La confusión de las tres chicas que se encontraban ahí dentro era evidente, ¿qué acababa de pasar?
- ¿Yo puedo hacer eso?- susurró el niño.
- En un tiempo podrás hacerlo.- respondió Megan.
El chiquillo brincaba sobre el suelo mientras daba grititos por la emoción que sentía.
- ¿Te ha dicho algo?
La voz de pícara de Danna se hizo presente, haciendo reír a las otras dos jóvenes.
- No. Estábamos jugando al escondite y al girarme estaba en la puerta, parecía mudo.
Se oyó el rechinido de la puerta principal, indicando la llegada de probablemente, el señor. Un portazo hizo vibrar las manchadas paredes, asustando a los bichos que salían de sus escondites correteando por el suelo.
- ¿Quién parecía mudo?
El susodicho entró a la sala embrollado. La joven miró a sus amigas en busca de ayuda.
- Un chico entró a casa, ¿eso está mal?
Las tres miraron al niño incrédulas, acababa de soltar su secreto.
- Tú y yo, vamos a hablar seriamente.- señaló a la humana del lugar.
- ¡Venga ya! ¿¡Yo qué culpa tengo!? ¡Lo quise matar y no me dejaron!
El jefe resopló y le sujetó la muñeca con fuerza, provocando dolor y un pequeño pavor en la chica. La arrastró hasta una sala en la que soltó bruscamente a la joven y se abalanzó sobre ella.
- ¡Relajate! Aquí mando yo.
La miró amenazador y se acercó más a ella, mas la joven soltó una risita mientras seguía atenta.
- Aquí va a haber unas reglas, si no las cumples te vas a la puta calle. Regla uno: haces todo lo que te diga, no quiero berrinches. Regla dos: no me dirijas la palabra, nunca. A menos que lo ordene. Y la última: das tu vida por ese niño. ¿Entendido?
- Si, señor.
- Bien. Ahora vete antes de aqui antes de que tu cadáver sea parte de mi colección
¿No sabe que no soy humana?
- Puedo leer mentes, niña.- espetó gélido el espectro antes de que la joven saliera del lugar.