Las preguntas sobre mi nacimiento ni yo mismo las sé, perdí a mi familia a los ocho años, lo que debería hacer que recordara a mi madre o a mi padre, al menos algún rasgo mínimo, pero sus rostros son tan borrosos como un sueño.
Me encantaba venir de vacaciones a la Cueva de Waitomo, queda cerca al campo y siempre me ha gustado más que la ciudad. Recuerdo que caminaba por un bosque, no me daba miedo, siempre leía que había fantásticas criaturas, así que soñaba con encontrarme alguna.
El problema fue que comenzó a llover y estaba llorando, así que mi vista no fue para nada buena. Era un pequeño de algo más de un metro, acababa de perder a mis padres y no tenía idea que haría.
Había llegado a mi casa, y solo encontré un gato blanco de rayas naranjas, y no, no era un gato naranja con rayas blancas, eso lo sé a la perfección, porque mucho tiempo después se lo pregunté.
Ese mismo día, también encontré un gran perro. Al principio me asusté, era tan grande como yo, él sí era completamente negro, era imponente e incluso sentía que era de la realeza.
Sólo encontré eso, un par de animales que me miraban y me seguían a todo lugar de la casa, y ningún rastro de mis padres. Al llegar vi todas nuestras cosas desordenadas, después lo que vi en la habitación de mis padres, fue lo que me hizo correr como si no hubiera un mañana, tenía que correr para sacarlo todo, me dolían los pies, el cabello lo tenía enredado y mi ropa hecha un desastre, pero no importaba como estuviera si me alejaba de esa escena.
La cama de mamá y papá completamente llena de sangre, había un charco rojo justo al lado de ella y las cobijas manchadas, como si hubieran dejado sus cuerpos allí y después levantados para llevárselos.
Intenté coger al gato para llevarlo conmigo y no sentirme tan solo, pero a cambio recibí un gruñido de él, el perro me daba demasiado miedo para siquiera tocarlo.
Mi camino por el bosque fue confuso, había perdido la noción del tiempo y del lugar donde estaba, y era extraño, teniendo en cuenta que me encantaba andar por ahí sin rumbo. Empecé a adentrarme más que siempre. Las serpientes y la maleza eran más gruesas y me impedían moverme con agilidad, después de tanto caminar, no recuerdo muy bien si me desmayé o me dormí apropósito en la raíz de un gran árbol.
Al despertar había un hombre que para mí parecía de veinticinco años, ahora me doy cuenta que solo tendría dieciocho o diecinueve, él estaba completamente limpio, parecía esos típicos vampiros que muestran en las películas, con una gran capa que lo resguardaba del sol. Estaba vestido como un príncipe, y definitivamente lo era.
No creerán que luego me beso y vivimos felices por siempre. Les recuerdo que yo solo tenía ocho años.
Y aunque me pareció el hombre más hermoso sobre la faz de la tierra, con ese celestial cabello color plateado, él me veía como lo que era, un niño pequeño. Esa mañana que desperté, se quedó viendo la gran herida que tenía en la rodilla, estaba sangrando y había manchado mi pantalón. No recuerdo cuando me caí, solo que tenía la herida. La miraba y movía sus pies y manos nervioso.
A mí me encantaba el sabor oxidado de la sangre, así que con mi dedo la limpie y luego saboree, él enseguida se levantó y se alejó de mí, no le di importancia, aunque era un extraño y también era raro, no me sentía amenazado. Era claro que el chico estaba inquieto, no tengo idea desde hace cuánto estaba conmigo, si apenas me desmayé o si justo al despertar.
Me levanté y fui a buscar la cascada del bosque, necesitaba bañarme, quité toda mi ropa y él de nuevo apareció, tenía ropa limpia, era de él así que me quedaba inmensa, luego tomó su uña y la cortó como si fueran las garras de un tigre, aunque él parecía más un lobo blanco celoso y elegante.
Eso sí fue extraño. ¿Cómo alguien puede utilizar sus uñas para cortar?
Sus uñas cortaron las mangas de la camisa y de los pantalones, como si fueran cuchillas recién afiladas, no hizo el más mínimo esfuerzo al pasarlas por la tela. Ahí me di cuenta que mi travesía por el bosque había sido fructífera, había encontrado alguien mágico.
Al arreglar la ropa para mí, me vestí y le pregunté directamente qué era, cosa que lo ofendió y me arrepentí enseguida.
–¿Qué soy? Eres un grosero, eso no se pregunta.
Aunque me disculpé siguió con su mala cara.
–Soy Viktor y tú ¿qué eres?
A mí no me ofendió, así que respondí con naturalidad.
–Soy humano, y me llamó Yue. –mentí.
Me llamo Yuuri, pero eso no se lo diría nunca a nadie, sólo a mamá y papá les sonaba lindo y no quiero que nadie más se atreva a sonar como ellos.
–¿Yue? –Asintió y no tengo idea que pensaba en ese instante–. ¿Estás perdido, Yue?