Tres Épocas y un Destino.
Primera Parte.
La Vida de Don Pedro en la Hacienda el Manantial.
Don Pedro Calatrava, nació y se crió en la hacienda el Manantial, desde muy pequeño ayudaba a su padre en las labores del campo. Por cosas del destino conoció a la joven Filomena de quien se enamoró perdidamente, tiempo después sus padres autorizaron el casamiento, el cual se realizó en la hacienda. La joven pareja se quedó viviendo en la inmensa casona colonial ya que Pedro deseaba continuar ayudando a su padre en las duras faenas del campo, eran tiempos difíciles, pero la juventud y energía del joven le hacían más llevadero el duro trabajo.
Los domingos eran días de descanso y cuando no iban a la iglesia del pueblo, la joven pareja decidían bañarse en el río, después compartían en familia la comida, la cual generalmente consistía en un entreverado, sancocho de mondongo o un suculento hervido de gallina. A los cinco años de casados, Filomena tuvo una hermosa niña, a la cual bautizaron como María Luisa, siendo sus padrinos la hermana de Filomena llamada Gertrudis y el joven vecino Anastasio, la niña pronto se convirtió por sus travesuras, en la reina del hogar y en la consentida de los trabajadores de la hacienda.
Así se fue desarrollando poco a poco la vida del joven matrimonio, pronto la pequeña María Luisa fue a estudiar a la escuela del pueblo, al siguiente año murió el anciano padre de Pedro, el hecho afligió mucho al joven ya que era único hijo, no había conocido a su madre, ya que esta había muerto a los pocos meses de su nacimiento, desde aquel entonces su padre se encargo de su crianza y cuidado.
El trabajo era cada día más fuerte y exigente, de ahora en adelante Pedro debía encargarse de la administración de la hacienda, de los gastos y otras deudas dejadas por su padre, así como de los contrataos de trabajo de los jornaleros, la ampliación de los cultivos y sembradíos. Por otra parte, la joven María Luisa crecía rápidamente, pronto celebro sus quince años, lo cual coincidió con la culminación de sus estudios en la escuela. Pedro y Filomena prepararon un gran fiesta, la hacienda se adorno con luces de mil colores, se repartieron muchas tarjetas de invitación en el pueblo, el día sábado 24 de Marzo, desde muy temprano comenzaron a llegar los invitados. María Luisa estaba radiante y muy hermosa, vestía un traje de color fucsia con encajes dorados, su largo pelo negro estaba muy bien peinado, lucia zapatos nuevos y un hermoso brazalete con gargantilla de oro, regalo de sus padres para la ocasión. También se había contratado una orquesta de música y la gran mesa del corredor rebosaba llena de bebidas y pásapalos.
Al final del patio, los peones cantaban muy alegremente mientras asaban una ternera en una fogata de leña. Pasadas las tres de la tarde empezó el gran baile, fue en ese momento que la orquesta entonó el vals de los quince años, Don Pedro lo encabezó llevando del brazo a María Luisa, luego lo secundaron las demás parejas, el baile se prolongo hasta bien entrada la noche. En una mesa doña Filomena compartía con sus amigas, todo era alegría y risas, llegado el momento don Pedro autorizo que sirvieran la carne asada con guasacaca y casabe. La hermosa cumpleañera bailo con todos sus invitados, ya bien entrada la noche una a una se fueron marchando las parejas después de haber disfrutado de la gran fiesta y de entregar los presentes y regalos a la quinceañera. Quedaron pocas personas en la casa, entre ellas la tía Gertrudis, quien había llegado desde la ciudad para disfrutar de la hermosa fiesta de su sobrina. El regalo de la tía Gertrudis, fue muy apreciado por María Luisa, pues se trataba de una cajita de música en madera pulida con letras doradas, la cual había sido comprada en un viaje que unos meses antes doña Gertrudis había realizado a España.
La tía Gertrudis, paso unos días en la hacienda, disfrutando del hermoso paisaje y de las bondades del clima. Esta estadía fue aprovechada por María Luisa, quien le pidió permiso a su tía para viajar con ella a la ciudad, en donde deseaba continuar sus estudios universitarios, gustosamente doña Gertrudis acepto la petición de su querida sobrina, no sin antes consultar con su hermana y su cuñado.
Pasaron los días y pronto llego el momento en que doña Gertrudis y la joven María Luisa, se marcharon de la hacienda el Manantial, con rumbo a la ciudad. Para don Pedro y doña Filomena, fue un momento de gran tristeza ver marchar a su única y adorada hija, pero entendían que el futuro de María Luisa estaba en sus aspiraciones de superarse y estudiar en la gran ciudad.
Los días siguientes a la partida fueron muy largos y solitarios, hasta los trabajadores murmuraban la falta de la alegre y ocurrente joven, que los hacía morir de risa y con la cual pasaron grandes sustos por sus travesuras juveniles, como el día aquel en que María Luisa, montando un brioso caballo casi atropella a su padre, o el día que estaba aprendiendo a nadar y le hizo pasar un susto al catire Miguel, quien se lanzó al agua pensando que la joven se estaba ahogando o la noche que se disfrazó con un largo y oscuro traje negro y le dio un gran susto al negro Asunción, lo cual casi le provoca un infarto al viejo trabajador etc.