Constantino, un joven mixteco curioso, encontró una piedra preciosa brillante en lo alto de la montaña y decidió llevársela a su hogar como un tesoro. Sin embargo, lo que Constantino desconocía era que esa piedra era la morada sagrada de una deidad ancestral, algo de gran valor y respeto para su cultura.
Una semana después de haber llevado la piedra a casa, una serie de eventos inusuales preocuparon a Constantino y a su familia. La casa fue golpeada dos veces seguidas por rayos, causando daños considerables que inquietaron a todos.
Cuando la mamá de Constantino, Son, se enteró de lo ocurrido, su preocupación y conocimiento de las tradiciones ancestrales la llevaron a una firme decisión. Regañó a Constantino por su acción irrespetuosa y le explicó la importancia de devolver la piedra al lugar de donde la había tomado.
Con el objetivo de corregir su error y restaurar la armonía con la deidad, madre e hijo se dirigieron de vuelta a la montaña. Allí, realizaron un ritual ceremonial para devolver la piedra a su lugar original como muestra de respeto y reconciliación.
Como parte del ritual, ofrecieron un gallo como sacrificio, buscando así calmar la ira de la deidad y restablecer el equilibrio roto por la acción imprudente de Constantino.
Tras completar el ritual y dejar la piedra en su sitio original, una sensación de alivio recorrió a Constantino. Reconoció la importancia de respetar las creencias y tradiciones de su pueblo, así como la sacralidad de ciertos lugares. Desde entonces, mantuvo un profundo respeto por la naturaleza y la sabiduría ancestral de los mixtecos.