Hacía poco mi padre ganó la lotería, logrando que saliéramos de la pobreza... por un mísero instante, ya que pronto se lo gastó todo en las apuestas. Volviendo al tema, gracias a mis habilidades de estudio y excelentes calificaciones, logré obtener una beca en el Instituto Pípiris-Nais, la preparatoria más prestigiosa del país.
Caminaba hacia mi destino con paso rápido, no podía permitirme llegar tarde en mi primer día de clases. El portero me abrió para que ingresara y me sorprendí al ver que allí no había detector de metales como en mi anterior colegio. «Obvio, ya vas a una escuela llena de niños ricos, no de criminales» pensé.
Me dirigí a la dirección, donde un encargado me tendió una hoja con mi nuevo horario y fui al área de casilleros para guardar unos libros. Me encontraba sumergida en mi tarea cuando la voz chillona de una chica me sacó de mi ensimismamiento. Era una morena alta con el cabello teñido de rubio, se veía muy bien la desgraciada.
—¡Ay, están guapísimos! —Exclamó.
Volteé hacia ella con curiosidad y me notó, ya que señaló hacia enfrente. Seguí la dirección de su dedo y observé a tres chicos caminando como unas divas. El que iba en medio tenía un porte serio, cabello oscuro, ojos grises y contaba con una expresión de no temerle a nada. El que iba a su derecha tenía el cabello rojizo, ojos verdes y complexión ejercitada. El tercero era el más alto, llevaba el cabello rubio despeinado, ojos muy azules y una sonrisita maliciosa adornando su rostro. Para colmo un montón de chicas los veían embelesadas. «¿De dónde salieron estas?». Hice una mueca.
—¿Quiénes son? —Pregunté sin mucho interés, regresando la vista a mis libros.
—Son los “Triple A”, así les dicen por sus iniciales, aunque también se les conoce como los “Tres Perfectos Arrogantes”. Son los chicos más guapos y ricos del Instituto, sus nombres son Aristóteles, Aquiles y Adonis Gold, son primos y los nietos del dueño de Merme D —mencionó una gran empresa dedicada a vender mermelada, ni modo que autos. «Mermelada con panecito, huevito revuelto y cafecito?». Tenía mucha hambre, pues no pude desayunar bien por los nervios.
«¿Por qué triple A, acaso son un paquete de pilas? ¿Y en serio tienen esos nombres tan feos?». Hice una mueca. «Se hubieran llamado Pánfilo, Pascual y Pancracio para que fueran los Triple P de pendejos, porque sí tienen cara de eso, les quedaría mejor los Tres Pendejos Arrogantes... Al menos Hugo, Paco y Luis».
—Ah, mira.
—Sí, el pelinegro es Aristóteles, el pelirrojo es Aquiles, y el rubio se llama Adonis.
«Pelinegro, rubio y pelirrojo, ¡qué original!». Me recordaron a unas monitas que salían en una caricatura, tenían el cabello de esos mismos colores y eran superheroínas.
Mi compañera en seguida empezó a parlotear acerca de lo fabulosos que eran, que todas las chicas ansiaban salir con ellos, que los chicos querían ser sus amigos o les tenían envidia y que era una suerte que fueran a nuestra escuela y no a alguna extranjera.
—Todas estamos enamoradas de ellos —suspiró.
—Yo no soy como las otras chicas —afirmé. Ella levantó una ceja—. ¿Qué? ¿Muy cliché? —Asintió y solté una risita—. Es verdad, soy lesbiana.
Ella puso una expresión de sorpresa y se llevó las manos a la boca.
—¡Ay, lo siento, yo...! —No sabía cómo excusarse. La interrumpí soltando una carcajada.
—Es mentira, no pongas esa cara, solo que vine a concentrarme en mis estudios.
—Ah, ya —rio conmigo—. Pero yo que tú no estaría tan segura, qué tal si caes en su embrujo.
—¿Embrujo? —Alcé una ceja—. Suficiente con esos nombres raros y anticuados que tienen como para que también sean brujos —reí.
—Se dice que tienen el poder de enamorar a cualquier chica —confesó en tono bajito—. Por cierto, me llamo Dolores pero me dicen Lola, ¿y tú? —Me tendió la mano y correspondí el gesto.
—María Susana —suspiré. Me quejaba del nombre de las divinas de la escuela pero lo cierto era que el mío tampoco me gustaba mucho—. Pero me dicen Sue —sonreí. En realidad me decían Maricucha, pero en este instituto jamás lo permitiría, no otra vez.
—¡Mucho gusto, Sue! —Se notaba que era una chica enérgica—. Por cierto, eres nueva, ¿verdad? Nunca te vi antes.
—Sí, es mi primer día.
—¿En qué semestre vas?
—En quinto, me tocó en el grupo “A” —dije viendo mi horario.
—Oh, a mí me tocó en el “B”. —Puso una expresión triste pero en seguida se animó—. Pero el “A” también es divertido, si quieres te llevo a su salón.
Acepté y, como todavía faltaban algunos minutos para que las clases comenzaran, me dio un pequeño recorrido por el lugar, mostrándome los lugares más importantes: la cafetería y el baño, lo demás podía irse a la fregada sin problemas. Al sonar el timbre, Lola me dejó frente a la entrada de mi salón.
—¡Muchas gracias! —Pensé que juzgué mal ese lugar, si todos eran como Lola de seguro el ambiente era agradable.
—Ni lo menciones, espero verte en el receso.
—¡Sí! Igual yo.
Lola se alejó dando saltitos, motivo por el cual se le levantaba la falda y sí, se le veían los calzones de color verde; no le di mucha importancia porque no combinaban. Por mi parte entré al aula, donde mis compañeros estaban acomodándose en los asientos vacíos. Vi uno de la primera fila y me apresuré a llegar ahí, pues como la nerd orgullosa que era, debía sentarme frente al profesor. Algunos compañeros me miraron con extrañeza pero no se atrevieron a decirme nada, así que me encogí de hombros. «Bah, siempre he sido la rarita que se sienta frente al profe».
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Editado: 24.07.2023