Tratado

• Fuerza •

—Lara—

A la mañana siguiente después de la cena, Lara se despertó con un fuerte dolor de cabeza, llevó una de sus manos a su rostro y se talló los ojos.

—¿Edward...? —inquirió al ver a una sombra borrosa a uno de sus costados.

—Lo siento, pero no.

Ella volteo hacia su derecha y se encontró con Leonard.

—¿E-en dónde estoy? —preguntó con la boca seca, apenas vislumbrando la habitación mientras se tocaba la cabeza.

—En la habitación de Edward. ¿Es que acaso no lo recuerdas?

—No me acuerdo de mucho —dijo mientras fruncía su ceño—. Solo sé que anoche estaba con él en el jardín y luego... nada.

Leonard explayo una sonrisa discreta.

—Eso es porque bebiste demasiado, te sentiste mal y ya no pudiste estar en la cena así que, Edward decidió que era mejor que durmieras un rato en lo que te recuperabas. Al parecer la bebida no te cayó nada bien.

—Oh, lo lamento —comentó cabizbaja—. No era mi intención preocuparlos y echar a perder tu bienvenida.

—Descuida, no echaste a perder nada. Esos eventos son algo aburridos. —Le dijo en un suspiro.

—¿Y Edward? ¿En dónde está?

—Él tuvo que salir más temprano, me pidió de favor que te llevara a tu casa. —Le dijo pasándole su ropa.

Lara tomó la prenda y agregó un entiendo en medio de una mueca mientras le pedía a su compañero salir de la habitación para que ella pudiera cambiarse.

—¿Estás lista? —Le preguntó Leonard al cabo de unos instantes.

—Sí. —Le respondió ella con media sonrisa.

Un par de minutos después ambos ya se encontraban bajando las escaleras, aunque antes de irse Leonard le pidió de favor que lo esperara unos minutos en lo que él regresaba por algo a su habitación.

Al salir de la mansión ya los estaba esperando un chofer quien mantenía la puerta del auto entreabierta.

—Buenos días joven Leonard, señorita Evans. —Reverenció el hombre inclinándose ligeramente hacia enfrente—. ¿A dónde voy a llevarlos? —preguntó el conductor.

—Al centro.

—¿Al centro? —cuestionó Lara en medio un susurro.

—Sí, al centro —reiteró Leonard y su chofer arrancó.

Minutos más tarde ya estaban llegando a la plaza.

—¿A dónde vamos? —preguntó la chica con el cejo fruncido.

—Ahí —señaló el pelinegro con la mano.

—No entiendo. Dijiste que me llevarías a casa.

—Tranquila no te enojes.

—¿Cómo quieres que no lo haga?

Leonard torció ligeramente una mueca en sus labios, no esperaba que ella fuera tan molesta.

—Te propongo un trato. Sal conmigo un par de horas y luego, yo prometo llevarte a tu casa.

Lara frunció el rostro, empezaba a molestarse.

—¡Pero que te has creído! —Le reprendió disgustada tomando la puerta.

—Espera... —Inmediatamente Leonard la detuvo por el brazo—. Quizá cometí un error al no preguntarte antes, pero temí a que me dijeras que no.

—¿Y qué esperabas? Soy la prometida de tu hermano.

—Con mayor razón para conocernos, ¿no crees? —Ella lo pensó por unos momentos mientras entornaba sus ojos en él—. Aunque si te sientes incómoda, lo entiendo. Podemos irnos y...

—No, no. Está bien —comentó a prisa—. Tienes razón. Después de todo no creo que a Edward le moleste —culminó con una sonrisa sospechosa.

—Perfecto, entonces vayamos a comprarte algo de ropa que tengo un excelente día planeado para ti. —Le dijo y fue en ese preciso momento en el que ella notó sus ropas.

Leonard no estaba usando su clásico traje oscuro, al contrario, vestía de una manera más casual y sencilla, vislumbrando lo remarcado de su cuerpo perfecto, algo que hizo que Lara clavara su vista en él.

—¿Qué sucede? —Le preguntó al notarla con los labios entreabiertos y la mirada fija en un solo punto—. ¿Lara?



#42766 en Novela romántica

En el texto hay: cliche, mentiras y dolor, infiel

Editado: 05.06.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.