*Hace 12 años*
Corría por la casa buscando un lugar para esconderme, apenas tenía cinco años recién cumplidos, la adrenalina era el principal componente de la sangre que corría por mis venas. Quería reírme a carcajadas pero me estaba resistiendo, si lo hacia ella me encontraria y todo habría acabado.
Segui caminando encorbada tras los muebles ocultandome de la vista de cualquiera. Abrí un gran y viejo armario lleno de abrigos y me metí ahí, escondida entre estos y con la puerta cerrada. Permanecí silenciosa en la penúmbra, a la espera de que me encuentre o se rinda, la tela rozaba con la piel desnuda de mis brazos, provocandome sensaciones de todo tipo: Habian unos suaves y lisos, otros peludos que hacian cosquillas e inclusos algunos asperos.
Estaba resistiéndome a salir y buscar otro escondite, por miedo a que me encuentre, pero entonces de algún lugar de afuera del armario empezo a sonar una dulce melodía que capto toda mi atención al instante. Era como si aquella canción tratará de transportarme a alguna época antigua que se ha perdido en la maraña de mis pensamientos y recuerdos. Esas voces masculinas se me hacían tan conocidas pero, al mismo tiempo, me dejaban en la incertidumbre de no recordar nunca haberlas escuchado. Ya sin soportar la ignoracia de quienes eran o de donde provenian esas voces, abrí un poco la puerta, una fina raya de luz entro en el pequeño espacio formado y acerque mi ojo para ver si habia alguien fuera.
Al no encontrar a nadie, salí con cautela del ropero y encorvada, en una constante posición de alerta, me dirigí al lugar de donde provenía la canción. Miraba a todos lados, siendo precabida de que nadie me tome por sorpresa, mientras permitía que mis pies me llevasen, a ciegas, a la música, siendo mis oídos su única guía. Finalmente, mi cabeza choco contra una superficie de madera, una puerta; supuse por el sonido; me sobé la zona golpeada mascullando un «¡Auch!». Levanté el rostro; al escuchar que mis pies y mis oídos no se habían equivocado; y me encontré frente a la oficina de papá. Sonreí triunfante y satisfecha, era un premio doble: Encontre de donde venia la música y definitivamente ella no estaba ahí, se supone que no podia entrar en ese lugar… Y yo tampoco podía pero las ganas de salir de mi incertidumbre y mi amor a la música eran más grandes que mi razonamiento de niña de 5 años. Para cuando me dí cuenta, mis manos ya habían girado el pomo de la puerta y yo ya estaba dentro.
Me encontre a mi papá bailando, moviendo levemente las caderas y tratando de seguir, fallidamente, la pista de la canción. La puerta se cerró tras de mi, provocando un ruido sordo, que llamo la atención de mi papá, quien inmediatamente dejo de bailar y detuvo la canción.
-¿Débora?- exclamo más asombrado que molesto- ¿¡Qué haces aquí!?.
-Yo… Eh…- me sonroje- Es que la canción me llamo la atención- me cubrí la cara con las manos, asustada de que se enoje- No te cabrees conmigo por entrar aquí a pesar de que estaba prohibido.
-Oh, Débora- dijo conmovido- No me voy a enojar por eso. Siempre, desde bebé, has sido una gran amante de la música. Es algo que corre por tus venas… Y no sé de donde lo sacaste pero me encanta tu afición por ella y tu gran talento.
Le abrace fuerte, pero por mi pequeña altura no pasaba de sus rodilla, soltó una pequeña risa y me tomó de las manos, para empezar un pequeño baile.
-¿Te gusta la canción, nena?
-Sí, papi. Me encanta- dije con una leve sonrisa- ¿Cómo se llama?
-Kilómetros, de Sin Bandera- exclamo alegre mientras el rastro de un recuerdo fugaz revivía en su mirada, animándolo más- ¡Déjà vu!
Su último comentario me dejo confundida y en la incertidumbre. No tenía ni idea de a que venía, ni que significaba aquellas palabras que jamás en mi corta vida había escuchado y aunque deseaba saber me resistí a preguntar, no queriendo arruinar el buen momento.
Termino la canción y empezo otra, animándonos a seguir bailando. Por las voces supe que eran los mismo cantantes, Sin Bandera, me encantaban, definitivamente había encontrado la banda que marcaría mi vida. La música lo era todo para mí y ese grupo musical ahora sería mi principal punto de referencia en relación a esta. Seguimos danzando durante, al menos, cuatro canciones más y, al finalizar la última, papá hizo una pequeña reverencia y me guiño un ojo mientras decia:
-Un gusto bailar con mi princesa.
-A mí también me gusto. ¿Se puede repetir?- pregunte ansiosa.
-¡Claro que sí, nena!- exclamo emocionado- De hecho, tienes permiso para venir aquí cada vez que escuches música saliendo de esta habitación.
Beso mi cabeza y yo sonreí levemente. Tenía el mejor padre del mundo. Era increíble. Señale hacia atrás, a la puerta, indicando que ya me iba_ el asintió sin decir nada, me volví y me encaminé a la salida.
La puerta se cerró tras de mí cuando salí y me encontré a Juliette revisando la sala mientras me llamaba. Me quede paralizada, me habia olvidado por completo de ella y cuando alzo la vista hacía mí, al notar mi presencia, yo agache la cabeza sonrojada y sintiéndome culpable. La habia dejado sola.