Touching the Stars | Hiccelsa | Parte I

18

-Papá, ¿estás aquí? -preguntó la platinada, asomando su cabeza por el marco de la puerta. Su padre no se encontraba en su habitación. Ésta apretó los labios, pensativa.

¿A dónde se habrá metido ahora?  Pensó.

Había buscado por toda la casa, pero simplemente no lo hallaba.

-¿Será que el problema sí es sobre nosotros? -se susurró a sí misma.

Había analizado con detalle lo que Hiccup le dijo hacía unos días. Que un grupo de personas estaba buscando a alguien. Y que posiblemente era a Agdar, su papá.

"-Entonces por eso el apuro de mi padre por hablar con el tuyo -ella frunció el ceño, sin entender lo que decía-. ¿No te lo contó? Mi padre sospecha que esos indicios pertenecen al reino de dónde provienen tus padres -Elsa chistó.

-Él no me dijo nada. Además, ¿en qué te basas para decir que es el reino de mi padre?".

Elsa negó con la cabeza.

No. No podría ser posible. Sus padres abandonaron su tierra natal veintiún años atrás. Si quisieran encontrarlos, lo habrían hecho muchísimo antes de su nacimiento (claro, si es que el apuro era enorme).

Pero decir que era imposible indicaba que el jefe era un tonto por pensar eso. Y Estoico, a ojos de la rubia, era todo, menos idiota. No estaba bien subestimarlo. Si él creyó que buscaban a su familia, fue por algo. Debió ver un indicio de ello.

¿Pero qué?

Hiccup no parecía saber la respuesta, así que ella debía encontrarlo. Ya sea hablando directamente con Agdar, o con el vikingo.

Oyó que la puerta principal se azotó, por lo que se dispuso a bajar para recibir a su padre.

-¡Qué bueno que llegaste! Quería preguntarte sobre... Algo... -poco a poco las palabras se fueron disipando en el aire, al ver que quien había entrado, era una persona totalmente diferente a quien había pensado.

-Debemos hablar, ahora -exigió Astrid, con su hacha a la mano.

El alma se le fue del cuerpo cuando recordó que a unos metros de ellas, se encontraba una furia luminosa echada sobre su cama, durmiendo plácidamente como si de un bebé se tratara.

Su vista se oscureció por unos segundos, por lo que tuvo que sostenerse de algo para evitar caerse de lleno en el piso. El azúcar en su sangre se había desplomado por el susto.

¿De qué quiere conversar? ¿Sabe lo que ocultamos? ¿Hipo se lo dijo? ¿Sería posible que después de todo lo que vivieron juntos, podría traicionarla de ese modo? ¿Viene a aniquilar a su dragón? ¿Qué sería de ellos? Tantas preguntas expuestas en susurros dentro de su cabeza, le provocaron malestares generales. Empezando por su respiración que se había vuelto arrítmica y ruidosa.

No era capaz de controlarse, así que optó por pellizcarse fuerte en los muslos para relajarse y mentalizar sus acciones.

De ello dependería su vida y la de su familia.

-¿Sobre qué quieres hablar? -dio todo de sí para articular bien la oración y no verse descubierta.

-¿Qué relación tiene esto con tu familia? -de su bolsillo, sacó un objeto de tonalidades verdes y moradas, en algunas zonas se podía apreciar un putrefacto color cobrizo.

Elsa se acercó para tomarlo.

Se percató que en realidad era un pedazo de tela, y que la humedad había hecho de las suyas arruinando el material. En realidad era suave y cómoda, se asemejaba mucho a... La ropa de sus padres...

La desdobló por completo, para encontrarse con un símbolo bordado en dorado.

Pronto supo que ese era el indicio que estaba buscando, y que quien se lo había traído no lo había hecho por buena voluntad. Debía ver algo más detrás de esa intención.

-¿De dónde lo has sacado? -preguntó Elsa, alzando la ceja expectante.

No supo si vio mal, pero pudo percibir por un milisegundo, el miedo dentro de los ojos de Astrid. Ella se mantuvo en silencio.

-Este tipo de tela no abunda en Berk -siguió hablando, tomando poder en la situación, que inmediatamente fue notado por la vikinga, por lo que a la ojiazul no le quedó de otra que relajarse-. ¿Han hecho algún trato comercial con otras tribus?

-¿Entonces no está ligado a tu familia? -en un gruñido, Astrid la obligó a regresar al tema de partida.

-No -respondió tajante-. No tiene nada que ver con nosotros.

-Bien, es todo lo que necesitaba saber -le arrebató la tela de las manos, y se dió la vuelta, no sin antes decir-: Sólo quiero dejarte en claro, que si te vuelves un peligro para esta isla, y para esta tribu, no dudaré en eliminarte -levantó su hacha y la levantó a la altura de la barbilla de Elsa, mostrando el filo en dirección a su yugular-. No importará que te hayas codeado con el hijo del jefe.

-¿Es una amenaza? -preguntó Elsa dándole un manotazo al arma para alejarlo de su cuello, con un tono indignado de voz.

-Tómalo como quieras, ya lo sabes -dio por finalizada la conversación.

Salió de ahí, dejando a Elsa sola con sus miedos.

Segundos después de que no se oyó ningún ruido, finalmente se permitió ser débil. Las piernas le fallaron estrepitosamente, haciéndola caer de rodillas. Pronto tomó grandes bocanadas de aire, sudando frío.

-Esa maldita... ¿Cómo se atreve amenazarme en mi propia casa? -susurró mirando al suelo, dejando que las lágrimas corrieran por sus mejillas.

La garganta le dolía de tal modo que le era incómodo tragar saliva. Dejó que su dolor fluyera, gruñendo y gimoteando.

Por primera vez en mucho tiempo, ya no se sentía cómoda en Berk. Ni siquiera en su casa.

Aún y con todos los problemas que se avecinaban, no se arrepentía de haber rescatado a Temperance. Sabía que era un gran paso a un nuevo futuro, uno en donde nadie debería asesinar ni ser asesinado por dragones.

"Los buenos cambios vienen acompañados de grandes peligros", recordó la frase que su padre una vez le dijo justo después de haber explicado su historia de amor con su madre Iduna.




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