-Marco-
Aún no había amanecido cuando desperté, todo mi ser estaba helado. Ese sueño me hizo remover tantos sentimientos. Creo que iré a caminar un poco para tranquilizarme antes de que Amalia despierte.
Se lo que es sentirse desprotegido y sin saber cuál será tu fin. Amalia despierta en mí ese lado protector que enterré aquella mañana de lluvia. Ya no tengo a nadie que proteger, mi único deseo es vengarme de la mujer que acabó con todos los que amaba, además, de erradicar por completo a los Eterios, que solo desean mantener un mundo que nos está matando.
El reino espiritual es mi hogar, no hay nada que me apegue al otro reino. Me causa gracia ver como otros espíritus gritan los nombres de los miembros de su supuesta “familia” que aún está en el reino mortal, mientras son torturados en las catacumbas, como si ellos fueran a escucharles, o si quiera se acordaran de ellos.
Es divertido ver como un “muerto” como nos llaman los mortales, aun pueda guardar esperanza. En este lugar no queda otra opción, más que seguir tu pasado y volverte una aurora al final de todo. Yo no deseo convertirme en nada, y que un mundo al cual no conozco me utilice para sus fines de supervivencia, cuando ellos mismo se destruyen al no saber cuidar su reino. ¡qué culpa tenemos los espíritus de los desórdenes mortales! ¿Por qué nuestra energía debe ser utilizada para sus fines egoístas? Por esa razón debo encontrar las piezas que abren la puerta entre los tiempos y poner fin a este conflicto. Antes que mi tiempo se agote.
De mis labios se escapa un suspiro al pensar que es hora de regresar, Amalia debe estar despierta, de paso le llevaré algo de comer, seguro aun su ser no se ha terminado de acostumbrar a la idea de que ha dejado su lado mortal y sienta deseos de comer. Esperemos se acostumbre pronto y pueda decidir a qué lado desea pertenecer.
Al abrir la puerta de la choza me encuentro con una joven tierna y con unos ojos muy curiosos que desean descubrir todos los enigmas del universo. Ella se encuentra observando cada rincón de la cocina. –seguramente tiene hombre – pienso. Yo solo la observo antes de aclarar mi garganta. Su delicado cuerpo solo pega un brinco al percatase de mi presencia vuelve a verme con una sonrisa tímida e intenta cerrar la gaveta detrás de su espalda intentando que no lo note.
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Editado: 10.10.2020