Tenía a Benedict, a mi mejor amigo, no puede ser, ¿Estaría bien? ¿Cómo llegó aquí?, probablemente igual que yo.
-¡Déjalo en paz!, ¡Si quieres juega con migo pero déjalo a él! -le grité a la cámara, ¿Y si no me estaba viendo?, siempre cave esa probabilidad, tal vez no tiene audio, sin dar más vueltas comí el desayuno, no me mataría soy su juguete además, no sé cuánto estaré aquí y necesito fuerzas para escapar. Terminado mi desayuno fui a la puerta, que sin duda estaba abierta, al cruzar todo estaba oscuro, con unas cuantas luces tenues que apenas iluminaba para darme cuenta que frente a mí se extendía un largo pasillo, esto no me da un buen presentimiento, considerando que no trato con alguien muy cuerdo.
-Alejandra, Alejandra -se escuchó la voz que no oía desde ayer, con ese filtro de voz no podía diferenciar a cuál de los tres pertenecía -¿Te gustan los payasos?
-¿De qué hablas? -pregunté en un grito, mirando a mi alrededor alerta, él chasqueó las lengua con mofa -Buena suerte preciosa.
-luego cortó comunicación, ¿Preciosa?, espera… ¿A qué se refiere con payasos? - mis pensamientos fueron interrumpidas por la risa maniática de un payaso, el temor me llegó hasta los huesos.
Empecé a caminar poco a poco por el pasillo, la risa del payaso resonó otra vez por todo el lugar, con mi mano palpé la pared para no tropezar pero de repente me quedé con algo en la mano, era un brazo, el hueso de un brazo con todo y mano escaletica, miré frente a mí con miedo de ver la cara de un esqueleto humano, pero se iluminó la cara de un payaso mecánico, su nariz era pequeña y roja, su cara blanca llena de cortaduras con sangre, con los ojos rojos que brillaban en la oscuridad, sin esperar más corrí, a mi alrededor se iluminaron más y más de esos payasos con sus cuerpos esquelético y sus caras macabras, frené cuando escuché la risa del payaso tras de mí, poco a poco más de un metro apareció el payaso que reía, se veía poco por la oscuridad pero se notaba humano, estaba de espaldas a mí mirando hacia la puerta por la que yo había entrado, tenía ropa normal, camisa de cuadros gris con blanco manga larga, janes y zapatos de vestir, pero sus manos tenían grandes cuchillas, cinco por mano como si fueran garras, , de repente levantó su cabeza y soltó otra de esas terroríficas risas que te dan ganas de llorar del terror, esas que calan en los huesos, luego se volteó su nariz era cuadrada y relucía por las luces que se iluminaba y apagaban repetidas veces por todo el pasillo provenientes de los payasos, pero el rostro era el de un hombre cualquiera, no lo reconocía, su boca estaba pintada de rojo y una lágrima dibujada en su mejilla, se le dibujó una sonrisa retorcida y dijo con voz fuerte de hombre que definitivamente no conocía.
-¿Quieres jugar? -dicho eso empezó a avanzar hacia mí perezosamente como si las piernas le pesaran, eso me hizo reaccionar y empecé a correr hacia la salida con desesperación -No corras pequeña, te puedes caer -luego volvió a liberar una de sus risas maniáticas, las luces de sus ojos rojos apagándose y volviéndose a encender me daban la sensación de que las paredes se cerraban a mi alrededor y que él estaba cada vez más cerca, de eso estaba segura ahora caminaba más rápido, su risa se sentía más cerca sin necesidad de voltear, pero no quería voltear o perdería tiempo, no quería verlo sólo quería salir de aquí, tropecé cayendo de rodillas pero sin dar tiempo volví a ponerme en pie y correr, llegué a la puerta y descubrí que no tenía cerradura, él la manejaba electrónicamente.
-¡Sácame de aquí! -grité desesperada ya que no había más salida, miré hacia atrás y cayendo en cuenta que en menos de tres metros estaba el payaso, caminando con paso normal hacia mí pero con esa mirada de lunático y esa sonrisa aterradora que revolvía mi estómago -¡Te lo suplico!, ¡Ayúdame! -Pedí mirando al lunático que se acercaba cada vez más, no entendía el juego, que debía hacer -¡Ábreme!, ¡Sácame de aquí!
-¿Por qué no quieres jugar con migo? -preguntó el payaso a menos de un metro, me senté en el suelo y tomé mis rodillas temiendo lo peor, él no me planeaba sacar de aquí, iba a morir, asesinada por un payaso demente, si es que él no era ese payasso.
-No me hagas daño -pedí entre lágrimas, este se abalanzó sobre mí y se desvaneció, era una... proyección, no… no había sido real, pero parecía tan… real -¡Eres un maldito!, ¡Te divierte mi dolor verdad! --grité histérica, el sonido del seguro sonó tras de mí, sin dudar salí de allí al siguiente cuarto, no podía seguir viendo esos rostros de payasos iluminarse, el cuarto era exactamente ver el que estaba antes, pero este no tenía ventana, en su lugar un mal dibujo del paisaje que se veía por la ventana de la habitación anterior, como si fuera de noche -Que gracioso -dije con voz amargada aunque debo admitir que era un buen chiste, pero no tenía ganas de reír después de los payasos, revisé en la gaveta de la mesita y encontré una nota, me senté en la cama para leerla.
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Editado: 27.06.2018