Todos quieren a la gordita

Capítulo 58 Héctor

Heme aquí, en la misma cafetería donde la invite aquella mañana, siendo invitado por ella a beber algo antes de ir a trabajar. Ambos estamos con ropa formal: ella con chaqueta camisa y falda, yo con mi traje. Aunque me alegra ver que ella toma la iniciativa, la urgencia de su pedido y su lenguaje corporal me dice que algo va mal.

— Un café doble, sin azúcar.- dije, y le devolví la carta al mesero. Su cara de disconformidad no se hizo esperar, se revolvió inquieta en su asiento y acercándose un poco susurró.

— ¿Solo eso vas a pedir? – asiento con la cabeza. Ella agrega. - Sé que no tengo tanto poder adquisitivo como tú, pero puedo pagar una cuenta de cafetería.- Tentado dejo escapar una risotada, ella frunce el ceño enojada.

— Sí, lo sé, no quiero hacerte sentir menos, - le explico.- es solo que no tengo apetito.- No es mentira, desde que Aquiles volvió a parecer en casa que estoy intranquilo. Mi hijo mayor se trae algo entre manos y parece ser un presagio de un dolor de cabeza. Ella parece aceptar mi justificación porque vuelve a enderezarme en su asiento aunque notoriamente inconforme.

Ella pide un café con leche y medialunas y el mesero se va. Charlamos un poco acerca de las repercusiones de aquel día en el teatro y de cómo los medios habían resaltado su elegancia y figura. Ella dijo estar feliz por aquello pero su rostro se notaba más tenso de lo normal. Justo cuando creí que estaba comenzando a bajar la guardia conmigo aparecen estos paparazzi estúpidos a arruinarlo todo. No es de sorprenderse que tema volver a salir conmigo.

— Héctor.- dice finalmente dándole un trago a su infusión. No alza la vista, tiene la mandíbula tensa y se nota incomoda.- Tengo que decirte algo.

Ya veo para donde va todo esto.

  • Ye te has decidido, ¿verdad?- ella dirige la vista a mi como sorprendida. Di en el clavo.
  • Si,- dijo bajando la vista, entrelaza las manos jugueteando con los dedos como si fuera una niña que ha hecho una travesura y espera ser regañada. No es la misma actitud tímida de alguien que se va a confesar, claramente no me ha salido las cosas como quería. – Yo he estado pensando mucho en esto que tenemos y, bueno, he llegado a una conclusión…- Demonios, es irritante lo tierna que me parece, aun cuando está a punto de rechazarme. Mejor acabemos con esto pronto.
  • No saldrás conmigo.- Puse en palabras lo que ella no se atrevía a decir. Su cuerpo se tensa y alzando sus ojos café hacia los míos contesta.
  • Así es Héctor, no puedo salir contigo.

Sonrío y tomo el pocillo de café para beberme lo último. Era algo que me temía: Demasiada diferencia de edad, demasiadas diferencias en el estilo de vida, demasiado pura e inocente para mí…

En verdad me lo había tomado en serio, quería demostrarle a todo el mundo que no importaba las diferencias, estaba dispuesto a ser paciente y esperarla, a cambiar. En verdad quería que funcione.

Apoyo el pocillo de café en el plato y contesto con mi mejor semblante.

— Está bien. Era lo que me temía.

— En verdad lo siento Héctor…. Después de que tu hayas sido tan bueno conmigo…

— Descuida, no tienes que lamentar nada. Es más, agradezco tu sinceridad. Otras mujeres habrían mantenido esta situación hasta obtener todo lo que quisieran…

— ¡Yo no podría!!- se apura en contestar, yo sonrió y le respondo.

— Lo sé. Lo sé Guadalupe. Por eso quería tenerte a mi lado. En verdad lo quería.

— Lo lamento.- volvió a decir agachando la mirada. Por lo que me acerco y comento.

— Aunque no lo creas, aun con toda la experiencia de vida que tengo, tú me has hecho experimentar muchas cosas nuevas,- Tomando su mano con suavidad dije.- aunque haya sido por poco tiempo, te agradezco por eso.-La acerqué a mí y bese su mano. Ella se sonroja, igual que siempre.

— Yo soy la que debería decir eso, Héctor...- Ella sonrió levemente y yo hice lo mismo, con delicadeza solté su mano despidiéndome de aquella piel que jamás volveré a tocar.

— Bueno,- digo poniéndome de pie. -me marcho. Iré a trabajar, esos contratos no se cierran solos. – Ella parecía querer decir algo pero se contuvo. Finalmente dijo.

— Te deseo mucha suerte Héctor.

— Y yo a ti, Guadalupe.

Y dándole la espalda salí de aquel bar con la boca amarga, y no por el café.




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