Toma mi alma

XI

Durante toda la mañana había estado pensando en una buena razón para seguir con lo que estaba haciendo y llegué a la conclusión de que debía, de alguna manera, intentar ayudarlo. Es decir, si él era un espíritu, se supone que debería ir hacia la luz o a algún lugar más allá de nuestro mundo, o simplemente cumplir alguna última voluntad antes de partir, y yo tal vez podía ayudarlo en algo.
—¿Ayudarme? —dijo casi sarcásticamente para luego optar de nuevo por su tono profundo y lúgubre—, ¿Ayudarme a qué?
—A cumplir una última tarea, a encontrar la luz al final del túnel… tú dímelo —¿estaba haciendo lo correcto o me estaba metiendo en una situación peligrosa?
No dijo nada en un largo rato. Simplemente me miraba, o eso me parecía que hacía, y yo aguardaba mientras los nervios se me agudizaban a cada instante.
—No lo entiendes —dijo al final.
—Podría si tú me contaras quien eres y porque sigues aquí. Te prometo que no le contare a nadie —casi podía sentir su dolor impregnando el lugar.
—No puedo hacerlo, no puedo decirte eso —él negaba con la cabeza constantemente, renuente a decirme la razón.
—Pero ¿porque? ¿Por qué no puedes decírmelo? —necesitaba una respuesta.
—¡Porque no lo sé! —retrocedí un paso ante su tono. Él simplemente se empezó a derrumbar para terminar sentado entre las raíces del sauce—. Yo… no recuerdo quien era.




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