En el cuarto de descanso de la disquera, sentado en un sillón, se encontraba Iván, quién llorando a moco suelto, se quitó el disfraz de Iván delante de Elisa. Pese a todo el odio que Luis le hizo sentir al verlo, la gravedad de Andrés no pudo tolerarla. Algo se rompió dentro de él después de escuchar como Luis azotaba la puerta al salir. Todos aquellos momentos de risas y llanto que vivieron juntos en la banda, uno por uno regresaban a su memoria. Escuchaba en su mente las palabras de Luis diciéndole que estaba allí gracias a ellos, y eso era una realidad. No solamente eso, ellos habían permanecido fieles a no descubrir la verdadera identidad de Adrián, ni siquiera después de cómo los había tratado, sobre todo momentos antes con Luis, que ni siquiera lo amenazó.
En ese mismo cuarto, Elisa al descubrir lo que Iván le había ocultado por tanto tiempo, no sabía cómo reaccionar. No sabía si largarse de allí por no haber confiado en ella, o ayudarlo a sobrellevar ese dolor hasta el final, de quien él llamaba su primo. Ella sabía que tenía un hermano, que no sabía si vivía o no, y por el que no tenía algún sentimiento. Él le había contado algunas cosas sobre su pasado, y jamás le dijo quiénes eran los de la banda. De hecho, ni siquiera conocía que Jorge había sido el percusionista de aquella extinta banda musical. Ella tomó la decisión de dejarlo solo, y salió por la puerta, recostándose detrás de ella. A su vez, Hugo salió del estudio a buscarla, pues su cliente había llegado, y al verla con los ojos llorosos y la mirada perdida, le preguntó que le pasaba.
—No puedo creerlo Hugo. Ese hombre que vino dice ser primo de Adrián, y le trajo una mala noticia.
—¿Qué pasó?
—No lo sé exactamente, pero parece que otro de sus primos se está muriendo, y está adentro sin poder dejar de llorar.
—¡Quítate! Debe estar destrozado.
—¿Tú los conoces?
—Claro que sí, déjame entrar.
Elisa se quitó de la puerta, y Hugo entró y sentó al lado de Iván como si no le importara que se tratara del falso Adrián. Sorprendida, ella volvió a entrar y escuchó hablar a los dos hombres.
—¿Quién se está muriendo, Iván?
—Andrés.
—¿Andrés? No puedo creerlo. ¿Qué le pasó? ¿Dónde está?
—Parece que lleva dos infartos, está en el hospital Orange de su ciudad.
—¿Jorge lo sabe?
—Creo que sí, Luis me dijo que estaba allá. A mí no me dijo adónde iba.
Hugo miró a Elisa que estaba completamente confundida, se levantó del sofá y fue a hablar con ella.
—¿Qué te pasa? Estos son los momentos en que debes estar con él.
—Es que no entiendo, Adrián, Iván, no sé qué hacer, y ahora vienes tú a consolarlo porque sabías la verdad, él confía más en ti que en mí, ¿cómo quieres que me sienta?
—Eso no es verdad, él ni siquiera se ha dado cuenta en este momento que yo lo sé. Mira, su pasado es complicado, entiendo que sepas algo de él, pero no todo, yo tampoco lo sé. Lo que pasa es que yo escuché cantar a Iván muchas veces, y luego me traen a un patán de nombre Adrián con la misma voz, soy ingeniero de sonido, no iba a caer en esa trampa.
—¿No dijiste nada?
—No valía la pena. Se había convertido en un absoluto patán, no era la sombra del Iván que tú conoces, y que gracias a ti ha regresado. Tu amor lo ha traído de vuelta. Quizás tenía miedo que lo abandonaras si te lo decía, que sé yo.
»Y si quieres mi consejo, este no es momento de reclamos, Andrés es muy importante para él, al igual que todos sus primos, no tienen la misma sangre, pero ellos lo acogieron como parte de la familia en el peor momento de su vida. No tienes ni idea del bien que le has hecho a ese humilde hombre. –ella lo miró sorprendida–. Como escuchaste, él es muy humilde, pero lo de Katrina lo cambio completamente, hasta que te conoció. Ve con él, te necesita y mucho. Olvídate de Adrián. Es solo una actuación para el público.
Le dio un beso en la mejilla y regresó al estudio, allí lo esperaba impaciente el cliente de Francisca. Iván se veía desconsolado, seguía llorando. Ella lo pensó con calma, y regresó donde se encontraba él para tratar de calmarlo y que le explicara mejor lo que había sucedido. Sin ser muy específico, le contó la conversación que había tenido con Luis, y que se había dejado llevar por el odio, hasta que se dio cuenta que aún los amaba profundamente. Elisa vio el papel con un número escrito en él, e Iván le explicó lo que había hecho. Ella tomó el papel, lo guardo y siguió consolándolo. Cuando había dejado de llorar, le preguntó:
—Después de lo que hice, no sé comunicarme con ellos para saber de Andrés.
—¿Por qué no llamas a Jorge?
—No sé si me dirá la verdad. Él debió haberme dicho lo que estaba pasando, y haberle evitado a Luis la humillación de venir aquí a pedir ayuda.
—No te preocupes. La esposa de Andrés no va a mentirme si la llamó, yo me hago cargo, ¿te parece?
—Gracias.
Una semana duró Andrés en cuidados intensivos coronarios sin sufrir ningún otro episodio que pusiera en riesgo su vida. El médico dio la orden y lo llevaron a una habitación privada para seguir monitoreándolo, pero con visitas restringidas. Elisa animó a Iván para que fuera a visitarlo y se pusieron en marcha. Al llegar, Elisa averiguó en dónde se encontraba Andrés, subieron al ascensor, y encontraron a Luis y los hijos ya crecidos de Andrés en el pasillo. Los muchachos corrieron a saludar efusivamente a su tío Iván y a darle las gracias por haber ido a ver a su padre. Los chicos estaban muy contentos con su presencia, y cuando los saludos terminaron, Luis, que lo veía con ganas de estrangularlo, lo tomó de un brazo y lo alejó de allí.
—Mira sabandija. Aún nadie sabe nada de tu propuesta, y si viniste a disfrutar como Andrés se moría, lástima, ya no podrá ser, está vivito y coleando.
Iván avergonzado no sabía que responder, no le quedaba más que aceptar los insultos que bien se merecía. De pronto, la voz de Gloria se escuchó al fondo y corrió a abrazar a Iván con emoción.