Tu Alma, Mi Alma y el Secreto Prohibido

CAPÍTULO 8: ¡DIOS MÍO… DAME UNA SEÑAL, TE LO IMPLORO!

Los días se han pasado como las aves que emigran buscando un mejor lugar para vivir…Volando, y ya solo faltan escasamente 8 días, para la boda entre Valente y Alma. Mateo no puede dejar de ver ese sobre encima de la mesita de luz junto a su cama, aun cuando le produce un dolor muy profundo, pero algo le decía que no dejara de hacerlo, pues ese hecho iba a ser inminente y ya él no podría hacer nada al respecto.

Ese sobre contenía la fecha y hora de la desgracia por venir, del acontecimiento que llevaría al dolor más profundo en Alma y su amado Mateo.

-¡Hola, Vani!

¡¿Cómo estás, Alma… Cómo van los preparativos de tu boda con el guapo de Valente, ah?! –Le preguntó Vanina, amiga de Alma de la universidad al visitarla en su casa.

-¡Pues…Bien! –Respondió con desánimo Alma a su amiga.

-¡Vah, parece que no van tan bien y solo faltan 8 días para el magno evento, Almita! Así que… Cambia el ánimo, que no vas a ir a un funeral. –Le dijo Vani.

 

Mientras Alma en ese instante pensaba para ella misma que iría a su propio funeral al casarse con Valente, puesto que él no era el verdadero amor de su vida aun cuando habría sentido alguna vez y solo al principio, que se había enamorado de él. Alma quería en lo más profundo de su ser, que su primo Mateo llegara ese misma noche y se la robara, llevándola lejos de Malal-Hue, para nunca más volver, y así consumar ese amor tan grande y prohibido que había nacido entre ellos desde que eran tan solo unos niños en la playa del río.

-¡Anda, mujer… Cambia esa cara y alégrate que pronto serás la Señora de Valente Montenegro!

-¡Sí, Vani… Ya la cambio! –Dijo Alma con desgano.

 

Y así pasaron el tiempo Alma y su amiga Vanina, en tanto que Valente se encontraba también ultimando los detalles de la boda y preparando el regalo que le haría a su amada Alma por su boda. Valente le había reservado un viaje en barco a Europa a su futura esposa, pero antes debían tomar el tren a la capital, que era el lugar de donde saldría el barco en su luna de miel.

La fiesta de la Boda estaba a cargo de Simón, el padre de Alma, quien había gastado una fortuna para que ese día fuera “Inolvidable”, tanto para los novios, como para toda la familia e invitados.

Las horas y los días corrían con una velocidad tal, que parecía que alguna bruja de cuento se encontraba realizando hechizos para que así transcurriesen y que de algún modo inminente llegara por fin el día tan esperado por todos, menos por Alma y Mateo.

Dos noches antes de la boda…

-¡Querido Dios… No puedo dormir, no puedo parar de pensar en lo que me espera! ¡¿Cómo le hago para mirar a la cara a Valente en nuestra primera noche como marido y mujer?, dímelo, Señor! No sé cómo decirle que su mujer, su esposa a la que él cree una “Santa inmaculada”, no es virgen y que ha sido, y aún es, la mujer de mi primo Mateo. ¡Dios bendito, No sé lo que hacer… Necesito que me escuches, que me digas qué puedo hacer para no herirlo de muerte a mi futuro y buen esposo! Valente no se merece lo que le hago…. Debo parar esta farsa antes de que sea tarde, pero… ¡Ya todo está listo para la boda! ¡¿Cómo he podido ser tan cobarde y dejar que todo avanzara ocultando mi pasado oscuro?! ¡¿Y si…Dejara de existir? Así sería todo más fácil, sería como pegar dos en uno: no le hago pasar a Valente por la peor de las vergüenzas y al mismo tiempo me deshago de este dolor que rasga mi piel día a día por no poder amar libremente a Mateo, mi Mateo…!

 

Alma exhausta y llorando con profundo dolor se arrodilla frente al cristo que tiene arriba de la cabecera de su cama y exclama: ¡DIOS MÍO… DAME UNA SEÑAL, TE LO IMPLORO!

 

…Y se apagan las luces de su habitación.




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