En medio del abandonado parque las ramas del sauce se balancean al ritmo del viento, con un vaivén casi hipnotizante. Me acerco hasta el columpio y rebusco detrás del tronco, entre las ramas, pero no logro divisarlo.
No está aquí.
Vuelvo la mirada hacia el columpio. Esta oxidado y da la impresión que no podría soportar ni el peso de un niño pequeño, pero aun se mantiene en pie, con la pintura azul descascarillándose y el tablón de madera pudriéndose.
Intuitivamente extiendo una mano para tocarlo.
—No lo toques —el sonido de su voz me toma por sorpresa aun cuando esperaba escucharla en cualquier momento.
Retiro mi mano para luego girarme hacia él. Lo veo detrás del tronco, asomándose poco a poco. Esta vez, entre las penumbras, parece solo una sombra que se mueve a voluntad propia.
—No intentaba dañarlo —digo con cautela. La respiración se me acelera al verlo tan lúgubre y debo recordarme a mi misma que no debo tener miedo, pero mis convicciones empiezan a fallar.
—¿A qué has venido? ¿Por qué siempre regresas? —preguntó él deteniéndose junto al tronco.
—Solo quería saber quién eres… y porque sigues aquí, en este lugar tan triste.
—¿Y porque te interesa saberlo? —no sonaba molesto cuando lo decía, solo parecía no creer que en realidad a mi me pudiera interesar algo sobre él.
Lo mire intentando adivinar el lugar exacto de sus ojos.
—Porque quiero ayudarte.
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Editado: 25.01.2019