Tras la pantalla

Capitulo 11

El resto del día transcurrió entre los recorridos del campus, presentaciones de los profesores e instrucciones sobre la institución y sus reglas.  Trate de mantenerme concentrada en ello y olvidar lo sucedido durante el almuerzo. No había tenido tiempo de revisar mi celular, así que no me di cuenta de la cantidad de mensaje y llamadas perdidas que tenia de Maru.

Al parecer cada facultad tenia su forma de dar la bienvenida a los de nuevo curso. Mientras yo me pase horas recorriendo el campus y anotando infinidad de reglas; Maru tuvo lo que llaman integración grupal. Pobre, estoy segura de que hubiese preferido cambiar lugar conmigo.

Por tradición, los nuevos debían asistir a una “reunión” para conocerse mejor después de clases. Cosa que Maru maldijo en sus mas de 20 mensajes; que para él ya son demasiados. En fin, el punto aquí era que debía regresa sola a casa, serian como 5 cuadras antes de la parada de autobús mas cercana.

— Odio los lunes — digo para mí misma con pesadez.

Camino unos cuantos metros sobre la acera, cuando el insistente pitido de un automóvil me hace frenar.  Veo con enojo y frustración como el conductor detiene el auto a mi lado; la ventanilla baja lentamente dejando ver a la persona que conduce.

— ¿Jean? —exclamo con incredulidad al reconocer al conductor— Tiene que ser una broma —

El rostro de Jean asoma por la ventana del auto, con una sonrisa traviesa y una mirada desafiante.

— ¿Qué estás haciendo? —pregunto, cruzándome de brazos y sin intención de acercarme al auto.

Jean se encoge de hombros con indiferencia, pero no se inmuta por mi rechazo inicial.

— Regreso a casa, ¿no es obvio? —dice con una sonrisa juguetona—. Me pareció ver a un chica caminando sola por la acera; quise ser educado y ofrecerle un aventón ¿Qué dices Triki? ¿Te llevo a casa? —

—Gracias, pero no gracias —respondo con firmeza —. Prefiero caminar que subir al auto contigo y tu dulce hermanita — sonrió con sarcasmo —

— Para tu información, vengo solo. Amelí tuvo que hacer la iniciación o no sé qué tontería — contesta él — Entonces que, ¿subes? — insiste.

— Mi respuesta es la misma. No — digo con firmeza y continuo mi camino

A pesar de haberlo mandado por un tubo, Jean no parece dispuesto a darse por vencido. Comienza a conducir lentamente a mi lado, insistiendo con una determinación que roza lo terco.

— Vamos, Triki, no seas terca —dice con un tono persuasivo—. No es seguro para una chica caminar sola por la ciudad, especialmente con este clima. Podría llover en cualquier momento —

Y como si de un adivino se tratara, las gotas de lluvia comienzan a caer sobre mí. No es solo un lluvia ligera, sino un aguacero. Maldigo en lo bajo por la mala suerte que parece perseguirme en este día. Me quito la mochila y la uso como sombrilla al tiempo que corro hacia el árbol mas cercano.

— ¿Seguirás de terca? —insiste Jean desde el auto, con un ligero tono de burla.

Me encuentro bajo el árbol, resguardándome de la fuerte lluvia. Mi ropa ya está empapada y mis pies chapotean en los charcos que se forman en la acera. Jean sigue a mi lado en el auto, con una expresión que indica que no se rendirá fácilmente.

— Puedo cuidarme sola, gracias — repito con firmeza.

— Hay pero que terca eres — dice subiendo el cristal del auto.

Por un momento pienso que él se ha dado por vencido y se marchara; pero no. Jean baja del auto sin importarle en lo más mínimo quedar empapado por la lluvia, camina hacia donde me encuentro.

— ¿Qué te pasa? — pregunto sorprendida y confundida al mismo tiempo.

— O subes al auto por las buenas, o te subo por las malas — amenaza Jean, al tiempo que abre la puerta del copiloto.

Me resisto por un momento, luchando con mi orgullo y mi deseo de no depender de nadie más. Pero la lluvia sigue cayendo sin piedad, y Jena no parece dispuesto a irse.

— Me estoy mojando, Julieth — dice Jean — Podrías ser tan amable, y subir al auto antes que muera por un pulmonía —

— Está bien —susurro —. Pero solo porque no quiero terminar con un resfriado. —

— Aleluya — exclama con exagerado alivio.

Jean sonríe triunfante y sostiene la puerta abierta para mí. A regañadientes, me acerco al auto y subo al asiento del copiloto. La lluvia golpea el techo del auto con fuerza mientras Jean cierra la puerta y regresa al volante.

— Gracias —murmuro, sintiendo una mezcla de gratitud y molestia por su insistencia.

— De nada —responde Jean con una sonrisa juguetona—. No podía dejarte allí plantada bajo la lluvia —

— Podrías haberlo hecho —replico con un dejo de sarcasmo—. Pero gracias de todos modos. —

El resto del trayecto transcurre en un incómodo silencio, interrumpido únicamente por el sonido de la lluvia golpeando el parabrisas. No estamos enemistados, pero tampoco somos amigos. Simplemente somos dos personas que se toleran por necesidad.

— Siento lo de mi hermanda — dice Jean con sutiliza, rompiendo el silencio.  — Ella no suele comportarse así —

— Que gracioso — digo mirando por la ventana — Maru dijo lo mismo —

El silencio se vuelve a apoderar del ambiente. Mi mente se pierde entre los pensamientos, no quiero recordar lo sucedido; no quiero sentirme rota otra vez.

Llegamos a un semáforo en rojo, y Jean detiene el auto. El silencio es cada vez mas incomodo. Tal vez debería bajarme, mi casa no esta muy lejos de aquí, y la lluvia casi se ha detenido

— Puedo caminar desde aquí — digo con intenciones de bajarme — Gracias por…

Siete veces — interrumpe Jean.

— ¿Qué? — pregunto confundida, mi mano aun sujetando la manija del auto.

— Mi padre olvido el cumpleaños de Amelí siete veces — explica con rencor en su voz — Cinco veces fueron las que estuvo en el extranjero o en el trabajo, demasiado ocupado como para asistir a su fiesta, y el resto… solo estúpido feliz cumpleaños y regalos extravagantes —



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En el texto hay: ajedrez, romancejuveniel, música fama

Editado: 30.06.2024

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