Corro lo más rápido que mis piernas puedan.
Los nervios consumieron casi todas mis energías lo que provocó que cayera de rodillas al suelo.
Veo como se acerca a mi hasta quedar en frente mío.
— No me hagas nada, por favor. —Le suplico por mi vida al asesino que tengo delante.
— Jamás te haría daño.
Se agachó a mi altura y acaricio con lentitud mi mejilla, provocando en mi un gran miedo.
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Editado: 07.08.2020