–Sé que soy un cobarde, que me merezco el odio de todo el planeta y que soy la peor escoria que ha existido, pero créame cuando le digo que a Gema no le tocaría ni un pelo.
–Entonces ¿por qué le hiciste tanto daño?
–Porque antes de cualquier persona se encuentra mi familia y quien se mete con ella tiene firmada su sentencia de muerte.
–Entiendo, puedes irte es todo por hoy. Recuerda tomar tus medicamentos solo si tienes pesadillas y que si tienes pensamientos extraños no dudes en llamarme a cualquier hora.
–No lo necesito– Caminé hacia la manija de la puerta para salir de aquí finalmente y continuar con la vida de mierda que me espera en casa, pero una mano en mi hombro me detuvo.
Me voltee bruscamente para encontrarme a la psiquiatra sosteniendo un pequeño pastelillo.
Feliz cumpleaños decía en el pequeño letrero que lo adornaba, lo tomé en mis manos y solo exclamé
–Esas son las dos palabras más falsas que existen– Y simplemente me marché.
Al salir del consultorio me encontré con esa chica que no me ha dejado sola ni un momento del día, a pesar de su enfermedad ella seguía viéndose hermosa. Estaba sentada en el piso, dormida sobre sus manos, asi que me senté junto a ella observando cada facción de su rostro pálido. Quería memorizar cada detalle de ella, cada pequeño lunar y sobre todo esos hermosos ojos que se abrieron de par en par cuando quise quitar un mechón de su cabello que caía sobre sus mejillas.
–¿Todo bien– Exclamó aun adormecida?
–Tan bien como pudiese estar– Ella solo sonrió, ajena a la situación que realmente estaba viviendo.
Gema fue diagnosticada unos días después del funeral con insuficiencia cardiaca, es bastante grave y hasta donde sé, quizá necesite un trasplante.
Asi que intento no mostrar mis verdaderas emociones con ella, no quiero perderla no de nuevo. Ella decidió acompañarme a mis terapias después del funeral. Aunque nunca viene sola, James siempre está con ella y es un martirio verlos siempre juntos.