Tu inocencia

Capítulo 3

El viaje de vuelta a casa fue eterno para todos. Ginny trataba de forma desesperada de contar su versión de la historia: que llevaban tres años, que todo había ido bien hasta ese día, que no entendía nada... Nicholas pisaba el acelerador casi sin darse cuenta para llegar lo antes posible a casa, esos dramas no iban con él; Fede insistía en el tema tratando de enterarse de todo bien mientras Damián no paraba de cortarle para que dejase a la chica tranquila.

—Ya hemos llegado —anunció Nicholas abriendo la puerta del garaje con el mando.

Una vez hubo aparcado, todos se bajaron del coche y entraron en la casa. Ginny la observó al detalle. Se trataba de un chalet de dos plantas, más el garaje, en el que la sobriedad de la piedra caliza y la calidez de la madera se complementaban en perfecta armonía. En el exterior había una enorme piscina descubierta rodeada de unas cuantas hamacas que parecían estar fijadas al suelo. Desvió su mirada al suelo. Todo el terreno era suelo, ni un ápice de hierba, eso extrañó a la chica. Parecía que quienes viviesen dentro fuesen personas de mayor edad.

—Entra —invitó Nicholas abriendo la puerta.

Ella sonrió y lo siguió al interior de la casa. Ginny esperaba que el muchacho le hubiese enseñado el chalet, pero no fue así. Nada más entrar la dirigió por un estrecho pasillo hasta las escaleras, y una vez en la planta de arriba señaló una de las puertas.

—Este será tu cuarto. No es gran cosa, pero no tenía pensado tener invitados —comentó abriendo la puerta.

Ginny miró el interior del cuarto. Era una sencilla, pero acogedora habitación con una cama de matrimonio en el centro; dos pequeñas mesillas, una a cada lado de la cama; una lámpara que colgaba del techo; y una puerta que conectaba la habitación con la terraza. Los colores marrones y ocres de las cortinas, la ropa de cama y la tapicería combinaban con el pavimento gris. Frente a la cama había un gran ventanal de vidrio, protegido con una celosía de madera, a través del cual se podía ver directamente la piscina.

—Em, tengo todas mis cosas en la residencia —dijo Ginny dándose cuenta de que no tenía nada que ponerse.

Nicholas miró el vestido de la chica, no daba la apariencia de ser demasiado cómodo. Se llevó la mano a la barbilla pensativo, no tenía ropa de chica en su casa.

—Dame la dirección y voy a por tus cosas —respondió ante la incrédula mirada de la chica.

Ginny no pensaba dejar que ese hombre hiciese su maleta, ¿cómo se le había ocurrido? ¿Es que acaso iba a guardar él su ropa interior en la maleta? La situación ya era suficientemente rara como para sumarle eso.

—No te preocupes, dame una camiseta ancha y mañana ya iré yo a por las cosas.

Nicholas se quedó pensativo. Él no usaba camisetas, solo camisas.

—Creo que Fede tiene alguna en su cuarto, espera que vaya a pedirle una.

La pelirroja negó con la cabeza. No podía creerse que ese chico no tuviese una mísera camiseta en su armario.

—¿En serio no tienes ni una?

—Las de deporte —respondió seco.

—Pues dame una de esas —contestó ella perdiendo ya la paciencia.

Nicholas finalmente accedió y se la entregó a regañadientes. Era extraño. Nunca había dejado que una chica se pusiese ni una de sus prendas. Era algo que ni siquiera le prestaba a sus hermanos. Fede decía que era porque era un rarito maniático, él se consideraba simplemente ordenado. ¿Por qué dejar su ropa? Cada uno tenía la suya propia, no le veía el sentido.

Ginny se puso la camiseta. No le sorprendió lo cómoda que era. Tenía una textura muy agradable que la resguardaba, pero no la agobiaba. Se metió en la cama y comenzó a dar vueltas en ella. No podía dormir. No le gustaba dormir en camas ajenas, siempre había sido bastante tiquismiquis con eso, y lo que había ocurrido en su fiesta no la ayudaba en absoluto a lograr conciliar el sueño.

Se incorporó y posó los pies sobre el suelo de madera y salió al pasillo. Un vaso de leche templada le ayudaría a dormir. Comenzó a bajar las escaleras y escuchó unas risas cerca de ella. Siguió el sonido y avanzó hasta un salón comedor de concepto abierto con las paredes blancas y el suelo gris.

Desvió la mirada hacia el gran sofá de piel color ocre en el que Fede y Damián estaban tirados. Nada más verla ambos se incorporaron.

—Nicholas está en la cocina —informó Damián.

—Oh, no lo buscaba —se apresuró ella a responder—. No podía dormir —explicó.

Fede miró las delgadas y delicadas piernas que se asomaban bajo la camiseta de Nicholas que Ginny se había puesto.

—Nosotros íbamos a ver una película, ¿te apuntas?

Ella avanzó hasta ellos.

—¿Qué película?

—Te dejamos escoger —respondió Damián antes de que su hermano menor respondiese.

Ginny sonrió.

—Está bien —dijo satisfecha mientras con el mando buscaba una película en Netflix—. ¡Esta! — exclamó cuando encontró 'El retrato de Dorian Gray'.



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En el texto hay: mafia, carcel, romance

Editado: 17.03.2020

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