Las semanas pasaron en la mansión de Dante Moretti, cada día mezclándose con el siguiente en una monotonía tensa y cautelosa. Bonnie se refugiaba en el estudio de arte que Dante le había proporcionado, encontrando consuelo en el acto de pintar. Cada pincelada era una forma de escapar de la realidad opresiva que la rodeaba, al menos por un momento.
Una mañana, mientras trabajaba en un paisaje surrealista inspirado en sus emociones, María entró en el estudio con una noticia inesperada.
—Señorita Bonnie, el señor Moretti desea hablar con usted en su despacho. —anunció María con su habitual tono neutral.
Bonnie asintió, limpiando cuidadosamente sus pinceles antes de seguir a María por los pasillos hasta el despacho de Dante. Entró con cautela, encontrando a Dante de pie junto a la ventana, mirando pensativo hacia el jardín.
—Bonnie me alegra que hayas venido. —dijo, girándose para enfrentarla.
Ella lo miró, esperando pacientemente a que continuara.
—He estado pensando en algo. —comenzó Dante, caminando hacia ella—. Quiero que pintes un retrato.
Bonnie frunció el ceño, confundida por la solicitud.
—¿Un retrato? ¿De quién?
Dante se detuvo frente a ella, sus ojos buscando los suyos con intensidad.
—De mí. Quiero que pintes mi retrato.
Bonnie se quedó sin habla por un momento. Pintar a Dante significaría estudiar cada rasgo de su rostro, cada matiz de su expresión. Sería un desafío artístico, pero también una oportunidad para comprender mejor al hombre que había alterado su vida de manera tan drástica.
—¿Por qué quieres que haga esto? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.
Dante suspiró, su mirada distante por un momento.
—Quiero que entiendas quién soy Bonnie. No solo lo que ves en la superficie, sino lo que hay debajo. Además, quiero que tengas algo que te recuerde quién eres realmente, incluso si te sientes perdida aquí.—
Bonnie lo miró fijamente, sintiendo una mezcla de curiosidad y desconfianza. No sabía qué pensar de esta solicitud, pero algo en la forma en que Dante la miraba le decía que era importante para él.
—Está bien. Lo haré. —dijo finalmente, asintiendo con determinación.
Dante pareció aliviado por su respuesta.
—Gracias Bonnie, no te arrepentirás.
Durante las siguientes semanas, Bonnie se dedicó al retrato de Dante. Él posaba pacientemente para ella, permitiéndole capturar cada detalle de su rostro. A medida que avanzaba en la pintura, comenzó a ver más allá de la fachada de poder y control que él proyectaba. En sus ojos oscuros había una tristeza profunda, una carga que llevaba en silencio.
A veces, durante las sesiones de pintura, compartían conversaciones superficiales sobre arte y la vida en general. Bonnie aprendió que Dante tenía un profundo conocimiento de la historia del arte y una pasión por la música clásica. Estos momentos fugaces de conexión la desconcertaban, haciendo que cuestionara sus propios sentimientos hacia él.
Una tarde, mientras trabajaba en el retrato en el estudio, Dante entró sin anunciarse. Observó silenciosamente mientras ella mezclaba colores y ajustaba los detalles.
—¿Cómo va? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.
Bonnie se detuvo, evaluando su trabajo con atención crítica.
—Creo que casi estoy lista. Solo necesito hacer algunos ajustes en la sombra aquí. —dijo, señalando una parte del lienzo.
Dante se acercó para ver más de cerca, su expresión seria.
—Eres talentosa Bonnie. Capturas los detalles con una precisión impresionante.
Ella asintió, agradecida por el elogio pero incómoda bajo su mirada intensa.
—Es solo pintura. —respondió modestamente.
Dante la miró fijamente, como si estuviera a punto de decir algo más, pero luego pareció pensarlo mejor y se volvió hacia la ventana.
—Deberías descansar un poco. Has estado trabajando mucho últimamente.
Bonnie estaba a punto de protestar, pero decidió no discutir. Tenía la sensación de que Dante no estaba solo preocupado por el progreso del retrato, sino también por su bienestar en general.
—Gracias. —dijo simplemente, sintiendo una extraña sensación de gratitud hacia él.
Dante asintió y salió del estudio, dejándola sola con sus pensamientos. Terminó los ajustes en el retrato esa tarde, y cuando finalmente dio un paso atrás para admirar su trabajo, sintió una mezcla de satisfacción y melancolía. Había capturado a Dante en lienzo, pero seguía sin entender completamente al hombre detrás del retrato.
Esa noche, durante la cena Bonnie presentó el retrato terminado. Dante lo observó en silencio durante unos momentos, sus ojos recorriendo cada detalle cuidadosamente.
—Es impresionante Bonnie. —dijo finalmente, su voz llena de emoción contenida.
Ella asintió, esperando su siguiente movimiento. Dante se levantó y se acercó al retrato, examinándolo de cerca. Bonnie observó la manera en que sus ojos recorrían cada trazo, cada sombra. Era como si estuviera buscando algo más allá de la pintura.
—Gracias por hacer esto. —dijo él, su voz apenas un susurro.
Bonnie no respondió, dejando que las palabras flotaran en el aire entre ellos. Había una tensión inexplicable entre ellos, una conexión que ella no podía ignorar por completo.
Esa noche, cuando se retiró a su habitación, Bonnie miró el lienzo vacío en la pared. Había capturado la imagen de Dante, pero seguía sintiendo que había mucho más por descubrir sobre él. Y mientras reflexionaba sobre el día y sobre las complejidades de su relación con él, se dio cuenta de que la vida en la mansión de Dante Moretti seguía siendo un laberinto de misterios y emociones inexploradas.