Todos hemos sentido amor alguna vez en nuestras vidas, experimentado ese agridulce sabor que significa estar enamorado. Pero ¿Has tenido esa enorme sensación de haber amado tanto a alguien que sin importar todo el daño que te hizo lo menos que quieres es verlo sufrir? En estos momentos al ver a Emmanuel de esa forma tan impropia de él, Gema se debatía internamente si brindarle su apoyo ya que lo amaba, pero lo que hizo no tiene justificación. Estaba confusa si ignorar absolutamente el dolor de aquel chico o atraerlo a sus brazos, acariciarle el cabello y decirle una y otra vez que todo estará bien ya que si de algo estaba segura era que este evento desafortunado vino a revolucionar todo y que esos tres chicos no volverán a ser los mismos cuando todo vuelva a su cauce.
Al bajar la vista podíamos ver a un pequeño niño asustado, el cual estaba luchando por mantenerse sereno, pero la ansiedad lo estaba carcomiendo. Cuando sus tios llegaron a socorrerlo no sabían que hacer, su primera idea fue llevarlo al hospital, pero el joven se negó rotundamente a retirarse de la casa funeraria.
Les gritó entre lágrimas y desesperación:
—¡La dejé sola, la traté muy mal! ¡Es mi culpa que Ali este muerta! Es mi maldita culpa que Ali ya no esté, hubiese preferido morir yo ¡Escuchaste eso Dios! llévame y devuélvenos a nuestra niña— Todos estaban atónitos con la declaración de Emmanuel, nadie reaccionaba hasta que Gema lo abrazó con tanta delicadeza como si el chico fuese de crista.
—Emma, no es tu culpa— Dijo la chica haciendo que la mirara a los ojos. —No es culpa de nadie, por favor necesito que te controles. Tu familia ya está lo suficientemente devastada por lo de Allison, sé que esto es muy difícil de procesar mi niño, pero tienes que ser fuerte por Ali. —Emmanuel en ese momento se refugio en los brazos de Gema y mientras ella le acariciaba el cabello el joven azabache quedo profundamente dormido, pero temblando de ves en cuando.
La tarde pasaba lentamente, la lluvia aun no cesaba y el ambiente cada vez se sentía triste y con mucha razón, la muerte de alguien joven siempre es extremadamente dura ya que en la creencia popular no viven lo suficiente para poder tener experiencias, pero este caso es lo contrario ya que los dolientes del funeral son personas que se sienten culpables de no haber podido ayudar a tan linda pequeña o por lo menos evitar que su sufrimiento fuera tan traumático.
A eso de las seis de la tarde Emmanuel al fin despertó encontrándose con la sorpresa de estar en las piernas de Gema, la cual se encontraba dormida con el ligero rastro de lagrimas esparcido por sus mejillas lo cual no comprendía hasta que miró a su alrededor y recordó en donde se encontraba en esos momentos, una gran cantidad de pensamientos pasaban velozmente por su mente, la culpa, la tristeza y sobre todo la confusión lo estaban matando.
Emmanuel se levantó del suelo intentando no despertar a la ojiverde, aunque fue en vano ya que con el primer movimiento la chica abrió sus pequeños ojos a la par pronunciando ligeramente un —¿Te encuentras mejor Emma? Con una pizca de preocupación en su voz, al no conseguir respuesta la pequeña niña se levantó de golpe y se dirigió hacia el joven azabache que tenia la mirada perdida nuevamente y le brindó un cálido abrazo, al ver que no fue bien recibido y con la intención de separarse fue interrumpida por los fuertes brazos de Emmanuel pronunciando un —Por favor no me sueltes, te necesito y ella igual lo hace— La cara de confusión y preocupación de Gema era notable y a pesar del daño sufrido ella no lo dejaría solo ya que ella mas que nadie sabe lo que es perder a alguien tan cercano y cargar con la culpa de no poder haber hecho nada.
De esta forma ambos adolescentes tomados de la mano y a paso tembloroso se acercaron lentamente y por primera vez al ataúd de color azul pastel en el cual se encontraba el cuerpo sin vida de la pequeña O'Connell teniendo una expresión serena en su rostro mostrando por primera vez en mucho tiempo paz.