Orden de distanciamiento social

Desde el momento en que pongo un pie en el aula estudiantil, puedo escuchar risas, murmullos, chismes y gritos, el profesor tratando de dar su clase entre todo el desastre. Quisiera desconectarme del mundo, hundirme en mis pensamientos, en donde no importa lo que esté sucediendo a mi alrededor.

Me enfada la generación en la que me tocó nacer. Todos tan molestos. Únicamente se preocupan por su bienestar, quieren hablar de sí mismos y tener oídos sordos para los problemas y quejas de los demás. Existen más amistades superficiales que el maquillaje que utilizan todas esas las chicas que desean llamar la atención. Es por eso que prefiero estar sola.

La soledad no es tan mala como la pinta la sociedad. Una vez que sabes tratar con ella, aprendes a trabajar sin ayuda de nadie. Sentirse solo y estar solo son dos cosas completamente diferentes. A veces me pregunto cuál de las dos opciones es la que cae sobre mí, sin embargo, mi orgullo prefiere la segunda opción a tener que averiguarlo. ¿No sería patético que las personas me vieran sufrir por la soledad?

En este preciso momento, en el que pongo un pie dentro del aula estudiantil, en donde hay más risas, murmullos, chismes y gritos, que sillas para trabajar, declaro una orden de distanciamiento social. No trates de acercarte a mí, no pienso responder tus preguntas cliché de “¿Por qué estás tan sola?”, “¿Eres muy seria?”, “¿Por qué no tienes amigos?”, no ganarás una oportunidad para que puedas ver el interior de mi corazón.

No tengo problemas por ser el único que no encaja entre sus risas. ¿Siempre fue así? ¿Cuál será la sensación de encajar?, Quizá si me acerco y les dedico un tímido “hola”, pueda encontrar las respuestas que deseo.

Pero, por otro lado, se supone que soy la chica solitaria del aula. No quisiera perder mi toque, ni que me etiqueten como una desesperada que busca amigos. No es como si envidiara las relaciones sociales que tienen los populares. Prefiero ser una persona fuerte y tener un corazón inquebrantable.