Tres días para enamorarse

Aturdido

Noah

—¡Buenos días, mamá! —me expresé aun estando algo adormilado.

Había bajado las escaleras en contra de mi voluntad, rozando los pies contra el suelo.

No pensé en terminar tan agotado. Preparar la planificación del nuevo ciclo y estar pendiente de los estudiantes que iban a prácticas, es algo que de verdad me mueve la cabeza. A esto, sumándole los planes de esa semana, ya que era la última para los de Modalidad a Distancia. Algunos docentes nos habíamos ofrecido a ayudar en la jordana de exámenes solo para que el cierre de ciclo termine a tiempo.

—¡Buenos días! —me miró mi madre directo, reflejando en su rostro algo de asombro. —Mira esas ojeras, ahora ¿por qué te has quedado hasta tarde?

—Estaba terminando una planificación, pero, con algo de maquillaje no se notará —sonreí, tomando un vaso de agua, y procedí a darle un beso, para después direccionarme al sofá y reposar un momento ahí. En eso suena una notificación de mi celular.

Decano:

Nuevo horario.

Horario.pdf

Desde que llegué a este país, al principio se me fue algo difícil adaptarme a la costumbre y a la cultura en sí.

Procedí a abrir de inmediato el documento. En ese momento, llevándome una gran sorpresa. «Pero, ¿por qué?» exprese internamente.

En eso mi madre ve mi reacción.

—¿Sucede algo Noah?

—Pues, sí —dije indignado —Al parecer, tengo que salir en este momento.

—¿Por qué? —dice ella exaltada.

Me pregunte lo mimos: ¿Por qué?

—No es nada de qué preocuparse —explique con toda calma, tan solo para que no se viera abrumada con mi cambio repentino de humor. Siendo claro que, no entendía la razón de ese cambio repentino de horario —Solo tengo que ir a la universidad —respondí, mientras levanto apresuradamente mi trasero de donde estoy, e ir hasta mi habitación —Desayuno en la U —pronuncié mientras voy subiendo las escaleras.

Por el apuro no he tardado mucho en arreglarme. A lo que he salido despavorido de la habitación sin entender un carajo de todo ese cambio.

Revise de nuevo mis mensajes y me percato de que ese horario lo han enviado a las ocho de la noche del día anterior al grupo del docente. En ese momento me di un golpe en la frente —«¡Que bruto!» —Por motivos de la planificación y para no distraerme, había descolgado el internet de mi celular —¡Joder! Que despistado he sido.

¿Cuándo será el día en el que aprenda la lección de que no debo hacer eso? Pues justamente, creo que era ese día, 20 de septiembre de 2022.

Caminando apresurado, corriendo por el pasillo, me dirige hasta dónde está mi madre, me despedí y tomé las llaves de mi auto.

—¡Noah, ve despacio! —me grito ella desde la sala, escuchando como azoto la puerta por el apuro.

Ya en el trascurso a la universidad, se me es preciso llamar a Ander. Necesitaba una explicación.

—¡Hola, buenos días! —responde él desde el otro lado de la línea, percibiendo que también va manejando.

—¡Buenos días! ¿Me puedes explicar qué ha pasado con el horario?

Sonaba alterado, ya que, yo tenía horario de entrada para la una de la tarde. Pero, ahora me tocaba estar a las diez de la mañana, cómo si la universidad me quedara cerca.

En eso escuché a Ander dar un pequeño suspiro.

—Yo tampoco tengo idea. Al igual que tú, voy de camino. Solo sé que pasaron eso anoche y no dieron explicación. ¿O mejor dicho la dieron y no preste atención?

—¡Despistado! —«El burro hablando de orejas». —¡No lo puedo creer! —dije de manera algo molesta —Te veo en tu oficina.

—¡Vale! —afirma y procede a cortar la llamada.

Al llegar a la universidad. «¿Qué coños está pasando aquí?» profiero, mientras bajo de inmediato de mi auto, yendo rápido a la oficina de Ander.

Cuando abrí la puerta de su oficina —¡Hay demasiados estudiantes! ¿Qué paso con las sedes? —resoné con algo de preocupación, hacia mí, por supuesto.

Ander me mira con una cara de preocupación y suelta una mueca de disgusto.

—Por los mismo se hizo el cambio de horario. Y, de las sedes, no sé, la verdad —se levantó por un momento para ver por la ventana.

—La estas liando, ¿verdad? —dije con miedo interno. El día iba a ser lo suficientemente cansado. Más con el poco descanso que me cargaba.

—¡No es broma!

Toque de inmediato mi cabeza, soltando una sonrisa inquieta. Diciéndome internamente: ¡Vamos, mantén la calma!

En eso procedí a acercarme a él para tomarlo del brazo y sacarlo de la oficina, en busca de un café.

—¡Buenos días! Un café bien cargado, por favor. —Me dirige de manera muy atenta a la señora Gloria, una mujer mayor que atiende el bar.

—No has dormido mucho. Ahora entiendo tu actitud de perro —se expresa de manera divertida Ander.




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