Tras el rastro del maestro

El encuentro II. A Gloriosa

Ya es pasada la tarde, los santos mencionan la hora de escudriñar en algún sitio donde un extranjero de Buenos Aires pueda recibir por bendición de Dios un buen café, y el periódico, junto al mapa célebre de la misteriosa urbe.

Afortunadamente en América del Sur no predomina como lengua la castellana, y aprender de pequeño un portugués del Brasil en la escuela es beneficio extra al viaje. He aquí la razón de mi entendimiento con ellos: aristócratas, burócratas, burgueses y anarquistas, ricos y plebeyos; dictadores y comunistas. Escritores y poetas, y la razón de mi viaje un poema, y un fantasma que hace las veces de escritor y las veces de soñador y son solo leyendas de lecturas que un fanático desmedido toma como clave crucial para llegar a aquella tierra de neblinas, edificios abarrotados de claraboyas y un pasado medieval de lucha entre cruzados y moros por un lado a la actual versión de fascistas y comunistas. Antes la religión dividía al mundo y ahora en plena generación beat lo hace la ideología.

Sin lugar, apenas terminada la guerra, los aliados tomaron el poder. Las fuerzas

del Tercer Reich se desvanecieron en errores y ahora muchos constan en las filas del bando contrario. Nunca sabremos quién sería el villano de la película. Franco quedó en España con una guerra civil y Salazar hizo las suyas en Portugal. Las cosas no andan bien del otro lado del Atlántico. Luego de la caída del general Juan Domingo Perón debido al golpe de Estado, en la Revolución Libertadora encabezada por Aramburu se sucedieron hechos ilícitos, delitos, masacres. Asesinatos y otras atrocidades. Un amigo, Rodolfo Quintela, periodista de estirpe, trató de documentar, tomó una serie de entrevistas, todas las maldiciones de esos años a inocentes opositores, que solo tenían como única posesión sus ideas. Se perpetraron todo tipo de odiseas: el levantamiento de Juan José Valle, José León Suárez, y su llamada masacre. Los primeros militares opositores, los segundos civiles. Luego otro nuevo golpe en el año 62, gobierno democrático en el año 63 y nuevamente un golpe en el 66 y vendrían los bastones largos. Un golpe de estos es como un cross de boxeo bien puesto de improvisto. Uno cree que va todo bien, trata de planificar su combate y llevarlo y ¡pum! Viene golpe de la nada.

Rodolfo es muy comprometido con su legado defensor y ahora que vi ese grafiti de batalla. Emblema de lucha me acuerdo de él cuando me dijo un día caminando por la Plaza de Mayo (centro de la ciudad de Buenos Aires, enfrente

de la Casa de Gobierno y del Cabildo) ante una frase que por casualidad mencionaba libertad y paz a los nuestros:

–Sabés, Armando. Nos quitan el derecho a todo. A la libertad, a la palabra. ¡A la vida! Pero nuestra voz no calla. Las paredes son la palabra del pueblo.

–¿Será pues que estamos destinados a padecer y esperar y trabajar como decía un autor cubano? ¿O no es así, Rodolfo?

–Cómo no acordarme de aquella obra. Padece, espera y trabaja para gente que nunca conocerá, y que a su vez padecerán y trabajarán para otros que tampoco serán felices…, cita Rodolfo.

–Pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de su porción que le es otorgada…, le digo.

–Pero la grandeza del hombre está en querer mejorar lo que es. En imponerse tareas, dice aquel conocido escritor, Alejo Carpentier, en el reino de los cielos no hay grandeza que conquistar, para él no hay libertad para aquel esclavo haitiano, sino en el mundo de la tierra o como él decía en el reino de este mundo. Es aquí en donde el hombre busca su grandeza y, cito, es capaz de amar en medio de las plagas.

–¿Ese es tu concepto de lucha?

–Es mi concepto de no rendición.

–Lástima que aquel personaje de ficción al final no logro su cometido.

–Prefiero eso de llamar a todos los seres de aquella isla para dar un recado de lucha. Y es que siempre alguien quiere imponer su poder y avasallar al otro.

–Será pues razón de lanzar una declaración de guerra al cielo y vencer a nuestros nuevos amos. Pero no ahora para alguien al que lo llama otra gracia histórica. Por el momento debo irme, mi amigo.

–¿Vas a partir?

–Sí. Me llama mucho esa aventura que alguna vez te mencioné.

–No entiendo mucho de poesía. Ni de ese hombre, de origen portugués. ¡Pero cuídate! Estoy seguro de que vas a llegar a lo que buscas. Trata de ser libre. Vive en el espacio de un pálpito, los momentos que serán capitales en tu vida. Si tienes que ser ave, sé ave; si eres hormiga, sé hormiga; si eres valiente, sé valiente. Todo por el repudio oscuro de la cobardía de los dictadores de órdenes que manejan los vientos, las tierras, aguas, cielos e infiernos con su llamado gobierno hostil disfrazado de apacible. Y ante la duda pide ayuda que algún santo te la dará para que abras tus caminos. Sé que no debes tener mucha idea de estas religiosas palabras, solo tenlas en cuenta.

Rodolfo rio movido por una imperiosa levedad.

Reí con él ya que él era un lector de muchas letras, palabras, religiones, destinos, historias.

– Mi amigo, no conozco de religión, ni de paganismos, pero lo tendré presente. Cuídate si es que vas a declarar arriba de una mesa mirando hacia el palacio tus propósitos, mientras la humareda gris se expande en todo este país y las palomas te ayudan en tu voz.




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