Carter
Siento sus ojos sobre mí, disfruto tocar, pero más cuando sé que ella me está observando, con esos grandes ojos abiertos de par en par. Mi cabeza se balancea con el sonido que producen mis dedos al tocar, me siento cómodo y cuando doy por finalizada la pieza, sé que no la encontraré, siempre huye antes de que tenga la oportunidad de hablarle y siempre me quedo intrigado en si un día ella decidirá que es más divertido conocerme de cerca que de lejos.
—¿Qué esperas?—miro a Owen, mi mejor amigo esperando fuera de la sala de música—me gustó esa pieza, puedes presentarla—niego y levantándome camino hacia él.
—Sabes que solo es un pasatiempo—él no menciona nada más, pero ambos sabemos que el piano es un sueño frustrado, uno que solo debo mantener en secreto porque hay responsabilidades que asumir.
Siempre habrá algo que asumir.
Estoy destinado a pesar que para encontrar una buena mujer en la vida todo lo que debo hacer es ser un hijo de puta. Suelto un bufido mirando como mi relación más corta hasta ahora, rompió por mensaje de texto, ya digo que el amor en el mundo no es igual que antes. También tengo que aceptar que me haya dejado plantado en el restaurante donde íbamos a cenar, aunque quizás debería agradecerle el que haya roto sin que entre nosotros haya sentimientos fuertes de por medio ya que simplemente estábamos conociéndonos, pero terminar por mensaje me sigue pareciendo algo cruel.
El restaurante es bonito, lo elegí pensando en que le gustaría conocerlo ya que es una chica que le encanta subir a sus redes lo que come y lo que ve, pero de nada valió, supongo que toca simplemente pasar de página y continuar.
Soy un hombre que pronto estará cumpliendo los veintiséis años, quisiera encontrar una relación estable y es lo que parece que nunca encontraré, casi quiero creer que la vida se burla de mí en mi cara haciéndome ver que nunca tendré lo que quiero.
O quizás es la vida enseñándome que no debo buscar a cualquier persona y enamorarme, pero como iluso, siempre caigo.
Me sirvo una copa de vino mientras mis pensamientos se desbordan por todo mi cuerpo, quizás debería ir a casa y asumir los problemas que hay en ella, pero no quiero eso, no quiero pensar en lo que me espera al volver a la casa o en la tristeza que sigue habiendo en el lugar. Pronto deberé hablar con mi hermana si las cosas siguen igual, creo que ya es suficiente de lo que está pasando y mantengo callado.
Quizás tengo un grave problema y se trata de que finjo que todo está perfecto en mi vida cuando no es así. Y no es porque mi vida haya sido triste porque no lo es, de hecho, es muy buena. Mis padres son buenos conmigo, tengo una hermana loca que amo y quien está casada con un buen hombre.
Tenía una sobrina preciosa y tuve una novia agradable. Trato de no pensar en ella la mayor parte del tiempo porque hay una herida que dejó su partida que tal vez es por eso que no encuentro a alguien para conectar de manera profunda, porque la sigo buscando a ella.
Una risa que me saca de mis pensamientos y cuando levanto la mirada hacia ese agradable sonido me encuentro con el rojo más hermoso que he sido capaz de apreciar en una mujer, creo que mis ojos la reconocen casi de inmediato porque se trata de la nueva abogada de la empresa. En esta ocasión no lleva ese conjunto formal matador que llevaba en la oficina, sino que lleva un hermoso vestido que se adhiere a cada una de sus curvas.
Helena.
Si, la recuerdo porque es la clase de mujer que cuando pasa por tu lado es imposible que pase desapercibida. Es una mujer hermosa que deja a cualquiera sin habla y sin saber cómo actuar. La veo hablar con el mesero como si se conociera de toda la vida, quizás lo hacen, pero la manera enérgica que tiene de conversar parece acaparar toda la atención. Es una mujer bellísima, de eso no quedan dudas.
Ella tiene una sonrisa preciosa y cuando al parecer no soy nada discreto sus ojos buscan por el lugar hasta que dan conmigo. Desde la distancia puedo apreciar la sorpresa en su expresión, pero al final ella me sonríe y alza una copa en mi dirección. Hago lo mismo y cuando ella parece terminar de hablar con el mesero se queda apreciando el lugar.
No sé qué me impulsa a levantarme de la mesa y acercarme a la de ella, pero cuando llego el dulce aroma de su perfume parece consumirme, quedo atrapado en la mirada de una experta en robar corazones, sé cuándo hay peligro y sé que esta mujer es un peligro andante.
—Buenas noches, Helena, ¿cierto?—ella asiente sonriéndome.
—Me llevas algo de ventaja, no recuerdo tu nombre—me aclaro la garganta y le tiendo mi mano, la mano de Helena es pequeña en comparación con la mía, pero es muy suave.
—Carter Becher, un placer—ella sonríe y ladea su cabeza dándome atención. Sus ojos marrones me recuerdan al chocolate derretido, ella suelta mi mano y de pronto tengo la sensación de que me falta la calidez de la misma.
—Supongo que esperas a alguien—me dice con calma y curiosidad.
—Me dejaron plantado realmente—suelto y ella se paraliza antes de que me mire de manera incrédula.
—¿Alguien puede dejarte plantado en esta vida? Y no estoy coqueteando, pero eres consciente de lo apuesto que eres—ella señala la silla frente a ella—no espero a nadie, así que puede tomar asiento y contarme el chisme—dice mientras me sirve una copa. No puedo evitar reír de la manera en que ella lo dice, parece complacida porque su sonrisa resplandece y por un momento me siento perdido.
—Soy consciente de que mal no me veo, no es por ser arrogante—comento tomando la copa que ella inclina hacia mí, los rasgos de Helena son delicados, ella de por sí parece una muñeca de porcelana, si no ve viera tan ardiente posiblemente causaría ganas de exhibirla para que todos la vean. El sutil maquillaje que lleva solo realza sus facciones armoniosas.
—Tranquilo, yo me lo digo todo el tiempo—me guiña un ojo y mis ojos recorren como lleva la mano a la copa dándole suaves movimientos, lo huele antes de darle un trago. Ella tiene un cuello delicado que ocasiona que mis ojos lo recorran con demasiada atención, es esbelto y me pregunto si al besarlo podría quedar marcado.
Editado: 12.12.2024