Verónica.
Desperté sobresaltada a las cinco de la mañana, el sudor goteando por mi frente y mi respiración demasiado agitada; hace mucho no me despertaba de esta manera.
Las pesadillas habían desaparecido dos años después del nacimiento de Jake, pero ahora, los recuerdos habían hecho lo posible por colarse en mis sueños impidiéndome incluso poder dormir. Había pasado de la cama de Jake a la mía, luego de quince minutos de removerme incomoda junto a mi pequeño. Si lo despertaba, no solo sería yo sin poder dormir, sino que él, ya no cerraría los ojos de nuevo y sería un problema hacer que fuese a la escuela.
Caminé lentamente hacia el baño esperando que el agua fría me despertara por completo, lo menos que quería en estos momentos era recostarme de nuevo, no si esos pensamientos vendrían de nuevo a mi mente golpeándome como una bola de cañón justo en la parte más sensible de todo mi ser.
Quité el pijama de mi cuerpo metiéndome de inmediato bajo la regadera, el agua mojando cada parte de mi cuerpo haciéndome desear poder mojar más adentro, justo donde las heridas aún no habían sanado y donde las cicatrices no querían mejorar.
Durante años tuve la idea de que mi vida con Jake no podría derrumbarse, éramos los dos contra el mundo, pero tras ver a Erick, había caído en la realidad, no podía huir de mi pasado por mucho que quisiese, no cuando era inevitable que se cruzara de nuevo en el camino.
Antes de enterarme de mi embarazo pensé que cada parte de mi ser se había ido tras el recuerdo de mi primer amor. Pensé que pasaría y me sentí tonta por aferrarme al hombre que se había ido. Luego, cuando sentí patear a mi bebé dentro de mí, mi corazón volvió a latir junto con el suyo y supe de inmediato que jamás podría olvidarme de Erick, porque nuestro amor me había dado el regalo más hermoso que pude haber llegado a recibir.
Jake había sido una bendición para mí, había sido mi luz cuando pensé que la oscuridad iba a devorarme, había sido la razón por la cual me di cuenta que la vida obraba de formas misteriosas y fue la manera más hermosa que tuvo la vida de decirme que por muy cerca que estemos del abismo, siempre hay una razón para no caer y que está en nosotros decidir si queremos saltar al fondo o retroceder, tomar impulso y saltar al otro lado, donde la luz es más fuerte que la oscuridad, y en donde si hay posibilidades de ver la felicidad parpadeando en cada rincón.
Él me había salvado.
Mi pequeño era la razón por la cual no me derrumbé por completo hace seis años, y cuando lo sostuve junto a mi pecho por primera vez, las lágrimas de tristeza desaparecieron dejando solo ojos envueltos por pura alegría.
Por eso es que no podía desmoronarme justo ahora, tenía que ser más fuerte que nunca, no solo por mí, sino principalmente por mi él, porque, aunque estaba ignorante de todo lo que había sido la vida de su padre y la mía en un pasado, debía protegerlo de todo lo que explotaría una vez se supiese la verdad. Porque sabía que ese día llegaría, Erick pronto sabría la verdad y de una manera u otra, el más afectado por todo esto sería Jake, y cuando llegara ese momento, sería yo quien debería salvarlo, al igual que él lo hizo conmigo hace seis años.
♣ ♣ ♣
—Mami ¿puedo ir al parque de nuevo con mi Abu?
Miré al niño a mi lado con el cereal a medio comer. Jake aún no lograba comprender que hablar con la boca llena no era de buena educación, el cereal se veía mientras una sonrisa llenaba su precioso rostro. Sonreí y tomando la servilleta junto a mí, limpié su boca instándolo a cerrarla.
— Luego de que hagas las tareas claro, y además debes prometerme que no hablarás con la boca llena en la mesa, cariño. —dije dejando la servilleta de lado —Además, si lo haces te prometo que el sábado seré yo quien te lleve al parque. —su carita se iluminó y la sonrisa que estaba plasmada en su rostro se hizo aún más grande haciéndome sonreír con mayor vigor.
Dios, como lo amaba.
—¿En serio? —cuestionó tras comerse el ultimo bocado de cereal de su plato.
—Claro, mi amor. —Me puse de pie y besé su cabello castaño—. Ahora sube a lavarte los dientes para que la Abu pueda llevarte al colegio y no llegues tarde.
Debido al mensaje del entrenador en mi buzón temprano, tuve que explicarle a Jake que hoy no podría llevarlo a la escuela. Había intentado hacerlo, pero en vista de que no encontraba su caja de colores, solo me dijo que accedería a que mi madre lo llevara en vez de hacerlo yo.
Mi pequeño se puso de pie en la silla y envolvió sus brazos en mi cuello, plantando un sonoro beso en mi mejilla, para luego saltar de la silla y salir corriendo a cepillarse los dientes y tomar su mochila.
Segundos después, mi madre apareció con una mirada extraña en el rostro mirando las escaleras hasta que los pasos de Jake se perdieron en su habitación.
— ¿Qué sucedió ayer, Verónica?
Solté el aire que había contenido desde que la vi entrar.
¿Cómo le hacía para saber las cosas?
A veces hasta miedo me daba.
Si alguna persona era capaz de detectar cuando algo no iba bien, era mi madre, en especial, cuando se trataba de mi o de Jake. De hecho, fue ella quien me dijo que podría estar embarazada en primer lugar, y yo aún no había notado nada extraño en mi cuerpo. Pero bueno, tampoco era como si en ese momento estuviese prestando mucha atención a la vida corriendo frente a mí.
—Has estado rara, cariño. Ayer llegaste tarde y te encerraste en la habitación de Jake, y hoy por alguna razón te levantaste más temprano de lo habitual e hiciste el desayuno, así que creo que es momento de que me expliques qué sucede.
El tono casi autoritario y preocupado que usó solo me hizo sentirme mal por ocultarle las cosas.
—Vi a Erick —solté de golpe y sin anestesia.
Retrocedió mirándome confundida mientras se llevaba la mano derecha al pecho, tal como siempre hacía cuando se enteraba de las cosas fuertes.
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Editado: 24.02.2024