Desde que el señor Celestino Cialdini me dio trabajo, se convirtió en casi mi padre, es un buen hombre, es amable, noble y de un humor que solo él entiende. Tiene una gran cabellera que incluso hace que se vea más alto de lo que es, piel blanca, no es muy viejo, pero con su cabello marrón grisáceo pareciera que lo fuera. Vivo con él, siempre ha sido caritativo.
Un día, mejor dicho, una madrugada, vio a un joven con un niño pequeño, acostados en medio de la plaza, con solo el calor del otro. Despertó al muchacho, e hizo que ambos fueran a su casa para que no pasaran fríos ni peligros.
Recuerdo que yo desperté mirando al techo, era de madera y con grandes troncos que atravesaban todo de lado a lado, incluso la pared. Gire y Viktor estaba conmigo también durmiendo, disimuladamente mire su cuello y no tenía nada, enseguida pensé que me había engañado, pero luego le pregunté y me dijo que era descendiente directo, su mordida sanaba a los pocos días de haber sido convertido.
Golpearon la puerta y Viktor despertó, vio mi rostro y se acordó que seguía conmigo. Golpearon de nuevo la puerta, aún más fuerte e insistente. Yo no tenía miedo, estaba tranquilo, no había absolutamente nada que me alarmara. Pero de nuevo golpearon fuerte y eso asustó a Viktor, enseguida creyó que habían descubierto quién era yo y me pidió meterme en un armario, detrás de toda la ropa. Hubiera sido gracioso que Aslan hubiera aparecido para llevarme a Narnia.
–No tengas miedo, y no vayas a gritar o salir, ¿ok?
–No tengo miedo.
–¿No tienes miedo? –Asentí, Viktor estaba extrañado y se quedó viéndome por unos segundos, acomodó mejor la ropa y cerró la puerta del armario.
Viktor espero unos segundos y la puerta volvió a sonar, la abrió y un señor alegre traía comida, tenía una sonrisa cálida y preguntó por el niño pequeño que venía con él. Yo salí del armario y Viktor casi me come con la mirada.
–No tienes porqué esconderte –dijo el buen hombre–. Necesito ayudantes en la tienda, si quieren quédense y trabajan para mí, puedo ayudarlos.
Viktor no confiaba en él, en cambio para mí, ese señor fue lo más cercano a un abuelo que pude encontrar.
Ya han pasado casi ocho años desde que el señor Cialdini nos acogió, trabajamos para él en la tienda de verduras, frutas y piedras preciosas. Es un cambio bastante curioso de estantes, pero no son piedras preciosas como las que están al otro lado de la cueva, la que nunca volví a ver.
Son piedras azules para la amistad, piedras turquesas para el clima, piedras rojas para el mal humor, piedras amarillas para el buen humor, piedras rosadas para el detallista... No entiendo muy bien cómo es su funcionalidad, para mí no son más que amuletos, pero la gente de aquí confía plenamente en sus poderes. Incluso hacen mezclas y no sé cuántas cosas más.
Con respecto a mis padres, no tengo idea qué sucedió con ellos, hubo un tiempo que le preguntaba a Viktor y él sólo me miraba como si hubiera perdido la memoria y hubiera sido lo mejor.
Vivimos en la habitación que da a la calle en el segundo piso, tenemos dos camas, un gran armario, un espejo al que Viktor odia y por eso tengo que cubrirlo después de utilizarlo, y una mesa de noche. Es como la habitación de un par de hermanos.
El día que el señor Cialdini nos recogió, al presentarnos tome el apellido de Viktor, y ahora no recuerdo el mío, recuerdo mi nombre, Yuuri, por qué un día terminé por confesárselo a Viktor y me llama así, pero mi apellido lo he olvidado por completo.
Me conocen como Yuuri Nikiforov, hermano de Viktor Nikiforov y sobrino putativo del Señor Celestino Cialdini, él odia que le diga tío, pero también le causa gracia.
Nadie sabe que soy Dongmul, aún no tengo claro si soy Māo o Gǒu, solo sé que he podido caer del techo al suelo de pie, sin hacerme ningún daño, y que soy muy bueno escalando, mis reflejos son excelentes y mi flexibilidad envidiable. Gracias a estas características Viktor dice que soy Māo, pero igual me encantaría también ser un Gǒu, cosa que a mi viejo amigo le causa gracia y extrañeza, pues se supone que, como buenos perros y gatos, se odian, dice que ninguno de los dos reinos se habla y que por ende eso sería traición a mi pueblo gatuno.
A mí me encantan los Gǒu, Viktor y otras personas que encuentro en la tienda, dicen que son fuertes y rápidos, son excelentes cazadores, y su olfato es el mejor, dicen que pueden oír a miles de kilómetros cuando cae una hoja al suelo, y que son muy leales.
Viktor no ha hallado ninguno de los reinos y en todo este tiempo no he visto a ningún Dongmul, pero gracias a nuestro tiempo juntos, me he dado cuenta de muchas cosas de los vampiros, pero no solo por nuestra convivencia, también porque la curiosidad por saber por qué había hecho todo eso por mí me mataba y quería saberlo todo.
Ya había pasado dos años viviendo con el señor Cialdini, tendría yo diez años cumplidos, cuando haciendo la cena me corte, Viktor enseguida huyó, suponía que por el olor, pero cuando le pregunté por qué me había ayudado, erradique esa idea por completo.