Apologetica de la miseria parte IV
Del bien y del mal.
A la hora de mediar entre el bien y el mal es necesario entender las proporciones de ambos.
Tenemos por bien, toda aquella acción que en el individuo tenga el propósito de darle dicha a su espíritu y al de sus conciudadanos, así mismo tenemos por mal, todo aquello que en lugar de dar esa dicha, los guía por una senda en la cual se ve perdida el alma y la composición física del hombre.
Establecido esto, se puede decir que el hombre en su estado mas puro actúa la mayor parte del tiempo como un animal, puesto que no tiene idea de que es un bien o un mal, es lo mismo que decir que es innato en él la nobleza. Mas es conocido por muchos el decálogo católico que implementa la idea de la bondad y la belleza que es propia del hombre. Esta misma esta sustentada de tal forma que al desobedecerla se obtiene un mal como resultado.
Pero lo importante aquí es saber donde reside el mal y el bien, para ello debemos contemplar nuestras acciones y la repercusión que tendrán tanto en nosotros y en otros individuos. En textos anteriores exhorto a no vivir el momento, ya que muchas veces el vivir dicho momento es incidir en una acción que conlleva algo desagradable. Un ejemplo de ello, es el beber o las infidelidades, puesto que la primera procura un goce y posterior a ello resulta un mal físico, así mismo el segundo caso, si en un momento resulta oportuno para ser infiel, el hombre bueno sabe que dicha vivencia le hará mal, habiéndose procurado un alma noble, no permitirá que los sentimientos le arrebaten la templanza al alma.
Es todo cuanto se puede decir respecto al bien y al mal, todo esto surge de este modo, nuestras acciones de una u otra forma repercuten en otros individuos, pero si dichas generan fortaleza al espíritu, aquellas son buenas.