Tres días en la oscuridad

 20. El final

 

El sol se había asomado al fin, después de tres días en la oscuridad. Los peores tres días que la humanidad ha vivido, sólo pocos lograron sobrevivir a estos terribles acontecimientos. El mundo estaba lleno de destrucción y cuerpos; lo podías ver en todos los pueblos, ciudades, estados y países. Conforme iba pasando el tiempo, la destrucción se iba transformando en lugares hermosos, con paisajes verdes, llenos de naturaleza, la tierra había vuelto a ser la misma de antes, cuando los humanos todavía no éramos los destructores de la naturaleza.

Miles de almas blancas, grises y negras estaban en las calles. Las almas blancas iban volando hacia el cielo, las grises se iban decolorando hasta quedar blancas como la nieve, mientras que las negras se sumían en el suelo para ir al infierno; el lugar donde ellos habían elegido estar, por sus acciones de cuando aún tenían una elección, en vida.

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En un principio cerré los ojos, para no ver cómo iban descendiendo las almas a gran velocidad, pero me armé de valor y los volví a abrir para ver como la tierra se iba transformando de nuevo en aquellos paisajes que tanto me encantaban, antes de que la tierra fuera consumida por las industrias. El viento hacía que mi cabello volara descontroladamente, y la sensación de volar era la más maravillosa, por fin sentía los rayos del sol, cálido sobre la piel. 

Sólo íbamos mis amigos y yo, los arcángeles no venían con nosotros. Me quedé pensando si quizás los volvería a ver algún día. Presté atención a mí alrededor, había más ángeles volando con el propósito de ir a buscar a todos sus  seres queridos, que tratábamos de proteger.

En el momento que pise el suelo. Sentí la tierra que tanto anhelaba, bajo mis pies descalzos. Lo primero que vi, fue a mis padres y abuelos, corrí hacia ellos para abrazarlos, darles un beso y decirles lo tanto que los amos. Me alegré tanto al verlos que casi me pongo a dar brincos de la emoción. 

—¿Ezequiel? —preguntó mi madre con los ojos cristalizados, al ver al ángel que se acercaba, después de nuestra cálido reencuentro.

—Sí, soy yo —dijo el ángel de ojos turquesas, sonriendo a mis padres.

—¡Hijo! —gritaron, al mismo tiempo y corrieron a abrazarlo, al igual que mis jóvenes abuelos.

—Te extrañamos tanto, mi amor. Gracias por cuidar a tu hermana y traerla con bien, aunque ya no estas con nosotros, todos los días te recordamos, mi vida —dijo mamá con lágrimas en los ojos.

—¿Eres mi hermano? —dije con la voz temblorosa y los ojos cristalizados, sintiendo como los vellos se me erizaba. Abracé a Ezequiel tan fuerte como pude y al final le di un zape en la nuca.

—¡Hey! ¿Por qué hiciste eso?

—Por qué tú, no me dijiste que eras mi hermano.

—Pues tú no lo preguntaste —dijo sonriendo ampliamente. Le lancé una mirada asesina y decidí hacer la pregunta del millón —Zeke ¿Te vas a poder quedar con nosotros? —cuestioné, mientras que Deniel se acercaba a mí y me abrazaba tan fuerte que me oprimía los pulmones.

—Hola, Izy —dijo él, y le di un beso en la mejilla.

—No lo sé —dijo mi hermano respondiendo.

—Pase lo que pase, mi vida, siempre te amaremos —dijeron nuestros abuelos Dante y Lizz, abrazando a mi hermano.

—Gracias —dijo Zeke, mientras les daba un beso en la mejilla.

—¿Están bien? me refiero a lo de la conversión —cuestioné a mis abuelos.

—Si cariño, estamos bien, sólo nos quitó unos años de encima, pero el veneno no nos hizo nada, después de muchos años estando cautivos en el infierno con el Señor Oscuro, aprendimos a evadir las consecuencias del veneno, usando nuestro lado de luz —dijo mi abuelo Dante.

—Si, tú tranquila pequeña —dijo mi abuela sonriendo ampliamente. 

—Te hubiera preparado para la batalla, Izy, de no habernos apresado —dijo mi abuelo con cierto aire de frustración.

—No te preocupes, abuelo, lo hizo demasiado bien, mató a incontables demonios en estos días, creo que fue una de las que más aniquiló a esas bestias, de todos nosotros —dijo Ezequiel.

—Me alegra saberlo. Heredaste las habilidades de tu viejo abuelo —dijo Dante.

—Pero abuelo, si el Oscuro te secuestro ¿cómo es posible que tu cuerpo estuviera destrozado en el suelo de la cabaña? —cuestioné.

—El Oscuro es demasiado astuto y posiblemente haya jugado con sus mentes, posiblemente ni siquiera había un cuerpo en la cabaña, por el tiempo en el que estuve en el infierno, siendo prisionero, aprendí que muchas cosas son ilusiones que crean los demonios, para acabar con lo poco que queda de la esperanza y torturar a las personas —dijo mi abuelo.

—Todo fue tan real —se escuchó la voz de mi madre a punto de llorar. Ella fue abrazar a mis abuelos y se sumieron dejando de lado el mundo, sólo el cariño de padres e hija. Pensé en el funeral y ahora que lo pensaba, estaba vacío, ahora que sabía la verdad, veía lo real.

—Chicos, por ahora me retiro. Tengo que irme a buscar a mis padres —dijo Ely, que había estado muy silenciosa, buscando. Y, algo conmovida por la escena.

—No necesitas ir a ningún lado, pequeña, aquí estamos —dijeron los padres de Ely que se acercaban, detrás de ella y la abrazaban, mientras Ely derramaba un par de lágrimas. Sus padres le decían cuánto la extrañaban y lo orgullosos que estaban de ella, por haber ayudado a salvar a la humanidad.



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En el texto hay: angeles, demonios, apocalipsis

Editado: 01.11.2020

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