Verónica.
Si las miradas mataran, no estaría de pie aquí en medio de un vestuario lleno de testosterona queriendo sacar fuerzas de donde estaba segura que no las tenía. No. Estaría tres metros bajo tierra bajo la intensidad de los ojos de Erick Hamilton fijos en mí, al igual que los del resto de la habitación lo estaba en nosotros.
El hecho de que estuviéramos aquí, de esta manera, frente a frente, solo me corroboraba lo obvio. Lo de anoche no había sido un sueño. Me había tenido entre sus brazos sin saber que se trataba de mí. Me había visto correr lejos de él y había gritado mi nombre con fuerza. Aún lograba escucharlo palpitar en mi cabeza. Era escalofriante lo mucho que me afectaba tenerlo cerca aun cuando ya habían pasado tantos años desde la última vez.
El carraspeo del hombre junto a mí, fue lo que necesité para volver mi atención a él. Sus ojos buscando algún indicio que le ayudara a comprender de qué iba la situación frente a él. Aun así, bajo su atenta mirada, Erick no apartó la suya de mi rostro, y yo no pude hacer más que quedarme de pie en medio del lugar, siendo reparada de pies a cabeza por cada uno de estos hombres.
¿A dónde había ido la seguridad que tanto le exalté a Isak?
Tenía la respuesta. Se había ido por un caño al sentir sus ojos fijos en mí. Se había esfumado justo en el momento en que Erick Hamilton puso un pie dentro del lugar, mi cerebro apenas logrando procesar la situación tan jodida en la que me hallaba.
— ¿Se conocen? —no me inmuté ante la voz gruesa del entrenador O'Brien, al contrario, busqué en el fondo de mi ser y conseguí mantener mi frente en alto. No pensaba dar mi brazo a torcer, no esta vez. Erick Hamilton había sido mi pasado, pero no se convertiría en mi presente. Había tenido suficiente de ello cuando se fue. Vine a Boston para forjar un futuro para mi hijo y para mí, no para tocar puertas que ya habían sido cerradas de manera permanente, ni para revivir momentos con los fantasmas que me había costado tanto dejar atrás.
Erick permaneció en silencio, retándome a responder. Planté una mirada victoriosa en mis ojos, no queriendo demostrar todo el cúmulo de emociones que me inundaba.
—Un gusto, señor Hamilton. —extendí mi mano en su dirección. Vi el atisbo de furia parpadear en su rostro y por alguna razón, me sentí bien con ello. Si pensaba que me iba a atemorizar por estar en su territorio, estaba muy equivocado. Lo estaba, pero no lo iba a demostrar. —Soy Verónica Cross. —observó mi mano extendida como si el tocarla fuese a quemarlo. No dudaba que así fuese, incluso sabía que para mí tocarlo no iba a ser fácil. —Aunque me temo que no soy su nueva niñera, está usted demasiado grande para ello. —terminé por decir.
Estrechó mi mano sin emitir palabra alguna, haciéndome estremecer. Incluso sonrió al notar el tirón de mi mano para poder tenerla de vuelta, pero no se alejó, de hecho, el apretón se sintió mucho más firme en su lugar.
O tal vez eran ideas mías.
Mi cuerpo intentó esconder lo mejor posible las sensaciones, pero no creía que aguantaría mucho. No cuando lo tenía tan cerca y a la vez tan lejos.
Me soltó un par de segundos más tarde, retirando la arrogante mirada que tenía de mi rostro por primera vez desde que había entrado.
Se giró en dirección a sus compañeros, manteniendo la expresión ensombrecida que normalmente mantenía. No la vi muchas veces en nuestra relación, pero sí que había quedado en mi cabeza cuando la dirigió hacia mí al partir.
—Ya hablaremos más tarde tu y yo, Hamilton —habló el entrenador, mirándolo. Lo vi detenerse junto al moreno sin camisa, recostando se cuerpo contra los casilleros—. Ahora, ya que estamos todos, quiero presentarles a Verónica Cross, la nueva agente de relaciones públicas y no su niñera —aclaró específicamente para Erick.
Por primera vez desde que llegué todos estaban en silencio, alternando su mirada entre el entrenador y yo, a excepción de Erick quién sólo estaba mirándome de nuevo tal vez preguntándose qué demonios estaba haciendo aquí. —Verónica, por favor. —mencionó tendiéndome la mano y animándome a hablar.
Si el hombre de pie a mi lado supiese que mis piernas estaban a punto de tocar el suelo me despediría sin pestañear.
— Bueno ya que las presentaciones fueron hechas, voy a mirar detenidamente sus expedientes, a algunos de ustedes los he escuchado mencionar un par de veces por lo que me voy haciendo una idea. —mencioné como pude, manteniendo la neutralidad en mi tono y en mi postura. —Me reuniré con cada uno de ustedes cuando tenga un informe. —especifiqué. —No sé qué le hicieron al antiguo chico...
— ¿Qué te hace pensar que le hicimos algo? —me interrumpió el moreno, dedicándome una sonrisa burlona. Sus ojos verdes brillaron con diversión a medida que sus pies intentaron avanzar hacia mí, deteniéndose nada más dos pasos después.
Dejó de mirarme, y miró la mano de Erick sobre su hombro impidiéndole el paso. Me quedé pasmada por el rápido movimiento y al igual que todos, sentí la tensión subir en el lugar.
El hombre permaneció en su sitio mirándome ahora con los ojos entrecerrados, los míos volando al brazo de Erick posado en su hombro, evitando demostrar con mis ojos lo que por dentro estaba sintiendo.
— Escuché como te burlabas hace un par de minutos, no sé si aún lo recuerdas. —el moreno rodó sus ojos al tiempo que sus compañeros contenían las ganas de burlarse. —Además, —por alguna razón, mis ojos se posaron en el hombre a su lado, aun sosteniendo su hombro. Concéntrate, Verónica. —he tratado con hombres como tú. —su ceja se enarcó, instándome a seguir. —Hacen lo que quieren sin importarles a quienes dañen en el camino. —noté a Erick tensarse atrayendo la atención de su compañero. —No es algo con lo que me impresione tratar, he tenido suficiente de eso. —terminé por decir.
— No nos juzgues a todos, —Kyle apareció en ese momento junto a mí, colocando su mano derecha sobre mi hombro. —puedes llevarte una sorpresa.
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Editado: 24.02.2024