…
Veo manchas en la pared, escucho gotas de sangre cayendo al suelo, leves susurros en la habitación dónde me encontraba. Miré dos cuerpos en el suelo encima de un charco de sangre, estaba temblando, no podía dejar de ver aquella escena. Podía sentir como la sangre bajaba por mis pequeños dedos.
¿Yo hice esto? ¿Hice lo correcto? ¿Acaso mi madre mereció morir? ¿Fui yo la que los asesinó realmente? Tantas preguntas en mi cabeza que una sola respuesta me deja claro. Si, yo fui. Tiré la daga mientras observaba el cuerpo de mi padre, sentí como temblaban mis manos, estaba agitada.
-Llevé ese trauma y culpabilidad desde que yo acabé con mis padres. Estaba sola en casa con ellos mientras mis hermanos jugaban afuera. Con tal solo escuchar la palabra “culpa” me hace recordar cada palabra que le salía de la boca de mis padres. - Confesé. - Así que, para que necesitan testimonio si soy testimonio de mi propio crimen. Yo fui quien los asesinó y yo fui quien asesinó a esa gente que vivía en esa casa. - El juez no tenía nada más que decir, ya estaba cansada de cargar este peso sobre mi pasado. Lo único que quería era dejar de asesinar a más gente inocente. Los policías me llevaron directo a las rejas, el caso se había cerrado por completo.
Estuve presa casi dos años, muchas mujeres que se encontraban aquí fueron amables conmigo, otras bueno… fueron crueles. La mayoría de las mujeres que se encuentran aquí fue por drogas, asesinar al hombre o por robo. Recuerdo la primera vez que entré detrás de esas rejas, la mayoría me veían como una criatura. Me tenían miedo por mi color de cabello, la mayoría decían que era una sociópata y que por esa misma razón acabé con la vida de mi padres.
Pasaron dos años, cuando un hombre bien vestido se acercó a mi celda. Un oficial abrió mi celda sin darme razón. Estaba asustada y confundida a la vez, no entendía lo que sucedía.
-Serás libre ya que han pagado la fianza. Eres libre, pero hay que hacer el papeleo. - Dijo la oficial, seguí la oficial. Me entregó ropa que el hombre me había dejado, al salir me encontré con aquel hombre.
-Me da mucho gusto verte libre, ahora acompáñame. - Abrió la puerta de su coche, sin pensarlo me subí, no conocía al tipo ni tampoco lo recordaba, al llegar a su hogar me dio paz.
Pasaron meses después de que había salido de prisión, él tipo se llamaba Seán y su hermana se llamaba Navaeh ambos me aceptaron como parte de su familia sin importar lo que hice en el pasado. Ambos me inscribieron en un colegio, me había teñido el cabello para no sentirme insegura de mi misma. Jamás me lo quise teñir ya que mi hermana mayor me ha dicho una vez cuando era pequeña, que soy perfecta con este color de cabello. Pero, quería olvidar los malos recuerdos que hice esta decisión.
Los primeros días en el colegio, la mayoría no me aceptaba por mi pasado, algunos me temían y otros me odiaban. Yo era la chica que se sentaba en el fondo cerca de la ventana, cada día me sentaba y varios alumnos se acercaban a decirme…
-Viniste de nuevo, ahora qué planes tienes? - Preguntó una chica con una coleta.
-Nosotros no queremos a sociópatas en este colegio. - Dijo un chico que al parecer era novio de la chica.
-No puedes hacer nada, estás sola y no tienes a nadie que pueda defenderse. - Me susurró la amiga de la chica con coleta. Estaba reventando de ira dentro de mí, sentía como mis ojos se llenaban de lágrimas. - Acaso quieres llorar?
-Awww, va a llorar la asesina! - Empezaron a reírse de mí. El chico fue a llamar a sus amigos para reírse de mí, mientras yo solo observaba mi mesa. No quería verlos a los ojos, ella tenía razón, quería llorar. Llegaron más de sus amigos con nosotros, todos empezaron a reírse de mí y a decirme cosas hirientes para romper en llanto.
-¡Llora! Llora! Llora! Llora! - Todos gritaban, sujeté mi lápiz con fuerzas a punto de quebrarla. Hasta que empecé a ver a las personas con sus ojos tachados. Tuve la misma visión que aquella vez que asesiné a mis padres y a una familia. Cubrí mis oídos mientras ellos seguían gritando cada vez más fuerte. - ¡Llora!
-¡Ya basta! - Grité. Al gritar había cerrado mis ojos, escuché un estruendo como si hubiera quebrado un brazo de alguien. Escuché un grito, al abrir mis ojos miré el novio de la chica en el suelo encima de un charco de sangre. Me había asustado demasiado, sabía lo que había sucedido. Los otros tipos me levantaron del asiento y me empujaron directo al escritorio del maestro.
-¡Acabemos con ella! ¡Es una maldita bruja! - Gritaron. Se acercaban poco a poco con tijeras en la mano mientras las chicas estaban en el fondo asustadas. -Eres una asesina y siempre serás una asesina! - El tipo tenía razón, he asesinado gente inocente en el pasado, pero era por una sola razón, mi poder me lo pide y hago lo que me dice. Sonreí levemente mientras veía a los tipos.
-Es cierto, soy una asesina que mató personas inocentes en el pasado y lo que pasó en el pasado seguiré siendo una asesina. - Me levanté. - Estoy cansada de este mundo cruel, los humanos son basura. Si tu piel es color nadie te aceptara y te tratará como una basura, si eres pobre te verán como un fracaso, si no estudias eres drogadicto, si vives en la calle estás en malos caminos. - Dije. - Este mundo está podrido con gente que son basura. - Una sombra en forma de mujer aparece detrás de mí esperando mi órden, al aparecer aquella sombra, aparece mi daga. - Y les digo quienes son basura? Ustedes… aunque un asesino se arrepienta de su crimen siempre lo tratarán como una persona diferente. Ustedes no merecen vivir en un mundo que ya estaba lleno de basura. Nosotros solo queremos un mundo mejor pero ustedes lo contaminan. - Los tipos bufaron. - Yo les haré un favor. Ustedes ya no sufrirán en este mundo. - Acabé cortándole la garganta a uno mientras mi sombra hacía lo mismo con los otros. Había juntado los cuerpos, me senté enfrente del escritorio encima de los cuerpos. Tenía razón, este mundo está podrido. Mi destino está más claro, soy una asesina y no hay posibilidad de cambiar mi destino.
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Editado: 25.04.2022