Noah
—¿Por qué lo hiciste? —resuena la voz de Ander en mi oído.
—¡Lo necesitaba! No podía dejarlo así —tantee el escritorio con el bolígrafo.
—¿De cuándo aca tu preocupación?
—Él daba su examen o lo aplazaba… Sabes que la segunda opción es muy difícil, y tomaría tiempo reprogramar todo.
Sin poder apartar la mirada de él. La intensidad en sus ojos castaños, su actitud defensiva, sentado ahí como si no sucediera nada. No es obviar que, las reglas de los exámenes eran clara. Tenía que respetarlas, y, por un momento las pases por alto.
—Entiendo que lo hagas —suspira Ander —¡Espero esto no afecte en nada a ambos! —reprocha mirándome fijamente.
Alejando un poco mi atención, volví a mirar el lugar en el que él estaba sentado.
—Cuando lo toqué, tenía algo de fiebre —susurré para mí.
Después de una tarde un poco ajetreada ya por fin las cosas se habían calmado un poco. En un salón vació, buscando respuesta de aquello que pasó en el restaurante, a quien podía contarle esto era a alguien de mi mayor confianza y experiencia, mi madre.
Yo:
Necesito un consejo.
Mamá:
¿Qué sucedió?
Yo:
………
Le explique todo, sin omitir ni un detalle de aquello. Abrumado entre tantas cosas. «No dejes que esas palabras afecten tu ser», resuena lo dicho por mi madre en mi mente.
El recibir un mensaje así, es algo que me tomó por sorpresa, aunque ya no sienta lo mismo, aquello dolió.
—¡Vamos Noah, deja de tener la culpa por todo! —solté aquellas palabras en ese salón vacío, recostando mi cabeza sobre ese escritorio.
Me había escapado por un momento de mis labores, pensando en que eso me haría bien, pero, no. Cubrí mi rostro con algo de impaciencia, queriendo escapar, pero era tan jodidamente impotente el no poder hacerlo.
Caminando por el patio, sumergido ante la superficialidad de las personas, escuchando música e ignorando a todos, la única forma de poder alejarme, era esperar a que termine el día. Siendo la casa, mi único refugio.
—Me das un jugo por favor —pedí, pagué y tomé mi pedido.
En eso, mientras bebo de la botella, por error derrame jugo sobre mi camisa. Lo que me hizo reaccionar asustado.
—¡Mierda! No traje otra camisa —dije en manera de susurro, partiendo de inmediato hacia el baño.
Tras ese pequeño percance, he vuelto a topar con ese chico en el pasillo del baño. Quien se ofreció a ayudarme, dándome el regalo que era para su amigo. Al cual, no pude negarme ante esa mirada. Afirmando a su ayuda, yendo a cambiarme de inmediato.
«¡Es perfecta!»
La camisa estaba hecha a mi medida.
¿Para qué amigo hubiese sido ese regalo? Era algo que no iba a saber. En eso, al salir del cubículo, él ya no está.
«No era necesario».
—Puedes explicarme ¿qué te sucede? Y deja de ignorarme —levanta su voz una chica mientras estoy saliendo de los servicios.
—¿Estás loca o qué? No hagas un escándalo aquí.
—¡No me digas qué hacer! —manifiesta toda histérica —¡Responde a lo que te he preguntado! —dice ella con la voz rota a punto de romper en llanto.
«Dale la respuesta que necesita, porque ya le has roto el corazón», es lo único que puedo decir en mi mente. Estaba claro que aquellas palabras, más la expresión de su rostro, hacían referencia a que algo él había hecho mal.
Lo sé, porque también viví aquello. Un corazón roto que, en su tiempo se cuestionó tanto el: ¿qué había hecho mal? Un corazón que solo buscaba que alguien lo amara. El cual recibió una traición, que lo rompió en tantos pedazos, que era imposible recogerlos uno a uno.
De frente a un pasado que nubla mi vista. El sonido de mi celular vuelve a despertarme.
—¡Hola! —pronuncie con una voz sutil.
—Por el sonido de tu voz, algo pasó, ¿no?
Ay_leen era muy perspicaz, a pesar de estar a millas de distancia.
—A diferencia de otros, conmigo no puedes ocultarte. ¡Cuéntame!
—Hoy en la tarde recibí un mensaje de él —resoné algo inquieto.
—Pero, ¿de dónde obtuvo tu número? Has estado fuera del país por un par de años.
—Lo mismo me pregunté.
—Pero, ¿qué te dijo?
Por la calidad de sus palabras, procedí a buscar un lugar más tranquilo. Manteniendo el silencio por un momento, hasta llegar a mi auto y encerrarme allí.
—¡Ahora si puedo hablar con más libertad! Me escribió diciendo que soy la peor persona que él ha conocido.
—Pero, ¿qué se ha creído este gilipollas? ¿La octava maravilla del mundo?