Lo conseguiste.
En diciembre conseguiste que dejara de verte como una cosa mocosa y fea.
Ya hablábamos todos los días por mensaje y hasta ese momento no te habías burlado de mí, más allá de bromas que siempre procurabas no llevar muy lejos. Eras cuidadosa con todo lo que hacías, con todos.
Con eso no me daban ganas de confiar en ti, pero tengo que admitir que ya no me parecías tan pretenciosa. Aunque estoy seguro de que era sólo una fachada.
Tal vez me empezaste a gustar. Sólo tal vez.
¿Qué cómo me gustó alguien tan despreciable como tú?
Soy masoquista, pero eso ya lo sabías.
Mencioné a Sofía en un momento de locura. Quería ver con qué cara me veías si sacaba el tema, si te encaraba por la vez en que ambas se burlaron de mí por no negar mis sentimientos.
Resultó que tú y ella llevaban meses sin hablarse, e incluso cuando aún lo hacían, ella nunca te habló de mí.
Yo supe de ti desde que llegaste a la escuela, pero tú decías que sólo me notaste hasta que estuvimos en el mismo salón.
Fingí aún sentir algo por Sofía. No te burlaste, no hiciste muecas. Me escuchaste con interés y me diste consejos como si de verdad quisieras que yo estuviera con ella.
—Nunca entendí por qué dejamos de hablar, pero si ella es tan importante para ti, no deberías dejarla ir con tanta facilidad.
Dejaste a todos mis malos pensamientos sobre ti desterrados de mi cabeza.
¿De verdad te importaba?
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Editado: 02.09.2019