Pasaron meses en donde la rutina se volvió aburrida para Rose. Era levantarse, aprontar a las niñas y llevarlas a estudiar a la academia de ARCOS. Recogerlas a su hora y volver a casa. Chequear ingresos a la mansión y movimientos raros en el área.
Pensaba en el porqué la Organización jamás dejó que su hija Ashley concurriera a un lugar así.
Lo único que le agregaba un poco de acción a si día era Sooyeon. Con quince años y un alma rebelde era todo un reto. Ellas se parecían más de lo que quería admitir. Lo cual le agradaba y fastidiaba en igual medida.
Aunque en este tiempo, mantuvo en observación a Minji, había algo raro en ella. Estaba casi segura de que una entidad estaba detrás de su enfermedad. Por lo que colocó sensores en su dormitorio para monitorear cada variable en el lugar. Pero aparte de que se producían cambios bruscos de temperatura en la noche, no sucedía nada. Y eso, con entidades de por medio, era imposible.
Últimamente, tenía que ayudarla a vestirse porque se sentía débil. Aunque este día notaría una marca en su cuello. Se veía como un moretón, pero con forma de estrella.
—¿Minji desde hace cuánto tiempo tienes esta marca? —preguntó Rose, corriendo el cabello de la niña.
—¿Qué marca? —preguntó la niña, con voz somnolienta.
Rose capturó una imagen con su comunicador y se la mostró.
—Desde los tres años. Los doctores la estudiaron, pero no supieron qué lo produce —murmuró ella exhausta.
—¿Te molesta si le tomo unas fotos?
Ella negó con la cabeza, por lo que Rose envió varias fotos a Chris para que las investigara.
—Tal vez debería de quedarte —murmuró Rose, corriendo las cortinas para que no te entre la luz.
—No, déjalas abiertas. No me gusta dormir en la oscuridad.
Rose se detuvo a escuchar, mientras en paralelo, abría las cortinas. Algo sonaba familiar.
—¿Por qué? ¿Cuéntame? —preguntó ella intrigada.
Minji se acomodó en su cama, con una sensación incómoda.
—¿Prometes no reírte o enojarte? —preguntó ella, con su mirada baja.
Rose se extrañó. Por lo que dulcemente se acercó.
—Te lo prometo —susurró de forma seria.
Ella observó a todos lados, tratando de chequear si había alguien, para acercarse a Rose.
—Tengo pesadillas con un monstruo. Intenta quitarme mis ojos. Luego despierto y está aquí… y me aterra —susurró ella, angustiada.
—Dejo las luces prendidas y la pantalla activa porque lo asusta y se va —susurró ella, señalando la pantalla frente a la cama.
El cuerpo de Rose se tensó. Sentía que ya había oído algo así antes. Pero al intentar recordar su cabeza, dolía. Se sentó pálida en la cama, tomando la mano de la pequeña.
—Si es una entidad la que te acecha, la mataré —susurró con su mirada perdida.
—¿Me crees? —preguntó la niña con sus ojos iluminados de alegría—. Cada vez que hablaba con mis papás, me acusaban de tener mucha imaginación —murmuró recostándose en la cama.
—Hay cosas rondando en la oscuridad y tus padres lo saben… no es para que tengas miedo —murmuró devolviéndole una mirada de puro amor—. Pero sí para que tengas cuidado.
Ella asintió con una sonrisa. Por primera vez se sentía escuchada.
—Le envié mis imágenes a Chris para ser analizadas, ni bien tengamos novedades, lo sabremos —exclamó Rose, dándole un beso en la frente.
Se retiró a cumplir sus obligaciones con las dos niñas Huang restantes.
Caminaban desde la casa hasta la academia, la cual quedaba a poca distancia. Cuando notó que un grupo de niños, junto a varios hombres de seguridad, esperaban a Sooyeon. Pero al verla llegar con ella, retrocedieron rápidamente.
—¿Son tus amigos? Puedes decirles que no muerdo —murmuró Rose animada.
Pero la joven no dijo nada, solo bajó la cabeza. La pequeña de la mano de Rose parecía temerles.
—¿Quiénes son? —preguntó Rose, analizando las voces de las niñas.
Sentía que algo andaba mal.
—Olvídalos —murmuró Sooyeon temerosa.
—Son hijos de hombres poderosos —murmuró Ara con temor—. A veces nos molestan.
—¿Más poderosos que tu abuelo y tu papá? —preguntó Rose incrédula.
—No lo sé, pero mi abuelo los respeta —dijo la joven con desánimo.
—¿Le contaste a tu abuelo y padre y no hacen nada? —preguntó Rose molesta.
—Mi abuelo dice que tiene negocios con ellos y que estas cosas son de niños. Que debemos defendernos nosotras —murmuró Sooyeon molesta.
—¿Tu mamá opinaba lo mismo? —preguntó Rose llegando a la entrada del lugar.
—Mi mamá los golpeó a todos. Pero ahora muerta, los abusos volvieron —murmuró Ara triste.
Le dio un beso a Rose y entró corriendo, evitando a los niños. Igual que Sooyeon quien pasó con la mirada agacha.
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Editado: 09.09.2025