Verónica.
Miré el reflejo en el espejo, resignándome a que no había nada que me hiciera ver mejor que esto. Las ojeras en mis ojos eran el claro indicio de que no había dormido mucho en las últimas noches, las distintas maneras de decirle a Erick sobre Jake habían rondado por mi cabeza cada que intentaba cerrar los ojos y por fin descansar.
En realidad, no había podido llegar a un acuerdo con esa parte de la situación. No iba a ser fácil, lo sabía. Y tendría que aceptar lo que sea que viniese porque era mi responsabilidad.
En los últimos dos días, las cosas no habían sido muy pasibles en la casa, mi madre que se había enterado de que le contaría a Erick de una buena vez la verdad, no lo había tomado demasiado bien, a decir verdad. Y eso solo había empeorado con la venida de Kyle anoche.
Ella había bajado justo cuando me desmoroné en los brazos del rubio que me sostenía completamente en silencio permitiéndome sacar todo. Pero no se acercó. Me dejó llorar a pesar de que sabía que quería venir y arrebatarme del cuerpo de Kyle para ser ella quien me consolara.
La inesperada visita de Kyle anoche había sido el golpe que la vida me había dado para decirme que mi tiempo con ese secreto guardado había llegado a su fin.
Le había prometido a Kyle antes de irse que le diría la verdad a Erick y luego de hablar con mi madre, ella había estado de acuerdo en que era lo mejor. Pero en el fondo, esto iba más allá de cualquier promesa que les hubiese hecho a ambos, esto era por Jake. El necesitaba un padre, y yo iba a intentar darle el suyo.
—¿Nerviosa? —miré con cara de pocos amigos a Kyle.
Él sabía perfectamente porqué estaba así.
Cuando apareció en la puerta supe que iba a estar allí sin elegir ningún bando, intentaría ser un buen amigo para Erick, pero eso no significaba que me dejaría de lado. Algo que sinceramente sí que agradecía. Había tomado la decisión de no decirle nada a Sam, la alteraría demasiado y esto era algo que tenía que hacer por mi cuenta. Luego de que le dijera a Erick la verdad la llamaría. Justo ahora no podría aguantar que saliera corriendo de su trabajo solo para estar conmigo. Era tiempo de solucionar mis problemas sin nadie que me ayudase.
— Todo va a salir bien, Verónica. No le des más vueltas.
Intenté forjar una sonrisa que no llegó a mis ojos. El nerviosismo, el miedo, la culpa. Todo se arremolinaba en mi cuerpo impidiéndome pensar con claridad.
Mi corazón comenzó a latir mucho más rápido de lo normal cuando nos estacionamos en el parqueadero del estadio, mis ojos buscando una salida rápida por si necesitaba huir.
Huir. Correr. Alejarme de la realidad.
Una realidad que había intentado esquivar durante seis años.
En momentos como esto, era lo único que mi cerebro procesaba. Había huido muchas veces. Y estaba cansada de hacerlo.
La mano de Kyle apretó la mía antes de darme una pequeña sonrisa, sacándome de mis pensamientos. Ni siquiera él estaba seguro de lo que pasaría. Lo veía en sus ojos. Por alguna razón estaba casi tan nervioso como yo. Y sabía el motivo. Ambos conocíamos el Erick molesto y desesperado. Su reacción iba a ser inevitable.
— Todo saldrá bien, te prometo que no voy a dejarte sola.
Asentí, pero lo encaré.
—No estarás allí cuando le diga a Erick. —estaría completamente sola con él. —¿Quién evitará que me arranque la cabeza por mentirle tanto tiempo?
— Relájate, Verónica. —Tomó mi mentón y me sonrió de lado—. Estaré justo fuera de tu puerta. Luego de que se acabe la reunión, tú y Erick pondrán seguro y hablarán como adultos.
Adultos. Eso éramos. Por lo menos yo había sido lanzada a esa etapa de mi vida con demasiada rapidez. Brent había hecho eso.
— Bien podrían estrenar tu oficina después, si sabes a lo que me refiero. —rió con nerviosismo.
Frustrada, golpeé su hombro y tomé mi bolso para luego salir de su estúpido deportivo. La carcajada de Kyle me hizo sacarle el dedo del medio a través de la ventana mientras caminaba a las escaleras para subir.
El entrenador envió un comunicado pidiéndonos a todos estar a las siete en la sala de reuniones. Treinta minutos antes para repasar unas cosas. O eso creían algunos.
La verdad estaba casi segura que era por el hecho de que conocía a cada uno de sus muchachos. A las ocho que era la hora de inicio, estarían llegando unos cuantos, era el diario vivir por aquí. Con mucha más razón, porque ayer según lo que me había dicho Kyle, entrenaron hasta que el entrenador había sacado la mierda fuera de ellos tras la entrevista con Lindsay.
Agradecí no estar allí. La situación con Bradley le había puesto los nervios al borde a George, el idiota no sabía el significado de mantener la bragueta cerrada y le tomaron un par de fotos que sacaron de contexto en Chicago.
— A ver, Verónica. Cálmate, nada malo va a suceder hoy. Todo estará bien. —dije por lo bajo, entrando a la planta de la parte administrativa.
Tras de mí los pasos de Kyle se apresuraron a alcanzarme, acoplándose a la velocidad que iba. Incluso con tacones de aguja mis pies parecían querer algo distinto a lo que mis ganas de vivir.
Una parte de mí sí que quería salir rápido de todo esto, pero la otra quería tomar las llaves que sabía estaban en el bolsillo trasero de los vaqueros de Kyle, subirme a su auto y salir pitando de aquí.
El beso que había puesto en la cabeza de Jake antes de subirse a la ruta escolar me había dejado completamente perdida. No quería separarme de él esta mañana, porque sabía que cuando lo volviera a ver la situación que le tendría que explicar iba a ser muy difícil de sacar.
—Verónica, ya me relajé. —Me apuntó—. Tú deberías hacer lo mismo. —Se encogió de hombros—. Si entras en ese estado a hablar con Erick, puedes estar segura de que las cosas no saldrán bien.
#1027 en Novela romántica
#414 en Chick lit
hijos inesperados contrato secretaria, reencuentro rivalidad amor drama amigos, romance odio mentiras
Editado: 24.02.2024