
—Señor el problema es que usted ya ha vivido a la mitad de la botella, probablemente aún no lo siente pero dentro de unos minutos todo está en el cole que ha ingerido, le va a pegar duro. Usted ha decidido comprar dos botellas y con dos botellas la seguro que lo único que va a obtener es la muerte. No sé qué clase de problema traiga en su cabeza porque con sólo verlo sé que usted se encuentra mal. Sé que está herido pero el alcohol no lo va arreglar, no quiero que se muera en mi bar.
Escucharlo decir aquellas palabras, me parecen de alguna extraña manera una declaración de guerra. Estoy apunto de lanzarle la botella a la cabeza cuando siento que dos manos se adueñan de mi brazo izquierdo.
—¿Deseas pasar un buen rato?—me pregunta una de las mujeres que había visto.
Entonces me percato que estoy totalmente alcoholizado, que el alcohol ya me ha pegado duro.
—¿A dónde?—le pregunto.
—A mi habitación—suelta la mujer.
—Sabes—suelto.—¡Mi esposa solía decirme eso!—digo antes de reír y llevarme la botella nuevamente a los labios.
Quiero hablar de Ana.
—¿Quieres sexo o no?
—Sabes, desde la primera vez que la vi. Supe que era el amor de mi vida pero era demasiado pequeño como para saber que la quería para toda la vida. Era torpe, totalmente estúpido para ser sincero y fue por eso que la perdí por primera vez. El destino o mejor dicho el destino que yo mismo construí fue lo que me llevó a estar cerca de ella una vez más pero el problema era qué Ana no me quería. Realmente entendía que Ana no me quisiera porque yo le había hecho mucho daño en el pasado. Para ser directo contigo, yo fui un hijo de perra con ella, aproveché los sentimientos que tenía por mi, si eso realmente hice. Jugué terriblemente con sus sentimientos, más bien fui un imbécil y por eso no quise aceptar los sentimientos que yo tenía hacia ella.
—¿Esto que tiene que ver con lo que te estoy ofreciendo?
—¡Pero la volví a perder!—le grito a la mujer.—¡Y esta vez no va a volver porque me ha pedido el divorcio!
—¿Por qué le gritas a mi novia?—grita un hombre desde la distancia.
Suspiro con pesadez y entonces me doy cuenta que tengo muchísimas ganas de agarrarme a golpes. Estoy totalmente frustrado es la principal razón por la cual tengo muchísimas ganas de agarrarme a golpes, quiero liberar todas las emociones que tengo atrapadas.
Lanza la botella al suelo y señaló al hombre que acaba de gritar me das unos cuantos segundos.
—¿Sabes quién soy?—le pregunto—¿Crees que yo me acostaría con tu novia que posiblemente se acueste con cada uno de los clientes que pasan por aquí?—preguntó antes de reír.
—¡Te voy a partir la maldita cara!—grita el hombre.
De repente siento como una botella de licor explota en mi cabeza. Volteo a ver a la mujer que acababa de ofrecerme sexo y la encuentro llorando con fuerza. Todo me da vueltas y me percato que estoy sangrando de la cabeza.
—¿Qué me has hecho?—le pregunto antes de caer.
Comenzando a ver borroso.
La sangre me estaba corriendo por la frente, por un momento me levanto del suelo y tambaleó mientras observo a la persona que acaba de atacarme. Todo se vuelve tan borroso pero me dijo a mí mismo que tengo que salir de ahí. Por un momento me pasa por la cabeza llamar a Ana pero ni siquiera tengo el valor de hacerlo. No otra vez cuando ella me había colgado hace unos minutos. Ella era el verdadero motivo por el cual me encontraba ahí pero ella no era la razón por la cual me encontraba desangrándome en medio de aquel bar de mala reputación.
—Tienen que llamar una ambulancia —suelta alguien.
Ni siquiera sé quién carajos lo dijo, lo único que se me muevo rápido, podría morir en aquel lugar, estoy sangrando tanto que lo único lo que puedo pensar es que voy a morir. No dejo de pensar que voy a morir en este lugar y no voy a poder volver a ver el rostro de Ana. En estos momentos, me arrepiento de todo.
—Siéntate—me dice una mujer. La observó fijamente y entonces niego. Camino hacia la puerta de aquel bar y lo primero que hago es soltar un ligero soy yo So cuando salgo de aquel lugar. Otro golpe se impacta en mi, me hace caer en medio de la cera.
—¿Creíste que por estar herido te dejaríamos en paz?—me pregunta el hombre que acaba de golpearme.
Entonces sé que no tendré la oportunidad de volver a ver a Ana.
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Editado: 01.04.2023