Todo lo que nunca te dije

25

A los quince años entré en mi fase del espejo, como decía mi madre, y nunca pude salir de ella; es una fase basada en su fanatismo por los dramas criminales, refiriéndose a los espejos de doble vía: según ella, el mundo intentaba ver más allá del reflejo que yo les mostraba mientras yo me aprovechaba de la gran ventaja de ver a todos sin su permiso y con completa nitidez, lo que hacía que todas mis relaciones fuesen injustas.
En su opinión, me había vuelto desconfiada, un poco asocial para ser tan joven e ir a un instituto relativamente grande, y lo cierto fue que me acostumbré a la protección de mis secretos; aquellas personas no tenían filtros para ocultar lo que podía usarse como un arma contra ellos y yo, en cambio, me presenté desarmada.
Al salir del piso de Nina volví a recordar la analogía del espejo y por primera vez, no me pareció absurda; mi madre tenía razón: era un abuso de poder por mi parte quedarme con las cosas de la gente mientras les obligaba a hablar con un reflejo, eso me hacía sentir como una intrusa.
Me acordé de Julia y supe que tenía que hablar con ella antes de poder hacerlo con mi madre, no solo porque quería contarle lo de Nina, sino porque necesitaba que supiese que iba a dar el paso, que todo lo que sucedió entre nosotras no fue en vano.
Le envié un mensaje preguntado si estaba en casa y podía acercarme. Me dio luz verde.
—¿Va todo bien? —preguntó al abrir la puerta.
—Acabo de hablar con Nina. —dije, entrando y dirigiéndome al sofá.
—¿No habíais quedado sobre las cuatro?
—Sí, pero no podía seguir esperando.
—¿Y cómo ha ido?
—No ha querido el diario.
—¡Me prometiste que no se lo darías!
—Crucé los dedos.
—¡Álex!
—Lo importante es que no se lo ha quedado.
—Entonces, ¿ha ido bien o no?
—Sí, ha ido bien, supongo.
—No te veo muy convencida.
—Puede que tuviese las expectativas un poco altas.
—¿No es cómo tú creías?
—No, es exactamente como Valeria dijo, pero he pensado tanto en cómo sería nuestro encuentro, en las cosas que diría y en cómo todo podría resultar que, en realidad, ha sido más normal de lo que imaginaba... Me ha hecho pensar que, quizá, debería hablar con mi madre.
—Dijiste que no le contarías lo de tu abuela.
—No sobre ella, sino sobre mí.
—Te refieres a...
—Salir del armario, sí.
—¿Estás segura?
—Lo único que sé es que no me gustaría llegar a esa edad y sentir que aún me queda mucho por vivir porque he dejado escapar demasiadas oportunidades; no es que me entusiasme morir, pero me gustaría llegar a la vejez sabiendo que he hecho todo lo que he podido.
—No es una obligación.
—Si no lo hago ahora, no lo haré nunca; llegado a este punto no es miedo, es pereza. Lo he retrasado día tras día hasta que me he acomodado.
—Sé que es un poco tarde para de ir esto, teniendo en cuenta lo que hemos pasado, pero no le debes una explicación; si lo haces, que sea porque tú quieres, no es necesario que te justifiques ante nadie porque no hay nada que justificar.
—Me gusta que vuelvas a estar en mi vida.
—Y a mí.
—Eres una buena amiga.
Julia sonrió y se acercó a la cocina. Abrió la nevera y cogió dos botellines de cerveza
—Por Valeria. —dijo, alzando la botellita.
—Por Nina.
Brindamos por, algún día, ser todo lo que la una fue para la otra.



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En el texto hay: lesbian, amor lgbt, lgbt+

Editado: 19.10.2024

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