Frente a los ojos del rey, de pie en medio del comedor, a Hjalmar le faltaban las palabras para describir lo que había vivido. Bucear por la cueva con Eve había sido mágico. La luz que se colaba por las grietas reflejaba en el agua pequeños arco iris. El fondo del mar estaba prácticamente a oscuras y solo tenían cómo guía la tenue luz al final del túnel.
Bajo la superficie todo estaba en calma. No escuchaban más que las burbujas que nacían y subían hasta la superficie. Hjalmar sintió que por primera vez no era él, sino un buscador de perlas. Una vida simple, sin preocupaciones más que la persona que tenía al lado. Todo eso terminó en cuanto encontró la pieza que necesitaba para terminar aquella pequeña aventura.
Hjalmar durante un instante antes de emerger sintió como sus pulmones se vaciaban por completo. Él había rechazado la poción de Eve porque no quería hacer trampas en la senda de los guerreros. En ese momento se arrepintió, pero la muchacha le cogió de la mano y eso le dio la fuerza que necesitaba para impulsarse hacia arriba y por fin el aire entró en su pulmones de golpe.
—Y entonces salí de la cueva.
Birna frunció el ceño, Svanrige salió de la habitación sin decir nada y el rey le dio la enhorabuena con un tenue murmullo. Cuando Hjalmar miró a Eve,que estaba sentada lejos de la familia, negó con la cabeza. Entonces el muchacho se dio cuenta de que igual no había sido una buena idea presumir delante de su protector que había superado a su hijo para ocupar su lugar cuando él muriera.
—Parece que estás recuperado —dijo Birna en lengua antigua. —Quizá podrías volver ya a Kaer Trolde —Hjalmar se estremeció. No quería volver tan pronto. Se había acostumbrado a la presencia de Eve.
—Sí, deberías —dijo el rey.
La alquimista suspiró. Había estado estudiando la lengua de Skellige así que Hjalmar supuso que había entendido la conversación. Su tarea pendiente era enseñarle a luchar, porque la táctica de huir y esconderse no sería suficiente para el gigante de hielo. Aunque Eve se había negado a acompañarlo, Hjalmar sabía que al final acabaría diciéndole que sí. Así que tendría que usar lo que quedaba de semana para darle unas cuantas lecciones antes de volver a su hogar.
—Recoge tus cosas. Partirás esta tarde —dijo Birna.
—¿Tan pronto? —Hjalmar miró a su tío en busca de ayuda. Sin embargo, parecía un poco molesto con él.
—Es una buena noticia, Hjalmar. Llevas dos semanas quejándote de estar encerrado aquí. Echarás de menos tu hogar.
Hjalmar se limitó a asentir. El matrimonio salió de la habitación hablando en susurros, aunque Hjalmar pudo oír muchas veces la palabra Svanrige. ¿Tenían miedo de que no consiguiera ganar la competición?
Eve le puso la mano sobre el hombro a Hjalmar y lo guió hacia su habitación.
—¿Lo has entendido todo?
—No. Solo que has estado casi media hora restregandole a Svanrige que has conseguido hacer la senda de los guerreros en menos tiempo que él.
—También tengo que volver a casa.
—Bueno, puedo ayudarte con los preparativos mañana y si te vas en un par de días todavía tenemos tiempo de…
—Birna me ha dicho que esta tarde. —Eve palideció.
—¿Qué les has dicho para que se enfadasen tanto?
Hjalmar recordó en la parte en qué había presumido de haber sido el primer hombre en volver a la fortaleza destruida, que por ello debería reclamarla y de hecho lo haría cuando Bran muriese y él se convirtiera en rey. También había hecho demasiado énfasis en decir que Bran moriría pronto. Decidió no contarle nada de eso a Eve. Su padre tenía razón. No era muy bueno con la política.
—Nada. —Eve rio.
—Ya claro. Anda, deja que te ayude a recoger tus cosas antes de que Birna mande a alguien a asesinarnos.
—Vale, pero tienes que prometerme una cosa. ¿Vendrás a verme a Kaer Trolde? —Eve tardó en contestar unos segundos, como si meditara algo.
—Sí, te lo prometo.
***
El día de su reencuentro no tardó más de una semana en llegar. Sin embargo, Eve pensaba en Hjalmar cada día que pasaba. Echaba de menos ir a su habitación para charlar un rato y escuchar alguna de sus anécdotas. También participar en algunas de sus locuras como había sido la senda de los guerreros. Incluso, bastante más a menudo de lo que Eve quería recordar, se encontraba a sí misma siguiendo el camino hasta su habitación sin querer.
Eve se dijo a sí misma que aquello sentimientos eran normales. Hjalmar era su mejor amigo y no pensaba en él más que en Shani. Ahora que él se había ido, pasaba los ratos muertos escribiendo cartas a su amiga y contándole casi todo lo que vivía en Skellige, excepto sus enfados con Birna. Tenía miedo de que le revisaran el correo. Además, por fin había recibido una carta de Olgried en la que le contaba que había recibido un ascenso. Eso hacía que Eve estuviera más tranquila, aunque por si acaso guardaba el dinero que Lambert había compartido con ella debajo del colchón.
Birna estaba cada vez más insoportable. Sus conversaciones con Bran se habían detenido porque su esposa insistía en estar presente en los tratamientos de la alquimista. Comentaba todo en lengua antigua con su marido y lo único que hacía era poner de peor humor a Bran, quien cada día tenía más ganas de irse de caza. Ni Eve ni Armiño se lo permitían, así que se pasaba el día refunfuñando. Solo estaba de buen humor cuando estaba en compañía de una muchacha pelirroja que Eve supuso que debía de ser su concubina.
—¿No estás tardando demasiado?
Eve se contuvo para no poner los ojos en blanco ante el comentario de Birna. Estaba cansada y su presencia le ponía nerviosa. También a Bran, que le respondió con un gruñido. Eve se preguntó por qué el destino no la había llevado a Ard Skellige, a tan solo 10 kilómetros al sur.
—Prefiero tardar más y hacerlo todo de forma segura. —Tampoco tenía otra cosa que hacer.