Trece de diciembre hace veinte años nació un niño con grandes ojos grises, sus padres lo abandonaron al nacer sin dejar ninguna explicación o forma de recordarlos, creció como todo niño normal y disfrutaba asustando a los otros niños del orfanato, solía distraerse así ya que no era bueno haciendo amigos y se aburría con facilidad estando solo, cuando tenía diez conoció a una niña algo desaliñada, se llamaba Liliana y vivía en el orfanato desde que tenía tres años, él nunca se había interesado por conocerla a pesar de que llevaba ahí mucho tiempo, se hicieron amigos y ella le contó sus padres la abandonaron a sus dos años de edad porque descubrieron que sufría una enfermedad mental, era autismo, ella nunca recibió tratamiento en ese lugar ya que eran mínimos los servicios de salud que tenían ahí para los niños, aun así ella solía intentar mantenerse calmada y contenerse actuando lo más normal posible, la verdad era un poco extraña para los demás a pesar de sus intentos y decidieron aislarla, así que ella se aferró a el único que parecía apreciarla, cuando cumplieron dieciséis ella le confesó que le gustaba a su amigo, él la rechazó ya que él no la veía de otra forma más que una buena amiga o incluso una hermana, en la madrugada de esa misma noche la encontraron ahorcada en un viejo árbol que estaba en uno de los pateos, nadie supo por qué había cometido tal locura, excepto él y se culpó inmediatamente, cuando se dio a conocer lo sucedido inmediatamente pidieron reubicar a los niños, brindar ayuda psicológica para que afrontaran lo sucedido, pero al no soportar la culpa escapó de ese orfanato.
Veinte años después.
Al llegar a mi clase de matemáticas descubrí a un chico nuevo sentándose no muy lejos, lo sabía ya que llevaba la misma clase desde inicio de año y no lo había visto antes, debo confesar que era atractivo, tenía el cabello negro, ojos grises, era blanco y de una altura baja comparado con la mayoría de los chicos de mi clase, aun así debería ganarme varios centímetros, tomé asiento junto a Benedict era un chico adorable, muy rubio, sus ojos también eran grises casualmente, era blanco bastante más blanco que los demás y siempre estaba sonriendo.
- Hola Alejandra - Saludó junto a mí, era mi mejor amigo y realmente envidiaba su positivismo ante todo.
- Hay un chico nuevo ¿Verdad? -pregunté curiosa desviando el tema, últimamente había estado algo afligida por las notas bajas de algunos de mis exámenes.
- Sabes que yo siempre sé todo - me recordó orgulloso mientras sacudía su mano dramáticamente - sí, se llama Jeffrey Sullivan, sus padres murieron, vive sólo desde hace años - comunicó dándole un tono misterioso a la información - ¿Acaso te gusta?
- No, solo lo noté - dije para restarle importancia, mi amigo solía ser muy comunicativo a veces, al terminar la clase corrí hacia la clase de español, literalmente corrí y aunque parece tonto tengo mis razones lógicas, ese profesor tenía algo contra mí desde que empezó el año y quedé en su clase, entré rápidamente al aula.
- Llega tres minutos tarde la Señorita - comunicó delineando con su dedo su mandíbula y por ende su barba perfectamente recortada mientras me miraba con una sonrisa cínica desde su escritorio, tirano, quise decir pero debía mantener la compostura.
- Es que estaba en matemáticas y queda a cuatro pasillos de distancia - me justifiqué intentando sonar amable, fallé ya que mis voz poseía un tono irónico.
- Sin escusas, espero que no se repita – Terminó la charla para luego levantarse, dar la espalda y empezar a escribir en la pizarra, me senté un lugar y empecé a copiar, luego se hicieron presentes Hansel y Brandon, ¡Pero claro el profesor no le dijo nada por llegar siete minutos tarde!, quise gritarle, pero no debía.
- Alguien sabe cuál es la hipérbole de la frase del libro que indica: La vida es bella, su belleza es casi palpable, es como tu corazón tan grande como la luna, que dichoso soy de tenerlo yo -- preguntó el profesor leyendo de forma fluida, muchos levantaron las manos, sobre todo chicas arrastradas que siempre estaban intentando llamar su atención, no las juzgaba debía admitir que él era realmente atractivo y… también tiene los ojos grises, que curioso.
- Puede ser... la Señorita García - dijo observándome con una sonrisa al ver que no levantaba la mano, imbécil, pero aun así sabía cuál era.
- Tu corazón tan grande como la luna - dije con voz odiosa mientras sonreía con falsa inocencia.
- Veo que algo ha aprendido durante todo este tiempo, es sorprendente de su parte - dijo insultándome educadamente.
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Editado: 27.06.2018